#RETRATOHEREJE

El futuro ya no es lo que era

Con Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum rumbo a la carrera presidencial cualquier desenlace es posible, porque el futuro ya no es lo que era. | Roberto Rock

Escrito en OPINIÓN el

Yo no habrá un bastón de mando, símbolo de control; tampoco, un báculo, que proyecta autoridad moral. Ni siquiera un cayado, para conducir a los rebaños. La reciente evolución de los escenarios políticos desnuda –nueve meses antes de las elecciones generales– que es inviable el guión del presidente López Obrador para tener una sucesión tersa, a su medida y semejanza. Y eso, hay que decirlo, resulta una buena noticia para todos. Incluso para Morena y su virtual candidata, Claudia Sheinbaum.

Entre los lectores de esta columna sobrarán críticas por asumir que la señora Sheinbaum será ungida esta semana. Lo será por decisión de Palacio, que alentó o toleró el flujo de decenas, quizá cientos de millones de pesos para apuntalar a la exjefa de Gobierno de la ciudad de México. De las corcholatas, sólo ella contó con despliegue de seguridad y de tareas de inteligencia para acompañar sus desplazamientos por el país. Sí, es Claudia.   

El cambio de baraja que se impone tras la eficaz definición de la candidatura de Xóchitl Gálvez como abanderada de la oposición trastorna la trama confeccionada desde Palacio

Para sumar sanas cuotas de incertidumbre –bienvenidas tras años bajo la narrativa de un solo hombre–, presenciamos fricciones en Movimiento Ciudadano (MC), que parecieran rebasar las figuras del dirigente Dante Delgado y del gobernador jalisciense Enrique Alfaro. En ese jaloneo se dirimirá la sucesión en Jalisco, desde luego, pero más importante que eso, el rol de MC ante el relevo de López Obrador. ¿Será verdadero opositor o comparsa embozado?   

La causa de la señora Gálvez ha construido un bloque de alianzas –algunas no del todo claras– que acumula ya varias proezas: la convenció de virar sus aspiraciones desde la Ciudad de México hacia la Presidencia; logró presentarla ante el país como la rival más fuerte contra la doctora Sheinbaum; sometió al impresentable Alejandro “Alito” Moreno para desfondar la postulación de Beatriz Paredes –aún no sabemos lo que cobrará por ello–. Y sentó las bases para un entusiasmo popular –al estilo Vicente Fox, podría decirse– del tipo que surge desde los márgenes y desborda expectativas, con una profundidad que sólo se revela a cabalidad días antes de la cita con las urnas. 

Todo ello bastaría para entender que cualquier desenlace es posible, porque el futuro ya no es lo que era: Claudia Sheinbaum no tendrá una marcha triunfal rumbo a la Presidencia, ni López Obrador dictará el diseño de la siguiente etapa de un movimiento que podría deshilvanarse hasta ajustarse a las dimensiones naturales de un partido político: Morena, con múltiples polos de poder, en cada estado donde sea gobierno. Como en los buenos (y los malos) tiempos del PRI.  

Si la señora Sheinbaum ganara la Presidencia (lo incierto construye democracia), es muy probable que encare un Congreso federal donde Morena y sus satélites no tendrán mayoría, y que el resto del mapa electoral arroje contrapesos adicionales entre la suma de gobiernos estatales morenistas, Congresos locales (se renovarán 31 de 32) y de ciudades clave en el equilibrio de poder. Nadie más podrá utilizar la retórica autocrática actual, no tendremos un emperador (en este caso, emperatriz) sexenal, como lo describía Daniel Cossío Villegas. Nadie podrá decir que habla en nombre de todo el pueblo sólo para manipularlo. Habría entonces no una solución total a nuestros problemas, pero sí una atmósfera para debatirlos entre todos. Oxígeno.