VERACRUZ, VER. - El Centro Histórico de la ciudad de Veracruz y las fachadas de sus edificios, callejones y calles, guardan muchas historias y leyendas que los jarochos cuentas a sus hijos, algunas tienen que ver con supuestos entes que se perdían entre la obscuridad de los pasillos y que atemorizaban a los habitantes.
Uno de los callejones del puerto de Veracruz que cuenta con una historia particular que los jarochos conocen, es el callejón de Libranos Señor, aunque el nombre oficial es Sebastián Holtzinger, los ciudadanos aún lo siguen llamando por su sobrenombre.
Este callejón se encuentra ubicado en el centro Histórico de la Ciudad de Veracruz, entre las calles 5 de Mayo, Francisco I. Madero y Miguel Lerdo de Tejada. En sus 10 metros de largo solo se puede ver la fachada de los edificios y un negocio de antojitos, al igual que las jardineras que ocupan gran parte del espacio.
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El historiador de la ciudad de Veracruz, Ricardo Cañas Montalvo, cuenta que el nombre de callejón de Libranos Señor nació a raíz de una leyenda que los habitantes contaban.
“Por la avenida 5 de Mayo se veía una mujer que entraba a ese callejón. Un lúgubre callejón que salía hacia la muralla de Veracruz. En una ocasión un caballero, de nombre Luis Vázquez de Guzmán, él vio a esta mujer, que supuestamente era la muerte” narra.
Cañas Montalvo narra que esta historia comenzó a tomar relevancia a finales del siglo 18, cuando Luis Vázquez, de origen español había llegado a tierras veracruzanas. El hombre con la finalidad de buscar lugares para divertirse pasaba las noches en el centro de la ciudad.
En esa época los negocios cerraban temprano y los callejones eran iluminados por candiles con luz tenue y la avenida 5 de Mayo era conocida como la avenida de las damas. Fue ahí donde Luis Velázquez vio a la mujer que recorría la calle y no dudó en alcanzarla, mientras le hacía halagos.
Un aroma dulce que se desprendía de la mujer, fue lo primero que lo atrajo, pero ese perfume se convirtió en un intenso olor putrefacto. Al alcanzarla decidió quitarle el velo que le cubría el rostro, lo siguiente que vio el hombre fue la silueta de una calavera.
Desde entonces los habitantes comenzaron a contar la historia que en aquel lugar aparecía la muerte junto con las almas que se llevaba al inframundo. Fue hasta mediados de los años 40 que se le cambió el nombre a Sebastián Holtzinger, un marino que tuvo una destacada actuación a bordo de las unidades de la Armada Nacional.
mb