El ahora se deslizaba como una verdad que dolía hasta el alma, nada estaba lo suficientemente claro como para vislumbrar un horizonte que salvara de aquellos pensamientos que abatían a la esperanza con sus garras frías y sus dientes afilados.
Los murmullos custodiaban el andar, amenazando con picotearnos los ojos al mínimo resquicio de oportunidad; las inseguridades y certezas luchaban por ver quién tenía la razón, mientras recibía mi espíritu los daños colaterales de aquella guerra sin cuartel.
Necesitaba una vía de escape que me diera por lo menos un respiro, una oportunidad de encontrar el silencio, acallar aquellas voces que me asediaban sin descanso, que enturbiaban las aguas y manchaban la ruta, haciendo cada vez más difícil continuar.
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Una pausa sirvió para entender que aquellos malestares viejos en realidad no buscaban asesinarme, al contrario, exigían que les prestara atención para sanar y poder vivir sin que las lágrimas ahogaran a cada paso, permitiéndome avanzar.
El lugar correcto
Siempre nos dicen que estamos donde debemos estar, pero, ¿qué significa esto?, acaso aquellas palabras van dirigidas para que nos quedemos quietos en el lugar donde nos encontramos o quieren conducirnos a disfrutar el momento que estamos viviendo.
Los caminos que tomamos, ya sea por decisión o indecisión, por acierto o error, nos han llevado hasta aquí; el cúmulo de todo aquello que hemos hecho o dejado de hacer se vuelve síntesis en el ahora, que obtiene explicación de su existencia a través de la masilla del pasado que toma forma en nuestra memoria.
El contacto con el mundo exterior y las reflexiones que hacemos -por mínimas que sean- antes de tomar una decisión, nos condujeron a este punto; incluso aquellos encuentros que consideramos errores, han servido para esculpir nuestra realidad a la imagen y semejanza de nuestras más terribles y humillantes derrotas.
Las decisiones, consideradas buenas o malas, según la satisfacción o insatisfacción que nos hayan causado después de tomadas; los caminos, sinuosos o no, dependiendo de lo claroscuros que estos sean; las oportunidades que tomamos o aquellas que dejamos ir, enmarcan el ahora que se vuelve la síntesis de todo.
Nuestros planes
Estamos donde debemos estar, pero, cuando la vida se complica padecemos el ahora, nos lamentamos de nuestra suerte echándole la culpa a Dios, al Universo, al Destino, hasta a la misma suerte. Lo cierto es que no deberíamos tomar con tanta literalidad el mensaje, ya que conllevaría quedarnos quietos, perdiendo la capacidad de movernos, dejándonos a merced del ahora que podría acabar con nosotros sin que hiciéramos algo para defendernos, sin que pudiéramos cambiar el destino.
“El lugar correcto es el ahora, para caminar”, con esas letras, Natalia Lafourcade propone de cierta forma una reflexión sobre el ahora, que versa desde el enfoque de cómo nos haga sentir, estableciendo una perspectiva que atesora el silencio al reconocerlo como un refugio que ayuda a resolver si vale la pena seguir por donde vamos o quizás es momento de cambiar de rumbo, ya sea trazando en el lienzo un nuevo horizonte o tomando un descanso que nos ayude a sanar las heridas del pasado que habían quedado pendientes.
Si lo que vivimos actualmente nos hace sentir incómodos, es momento de cambiar, o por lo menos, debemos verlo como una señal muy clara de que tenemos que volver a las negociaciones con nosotros mismos, poniendo sobre la mesa aquello en lo que estamos dispuestos a ceder y aquello en lo que seguiremos siendo irreductibles.
Quizás aquella incomodidad busca empujarnos a que pongamos en una balanza el ahora, con la finalidad de decidir si seguimos así, o hacemos algo por cambiar aquel ahora, por otro que nos haga sentir mejor.