León-. Con sus rostros afligidos, con miradas condescendientes y las miradas tiernas de los niños, Jesús, el hijo de José y María, el Cristo Zapatero del Barrio de San Miguel fue juzgado y condenado a muerte por el Procurador de Judea Ponciano Pilato en el Jardín de San Miguel.
Isarael o “Ray”, como le dicen en el barrio, quien da vida a Jesús de Nazaret, se dispuso a cargar una gran cruz de madera, así partió rumbo a las calles de San Miguel; los legionarios romanos le propinaban azotes a su espalda, mientras que los espectadores veían con horror e imaginaban el castigo de Cristo hace más de 2,000 años: “¡Ay, le pegan bien feo!”, exclamó una adolescente.
Los vecinos de la Calle Independencia y otras calles aledañas del barrio observaron el suplicio, vivieron la Pasión de Cristo fuera de sus hogares y en las azoteas.
Los vecinos del Barrio de San Miguel querían guardar el momento y ser partícipes a través de sus teléfonos móviles buscando el mejor ángulo entre el gentío y llenar sus pantallas con el rostro bañado de sangre de Cristo con la corona de espinas puesta.
La multitud siguió a Cristo en su camino al calvario, los ladrones Dimas y Gestas le seguían detrás y eran martirizados por los soldados romanos. Los vecinos del Barrio salían de sus casas, desde sus ventanas, en las azoteas o en el pórtico de la puerta, para presenciar la Vía Dolorosa que este año cumplió 120 años de tradición en León.
El viacrucis se vivió entre los leoneses debajo de un sol abrazador y solo algunos nubarrones daban sombra a Jesús que caminaba con la cruz a cuestas y la presión a golpes de los soldados. Sobre la Calle Independencia se vivieron las tres caídas, y en el Jardín de San Miguel se recrearon los últimos instantes de vida de Cristo en la Cruz.
KD