Bien, sostuve ya que el Derecho es constructo social, la sociedad construye su propio Derecho. Aunque también el Derecho es práctica. Lo cual implica reconocer que el Derecho es una experiencia, una experiencia social ¿es lo mismo? No. Un constructo se impone, una práctica se vive.
Cualquier persona tiene dentro de su ideario individual una serie de definiciones; de respuestas a las preguntas que más se han estudiado desde la teoría, la ciencia y la filosofía del Derecho.
Sirva este párrafo para aclarar que el Derecho puede estudiarse desde cualquiera de estas perspectivas.
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A la teoría le corresponde el estudio sistemático y analítico de los principios, conceptos y estructuras que forman el Derecho.
A la ciencia le dejamos el análisis y estudio sistemático de las normas jurídicas vigentes en un sistema jurídico determinado.
A la filosofía, la reflexión filosófica sobre la naturaleza del Derecho, su legitimidad, fundamentos éticos, y su relación con otros valores.
Dicho sea de paso, cada una de las anteriores perspectivas puede vincularse con una determinada escuela de pensamiento jurídico (véase: “Definiciones” disponible en: link).
Sigo, es demasiado arriesgado (y hasta peligroso) sostener que sólo los abogados manejan el Derecho. Incluso, el Derecho es algo tan importante como para dejarlo en manos (solo) de los abogados.
A propósito, no es lo mismo un abogado que un jurista. Recurriendo a una metáfora de mi maestro Arnaldo: los abogados son algo así como los mecánicos automotrices; uno puede detectar que hay fallas en el funcionamiento mecánico de su vehículo y entonces recurrir con un mecánico automotriz. Él va a trabajar con nuestro motor, jalará algunos cables y quizá, de ser necesario, desmonte el mismo para poder realizar lo que demande su arreglo. En cambio, si fuese necesario rediseñar el propio motor, e incluso el propio vehículo, un mecánico automotriz no sería suficiente, habría que dejar el trabajo en manos de un ingeniero automotriz, y eso es lo que somos los juristas.
Continuando con la metáfora, los mecánicos del Derecho tienen su taller en los juzgados, sus herramientas son las normas y su práctica exige por tanto el conocimiento de las mismas. En cambio, los ingenieros del Derecho trabajamos desde otros espacios, a veces escritorios, otras, salones y algunas veces Tribunales, de ser necesario desmontamos los conceptos, los desarmamos y a veces los volvemos a construir, otras tenemos que desecharlos y hacer nuevos conceptos, nuevos vehículos jurídicos.
¿Entonces dejamos el Derecho en manos de los juristas? No necesariamente. Decía que cualquier persona puede y de hecho tiene una concepción de los postulados fundamentales del fenómeno jurídico. En consecuencia, el Derecho es de las personas. No (solo) de los abogados, ni de los juristas.
¿Qué hacemos entonces con los abogados y los juristas? ¿Deberían desaparecer, no lo crees? No, no. Tampoco estoy diciendo eso. Sostengo en cambio que necesitamos los unos de los otros; pues los destinatarios últimos del Derecho (incluso a nivel normativo) son las personas. Hacemos Derecho para las personas, incluyendo a las personas no humanas —estoy pensando en los animales, a quienes recientemente se les ha declarado seres sintientes; capaces incluso de integrar familias—
Oye, la pregunta inicial sigue sin respuesta ¿por qué es importante hablar de Derecho? Porque acabas de hacerlo. Lo hacemos (casi) todo el tiempo. Más allá de este texto, más allá de las nomas, de los juicios, de los trajes y los pomposos arquetipos de abogados y juristas.
Desde que nos despertamos estamos recurriendo al Derecho. Por ejemplo, al apagar tu alarma del despertador; el propio uso horario atiende a una regulación internacional del tiempo mismo. No es casualidad que hayamos convenido recientemente en México acerca de la desaparición del «horario de verano». El tiempo —así como el Derecho— es una construcción.
Voy más allá, la palabra persona es también una categoría conceptual propuesta por el Derecho. No hay que olvidar que estamos hablando del saber social de mas larga data, antes de hablar de historia ya hablábamos de Derecho.
Persona comparte el étimo con personaje; que a su vez significa máscara. Pues el Derecho se valió del Teatro para postular esta categoría. En consecuencia, Teatro y Derecho son dos caras de la misma moneda.
Actuamos, lo hacemos cuando hacemos Derecho. Hacemos Derecho cuando actuamos. Una relación recíproca.
Voy al caso, nunca somos los mismos; ni yo lo era cuando empecé a escribir esto ni tú lo serás al terminar de leerlo. Cambiamos. Pero hay que ir más allá, no somos los mismos, ni nos comportamos de la misma forma cuando estamos cada uno en nuestro trabajo, que cuando estamos con nuestros amigos; tampoco somos los mismos entre nuestros distintos grupos de amigos. Cambiamos.
Ese cambio, es el cambio de máscara, cambiamos de máscara según el escenario donde haya que presentarnos. No. No es “malo” ni tampoco “hipócrita” o “doble cara”. Tan solo es propio de nuestra dinámica personal. Cambiamos porque no podemos dejar de cambiar; incluso a nivel celular no somos los mismos de un momento a otro. Estamos aquí para dejar de ser/estar allá; y estamos allá para dejar de ser/estar aquí. Actuamos/cambiamos.
Cambiemos pues de Derecho, actuemos como queramos que se aprecie la obra en su totalidad, que ni es obra ni es total. Pues nunca podríamos abarcar la totalidad ya que la misma es inacabada por experiencia (pues la totalidad solo es concebible en nuestra imaginación). Si la totalidad lo es todo, también lo es nada. Por tanto, Inacabada. Cómo el Derecho.
¿No hay límite en el Derecho entonces? Sí. La gracia está en encontrarlo, en determinarlo, en saber preguntarnos ¿cuándo algo deja de ser Derecho para ser otra cosa? No lo sé. No saber es también una respuesta “sólo sé que no sé nada” ¿te acuerdas?
Necesitamos hablar de Derecho porque ya lo hacemos; por tanto, quizá la razón es más evidente que la (s) pregunta (s) ¿de qué Derecho hablamos? ¿A qué nos referimos cuando hablamos de Derecho? ¿Realmente hablamos de Derecho? ¿He hablado de Derecho aquí? ¿Tú qué dices? Te leo…
cacf