No podía ser de otra manera. ¡Imposible! Si hablamos del partido en el gobierno, Morena, sus procedimientos, formas, maneras de hacer política, aún cuando se trate de procesos internos, las malas prácticas y golpes bajos, son el común denominador de todos sus militantes y simpatizantes. Hablar del Movimiento de Regeneración Nacional es sinónimo de transa, de “agandalle”, de buscar siempre la ventaja alevosa contra quién sea y cómo sea. El punto, es ganar a cómo de lugar o arrebatar, si es necesario.
En un sistema político tradicional como el nuestro, donde la transformación significa, hacer lo mismo de distinta manera, para que nada cambié y presumir el cambio político en modernización, cual formas y dimensiones democráticas de aldea, feudales, imperios burocráticos y oligarquías siguen siendo las mismas de siempre, pero diferentes en el discurso oficial. Morena aprendió de su pasado a mejorar las formas tramposas y corruptas de hacer política.
La corrupción, la división y la inestabilidad política partidaria ha sido el sello característico del partido en el poder, desde su origen y hasta la fecha. Alcanzar el poder de la manera casi absoluta que lo ha alcanzado Morena, ha representado para dicho instituto político la “canibalización” de sus miembros y simpatizantes, que se han sumado en jauría para arribar a toda clase de puestos políticos en el gobierno, en puestos de elección popular y claro está, dentro de la nomenclatura del partido.
Los intereses egoístas y la capacidad de mesías tropical -como lo denominó, Enrique Krauze- de AMLO, condujeron a la creación del partido Morena por una oligarquía de líderes de distintos partidos políticos, sobre todo del PRI y legitimada por los grandes empresarios de siempre, apostados a jugar a ganar con el que asume el poder político nacional, sumándose los cacicazgos-feudales que siguen presentes y co-gobiernan en todos los estados de la república, han creado ese monstruo llamado Morena.
Sin orden, sin rumbo, sin reglas de operación o del “juego”, a conquistar con el poder del acarreo, del dinero, de la tramposa manipulación de los pobres, que a cambio de recibir recursos públicos de los distintos Programas Sociales, son rehenes de la extorción de los “siervos de la nación” y del ejército de burócratas a las órdenes de la 4T y del mandatario de México, Andrés Manuel López Obrador, que avasallan a diestra y siniestra como perros rabiosos los votos para sus liderazgos.
Ahí están las imágenes grotescas de la convocatoria de Morena en Guanajuato del acarreo bestial y sin rubor alguno, para elegir consejeros. Da lo mismo hablar de cualquiera de los liderazgos del partido en Guanajuato, cualquiera de ellos y ellas, igual de corruptos y tramposos, que no vale la pena mencionar. Es la misma escoria local, que venida de otras entidades de la República, a querer adueñarse de los espacios que le pertenecen a los nacidos y residentes legales en el estado.
Quinientos pesos por afiliarse y emitir su voto, por el “líder” de Morena que los llevó hasta el centro de votación, sin saber el nombre por quién votar, salvo, con la ayuda de un papel, donde viene el nombre del supuesto político, que hace todo lo humanamente posible, por el pobre guanajuatense. Qué una vez que emite su voto, lo abandonan ahí en la calle y que se las arregle para regresar a su casa.
Ahora resulta, que su liderazgo formal en Guanajuato, habla de unidad y de ejemplo de diciplina, para aglutinar a las masas del partido y poder constituirse en una verdadera oposición seria y contender contra el viejo aparato del PAN, que gobierna desde hace más de 30 años, cómo partido hegemónico constituyéndose en una dictadura perfecta, en nuestro estado. La fragmentación de Morena en el ámbito nacional, se manifiesta en Guanajuato, sin ninguna duda.
Por más que quieran replicar los casos de éxito del partido de AMLO, en otras entidades federativas, en Guanajuato no han transitado, ni siquiera el propio caudillo de Macuspana ha podido ganar aquí en el estado. Mucho menos lo harán, pobres y mezquinos liderazgos que han demostrado su pobre valor moral, ético y político.
¿No cree usted?
Dr. Carlos Díaz Abrego