Esta frase o expresión, la encontramos en un pasaje bíblico y significa por lo general, que uno recibe o experimenta el mismo daño que hizo a otro u otros. Y es exactamente lo que sucede hoy en día, con el impresentable presidente de México, López Obrador. ¿Cuántos años se pasó criticando y señalando los errores de gobiernos, políticos y mandatarios nacionales?
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A casi 10 años de una marcha convocada en solidaridad con los normalistas de Ayotzinapa. El 8 de noviembre del 2014, aproximadamente 15 mil personas rechazaron la versión del gobierno de Peña Nieto, que sugería que los 43 normalistas habían sido asesinados y quemados en el basurero de Cocula. La indignación nacional e internacional era enorme.
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Tan sólo habían transcurrido un par de meses, que el crimen había sido perpetrado y en la marcha la rabia era mayúscula. Los gritos de los manifestantes de ¡Fuera Peña! ¡Fue el Estado! y ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos! Las consignas retumbaban en el zócalo a todo el país. Los manifestantes golpeaban con fuerza el portón de Palacio Nacional, que finalmente prendieron fuego.
Mientras el entonces líder de oposición, criticaba enfurecido al gobierno de EPN y pedía la salida del presidente Peña Nieto, “si tuviera dignidad, tendría que renunciar” decía el demagogo político tabasqueño. Y derivado de estos hechos que conmovieron y escandalizaron a la sociedad mexicana, el “mesías tropical”, prometió a los padres de los estudiantes, que, de llegar al gobierno, promovería una intervención de la ONU, para esclarecer la desaparición de los jóvenes.
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López Obrador, se trasladó a Iguala y anuncio la creación de una comisión de la verdad y terminó vitoreando a los jóvenes desaparecidos en pleno mitin político: ¡Qué vivan los 43 jóvenes desaparecidos! Todo esto, ante la presencia de los padres de los estudiantes y se comprometió con los familiares de las víctimas de Ayotzinapa a esclarecer lo sucedido.
A más de cinco años después, ya como presidente de México, el autoritario mandatario no quiere tener una reunión con los familiares de los desaparecidos, calificando lo sucedido esté miércoles, como “provocación” el haber tirado una puerta de Palacio Nacional. Y como siempre lo hace AMLO, desvirtúa la realidad de lo acontecido, diciendo que hay “mano negra” de la oposición.
Con el grotesco pretexto de “no ensuciar la investidura presidencial”, se niega sistemáticamente a reunirse con los padres de los 43 estudiantes. Mientras tanto, el propio presidente de México, día a día se encarga no solo de ensuciar más y más la dichosa investidura que ostenta, sino que, la llena de lodo como ningún otro presidente lo ha hecho en los últimos gobiernos.
Los escándalos de todo tipo, la corrupción desbordada y encabezada por su propia familia, amigos y colaboradores escalan sin parar. Así como la impunidad que golpea a miles de víctimas, utilizando a la FGR cómo instrumento persecutorio contra los enemigos de AMLO. Han hecho que hoy en día, sea vista la institución presidencial como lo más negro y denigrante para el pueblo.
Y la violencia sin freno alguno, con cifras de muertos nunca visto en México, que suman los 175 mil homicidios en el país. En el gobierno de AMLO, se registran 95 asesinatos diarios y uno cada 15 minutos. De continuar esta espiral de la muerte, estaríamos llegando al fin del maldito sexenio con más de 200 mil homicidios.
¿Qué sigue? Más corrupción, impunidad, muertes, desabasto, descomposición desmedida de la sociedad si llegara a ganar Morena y su candidata Claudia Sheinbaum. El país ya no aguantaría 6 años más de lo mismo, de la mano de la nueva clase política corrupta y desmedida.
¿No cree usted?
Dr. Carlos Dìaz Abrego