LEYENDA DEL CALLEJÓN DEL BESO

El Callejón del beso: ya no es por amor, ahora es por dinero

La avaricia del padre de Doña Ana volvió al Callejón del beso. La historia de amor de la histórica callejuela es ahora un relato de pleitos por dinero. Antes era amor, ahora es por dinero.

Escrito en GUANAJUATO el

Guanajuato-. La leyenda del Callejón del beso terminó en la desgracia entre dos amantes, en la que un padre acabó con la vida de su hija Doña Ana, por su afán de riqueza. Un día resurgió la avaricia del padre entre los fotógrafos guanajuatenses y la propietaria de la casa del balcón de Doña Ana. Los retratistas entraron en una discusión que concluyó en agresiones puñetazos y con la clausura de la icónica callejuela.

Una historia de amor que terminó en tragedia en una de las callejas de Guanajuato, finalizó por ser un pleito comercial entre fotógrafos y la propietaria de uno de los balcones. Se disputaron el lugar para ganar más dinero a costa de los enamorados que buscan imitar el último roce de los labios de Doña Ana y Don Carlos.

La tragedia sucedió en el Guanajuato colonial, cuando la ciudad gozaba de bonanza económica debido al auge de la minería y empezaba a edificarse como una joya de la arquitectura enclavada entre las montañas y entre los ríos.

Cientos de personas asisten a tomarse la icónica fotografía de dos amantes en el Callejón del beso/ Foto: Agencia Cuartoscuro

La Leyenda del Callejón del beso

Sobre este escenario del México novohispano se dio el amorío entre Doña Ana y Don Carlos. A era una noble doncella hija de un acaudalado y fiero hombre que, por ser su hija tenía todo control sobre ella. Y su enlace nupcial era cosa de negocio.

Un día Doña Ana asistió a misa y, en el templo, tras el fugaz cruce de una mirada, conoció por primera vez a Don Carlos. Cupido, el niño pequeño con alas dio un certero tiro de flecha. Ambos quedaron flechados y eternamente enamorados.

Una pareja en una muestra de amor en legendaria callejuela en donde alguna vez se vieron Doña Ana y Don Carlos/ Agencia Cuartoscuro

Don Carlos era minero, no tenía una posición de nobleza que le permitiera pedir la mano de Doña Ana ante su padre. Los dos se pusieron de acuerdo. Se vieron a escondidas: en la discreción de la noche en las callejas, a la tenue luz de los faros de antorcha y cielo colmado de estrellas.

Un día el padre se dio cuenta del sentimiento que ambos se tenían, del amor que ya había aflorado. Los vio. El principio del final. Amor prohibido. Tragedia. Les prohibió verse. Él tenía planes para Doña Ana: llevársela lejos de Guanajuato y casarla con un viejo noble de la península española.

La encerró como a las princesas de los cuentos y el enamorado buscó la forma de ver a la mujer de sus pensamientos, Don Carlos observó que la ventana en la que Ana estaba daba a una angosta callejuela y justo enfrente de otra finca, ambos se verían allí. La compró en pesos en oro de la época.

Doña Ana y Don Carlos estuvieron frente a frente para darse besos. Los dos resolverían el matrimonio negociado. ¿Se escaparían juntos a la naturaleza en la sierra? ¿Dejarían Guanajuato? ¿Qué pudo ser? Pero no fue. Una noche. El padre de Doña Ana los descubrió.

El hombre cegado por una violencia incontenible, sacó una daga, y rápidamente la hundió en la delicada espalda de su hija. Esa noche Don Carlos le dio último beso en vida a Doña Ana, un beso que finalizó en la muerte mientras su existencia se apagaba ante sus ojos. Desde entonces se llama: El Callejón del beso.

Han pasado los siglos y la leyenda quedó grabada en ese espacio reducido de una celleja. Desde entonces las parejas de novios o esposos o amates, acuden con devoción a tomarse la fotografía como si se tratara de la reliquia de un santo. Asisten a enmarcar el que cariño que se sienten por el precio de una fotografía imitando ese último beso, a que su amor quede intacto.

Por el pleito entre propietarios y fotógrafos con tal de sacar un beneficio económico, el Ayuntamiento de Guanajuato tuvo que intervenir y, ante las reiteradas advertencias del alcalde de ese entonces Alejandro Navarro para llegar a un acuerdo, mandó a clausurar el tradicional Callejón del Beso.

Clausura del icónico Callejón del beso por el Gobierno Municipal de Guanajuato/ Foto: Agencia Cuartoscuro 

La dueña del balcón de Doña Ana, cerró la propiedad, evitó su entrada a las amantes, desde entonces de manera periódica cierra la puerta de la casa y pone cartulinas con la leyenda: "Murió la ley”.  Expresó que ha denunciando penalmente a los fotógrafos por acoso. Hasta que el problema se volvió más álgido entre propietarios y retratistas.

La leyenda de aquel secreto de amor terminó en: explotación comercial, intimidación hacia la propietaria del balcón de Doña Ana, en un pleito a golpes por los derechos del lugar, en una barda de tablones con carteles de clausura: “Suspensión de obras como medida de seguridad”.

Todo por la avaricia de un fin económico, el mismo por el que el padre de Doña Ana mató a su propia hija. La avaricia del padre de Doña Ana volvió al Callejón del beso. La historia de amor de la histórica callejuela es ahora un relato de pleitos por dinero. Antes era amor, ahora es por dinero.