A veces me pregunto cómo es que algún día voy a ser madre si no he dejado de ser hija. Dentro de tantas dudas que tengo acerca de la maternidad, probablemente, esa sea la que más vacilación me genera. Desde hace algunos años ya no vivo con mis padres, pero jamás he dejado de ver su casa como mi casa y el apego que tengo hacia ellos se transformó en algo sano y bonito, acorde a la etapa que estoy viviendo ahora.
Cada vez que voy a su casa y me siento a comer me llega esta incertidumbre de no saber en qué momento me convertiré yo en madre de familia, en qué momento seré yo la que actúe como mi mamá actúa conmigo y con mis hermanos cuando estamos sentados todos en su mesa. Aunque entiendo que, poco a poco, he dejado de ser hija y me aventuro a nuevas experiencias.
Las últimas lecturas a las que les he dedicado mi tiempo han sido, precisamente, acerca de la maternidad, sobre todo de la maternidad con una perspectiva feminista, y admito que encontrar esas lecturas no ha sido para nada fácil. Sé que la mejor manera de aprender a ser mamá es siendo mamá, pero jamás está de más aprender del método científico.
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En cada párrafo que leo de los libros o de algunos artículos académicos me he encontrado con ese miedo, acechándome, el mismo miedo que me persigue cuando alguien me dice que se me están yendo mis mejores años para embarazarme o cuando me preguntan por qué no he buscado un bebé, admito que me hierve la sangre cuando me hacen esos comentarios o preguntas.
La realidad es que el mundo no deja de girar y aquí te voy a dejar a ti, lector, una de mis mayores confesiones y de las más íntimas: me siento completamente en el limbo y nunca sé qué contestar ante esos comentarios. Mi primera reacción es enojarme y ser brusca, pero en el fondo no me he decidido hacia dónde quiero llevar mi vida en ese sentido.
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Admiro mucho a todas las mujeres que son madres, a todas aquellas que decidieron tener un bebé sin importar la forma o el método. Admiro también muchísimo a todas aquellas mujeres que decidieron que ese no era su camino y que no son, ni serán mamás. Esa decisión es una de las más importantes para nuestras vidas, y en general, para todos los seres humanos.
Pero ¿por qué me molesta tanto que me pregunten cuando querré ser yo mamá? Por un lado, me enoja porque pareciera que todavía en este siglo se nos sigue mirando como una incubadora lista para, en cualquier momento, traer un bebé al mundo, o como aquel sujeto cuidador que nació para reproducirse, criar a alguien y morir siendo madre. Jamás he escuchado esa constante pregunta hacia los hombres.
A veces digo que no me veo en el futuro teniendo un bebé en brazos y entonces las críticas se hacen más violentas. Entiendo que,
biológicamente, nuestro cuerpo está diseñado para gestar un bebé y para permitirse dar a luz, pero nuestra mente podría no estar
preparada o segura de querer hacerlo. Como ya lo mencioné, es una decisión muy importante.
Hay mujeres que desean ser madres y lo llevan a cabo mediante tratamientos especiales, o no pueden hacerlo de la manera tradicional; mediante la fecundación del óvulo por un espermatozoide a través de una relación sexual y la sociedad decide que estas mujeres deben ser criticadas y llevar el sesgo de no haber sido madres de manera “natural” o de la manera impuesta por el sistema político y religioso que nos rige.
Ocurre lo mismo con las mujeres que deciden ser madres y trabajar, o con aquellas que eligen ser madres y mantener una vida social. Las madres solteras también enfrentan críticas (a pesar de que eso no sea su culpa) y tanto las que tienen a alguien que las apoye, como las que no, se ven afectadas. En resumen, parece que la sociedad critica a toda madre que decide no dejar de ser mujer.
El sistema neoliberal en el que a las mujeres les toca ser madres nos vende la imagen de una “superwoman” profesionista, soñadora, sensual, independiente, rebelde, que es buena esposa y ama de casa. A las mujeres que deciden no ser madres la carga les viene en contraposición: se esperará mucho más de ellas en el ámbito laboral, social, personal, y he escuchado que hasta en el sexual. Suena absurdo, pero tristemente, no lo es.
Entre más leo y más escucho todo lo que es y no es la maternidad más me siento en el limbo, genuinamente sé que puedo hacer todo y aun así llevar la crianza de mis hijos, pero ¿eso es suficiente?, ¿es suficiente demostrar que puedo viajar, trabajar, ser esposa y madre al mismo tiempo?, no me malinterpretes, yo sé que es posible, aunque soy consciente que no debería de ser así, pero ¿será suficiente para mí?
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Quizá las madres que me lean puedan decirme que sí lo es y que es muy bello, y las que no lo son me dirán que ellas se sienten
satisfechas con su decisión. Me da mucho gusto que sean libres de tomar todas las decisiones que quieran y me da gusto que hoy
también existan los recursos para tomar mejor esa decisión.
Soy consciente de mi privilegio y de toda la desigualdad que existe en el mundo, también entiendo que apenas estamos dando esos pasos importantes para la legalización de un aborto seguro, y el avance de las campañas de planificación familiar es increíble, pero diario me pregunto si en mi vida, en mi cabeza y en mi mundo toda esa información y esos libros y experiencias escuchadas serán suficientes para mí. O si de repente llega una epifanía que me haga tomar, o no, una decisión antes de ya no poder hacerlo.
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