¿Cuántas veces hemos escuchado que a la primera falta de respeto debemos irnos? ¿Cuántas faltas de respeto hemos aguantado antes de irnos? ¿Cuántas veces le has dicho a una mujer que siempre se vaya a la primera? ¿Cuántas veces te han juzgado por no haberte ido? ¿Cuántas veces has juzgado tú? ¿Cuántas disculpas te ha pedido él? ¿Cuántas veces más lo volvió a hacer?
Qué manera tan extraña de empezar un artículo ¿no?, pero fue lo primero en lo que pensé cuando se me vino el tema a la mente, porque creo que antes de empezar a hablar del tema o de empezar a juzgar a las mujeres que no se van a la primera, es mejor hacernos ciertas preguntas y sobre todo hacernos aquellas preguntas que suelen incomodarnos.
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Infinidad de veces he escuchado aquel discurso de que siempre debes irte a la primera y de que jamás debes aguantar ninguna falta de respeto y, hablando ya personalmente, en el pasado yo sí toleré faltas de respeto. Personas con las que salí me llamaron loca, me llegaron a poner “apodos” de esos que llegan a ser ofensivos, invalidaron mi opinión, me hicieron sentir menos.
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Esas pequeñas cosas ya se consideran agresiones (dentro del violentometro) y son pequeñas red flags que nos indican que las cosas no van bien y que se pueden llegar a salir de las manos, pero en ese momento podemos no darle importancia a ese tipo de comentarios, entonces normalizamos ciertas actitudes que no debemos tomar a la ligera y que no está bien normalizar.
Estas reflexiones llegaron tras ver la película de “Romper el círculo”, (por cierto, tocaré temas que algunos podrían considerar spoilers) la cual me ha parecido tan cruda y realista como fuerte y llena de reflexiones. Sin entrar de lleno, hablaré del tema de la película; de la trama y un poco de la protagonista. Lo primero es que la película está contada desde la perspectiva de la protagonista normalizando la violencia.
Es muy fácil caer en eso y no darse cuenta de lo que realmente está pasando en una relación, pero de pronto te das cuenta de que no te caíste sola de las escaleras, o que no fue un accidente aquel moretón que tienes en el ojo y que tal vez, sólo tal vez, llevas tiempo siendo manipulada por el hombre con el que decidiste formar una familia y que cada mañana te dice que te ama.
En la película, como en la vida real, cuando abres los ojos no solo estás aturdida por darte cuenta de tu realidad; por lo que he visto, escuchado y leído, también te das cuenta de que acabas de entrar en una etapa de duelo. Justo como se nota con la protagonista cuando se llena de tristeza al ver que lo que tenía, o que pensaba que tenía, ya no está, y creo que vale la pena hablar de eso.
El duelo se trata de tener emociones fuertes y abrumadoras cuando se pierde a un ser querido; es un periodo en el que hay dolor, tristeza y aflicción. Lo mismo sucede cuando te quitas la venda de los ojos y descubres que ese amor jamás existió, que sólo hizo falta una pequeña acción para que ese hombre soltara todo lo que ya traía dentro de él.
No es que los violentadores (me voy a referir a los hombres) de repente se vuelvan así, son pequeñas actitudes (a veces muy difíciles de identificar) las que van haciendo que poco a poco vayan sacando esa agresividad que ya tienen. Tal vez los celos desaten esa violencia, pero vale la pena aclarar que cualquier actitud o situación iba a provocar, de su parte, una acción violenta.
Otro punto muy importante que noté y que, claro, ya había visto y analizado en otros artículos es la cara del agresor. Quiero reiterar que los violentadores no son monstruos, no son personas alejadas de la sociedad, no son personas que tengan pinta de criminales (aunque realmente ¿quién la tiene?) no son personas ajenas a nosotros; son doctores, maestros, abogados, vecinos, primos, hermanos. Cualquier cara lo puede ser.
Definitivamente no es tan fácil reconocerlo, y a pesar de que no he vivido la violencia de primera mano, sé que no es fácil romper ese círculo y que no es fácil dejar todo y vivir ese duelo. En la misma película lo vemos con la mamá de la protagonista, quien también fue víctima de violencia, y a pesar de que su hija no quería vivir lo mismo, en ningún momento se vieron para juzgarse entre ellas.
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El valor para reconocer que podrías ser víctima de violencia es incalculable y el valor para irte de ahí es un valor que probablemente no consigas a la primera, pero de ser así, qué bueno, siempre es bueno hacerlo y alejarte. Realmente no sabremos lo que hay detrás de cada mujer que vive con violencia.
Pero, aun así, nuestro papel como amigas, hermanas, mamás, hijas, sobrinas o conocidas es fundamental para cualquier mujer que esté pasando por eso, somos una pieza importante. Debemos actuar como actúa la hermana del violentador (en la película) debemos estar ahí, acompañando, escuchando, teniendo paciencia y esperando el momento correcto en el que ella decida irse.
Entre muchos datos alarmantes, encontré que, en México, en el 2023, 78.3% de mujeres sufrieron violencia de pareja física y/o sexual (ninguna solicitó apoyo ni presentó ninguna denuncia) de ese porcentaje, el 13.1% de mujeres presentaron denuncia, pero sin solicitar apoyo de una institución y solamente el 7.4% solicitó apoyo a alguna institución.
Y, para terminar, no puedo dejar de pensar en algo muy importante que pasa al final de la película cuando la protagonista decide irse, ya que en las ultimas escenas te das cuenta de que siempre es un buen momento para romper ese círculo y para agarrar toda la valentía que llevamos dentro y decir “esto (la violencia) termina con nosotras”.
mb