DELINCUENCIA ORGANIZADA

Calle Rivera: la gran tienda de baterías robadas en León

Vendedor de autopartes garantiza: “compro robado, pero vendo cosas buenas”; son un eslabón de la cadena que perjudica a cientos de leoneses cada día

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Escrito en GUANAJUATO el

León.- “Yo nomás compro robado, a mis clientes no les robo”. Es la póliza de garantía de un vendedor de acumuladores en la popular calle Rivera, en el centro de León. Es ahí a donde van a parar la mayoría de las autopartes robadas en toda la ciudad, y es ahí a donde acuden las víctimas a recomprar lo que les falta a sus vehículos.

Principalmente se consiguen baterías, que son puestas en la banqueta a la vista de todos; los autoestéreos están dentro de los locales. Ya si uno va en busca de emblemas, molduras o tapones, le recomiendan ir a la calle República de Cuba, una cuadra más arriba, o al bulevar Vicente Valtierra.

Acumuladores esperando comprador, que quizás vuelva a ser el dueño original.

Un acumulador LTH que en el mercado legal le costó al dueño original aproximadamente 2,000 pesos, en la Rivera se consigue en 850.

Y así, adquiriendo en uno de los muchos puestos que funcionan abiertamente en las cuadras entre Constitución y Tamaulipas, se engorda al negocio de las autopartes robadas y el círculo sigue girando. A un ladrón de acumuladores le bastan dos minutos para dejar sin pila un automóvil; a la víctima le cuesta perder por lo menos un día y una cantidad de dinero que lastima a cualquier bolsillo.

La aventura de entrar a la Rivera

La calle Rivera a lo largo de seis cuadras corre paralela a la Miguel Alemán, entre Belisario Domínguez (a espaldas del Descargue Estrella) y la Chihuahua, justo detrás del Centro de Salud. Equivale a decir cosas robadas, drogas y prostitución concentradas en 500 metros, alternando con casas de familias trabajadoras, víctimas de la inseguridad y el ambiente sórdido generados tanto por quienes ofrecen como por la clientela.

Los acumuladores para vehículo se venden ahí a la vista de todos. Sin embargo, es muy arriesgado adentrarse en solitario; por eso hay quienes ofrecen compañía para el recorrido: por 25 pesos “o para un refresco”, María sirve de escolta.

Adentrarse en la calle Rivera es un riesgo, por los negocios que ahí se mueven.

Ella es una mujer cuya apariencia la hace pasar como asidua de los establecimientos del rumbo; no la venta de robado, sino los hoteles de paso en y las casas de venta de droga. En fin, María hace el papel de Virgilio guiando a Dante y se gana lo de “un refresco”.

Es difícil conseguir que los vendedores de baterías reduzcan sus precios. El que vende la de Vocho en 850 pesos defiende: “A ver en cuánto la consigues aquí con Bustos (la principal tienda proveedora del mercado legal)”. Y la batería de origen dudoso queda, ya regateando, en 800.

“Los que se las roban me las dan en 650, casi no le gano”, admite el vendedor.

Un acumulador ya más grande, para camioneta, que con Bustos cuestan más de 2,700 pesos, se encuentran en el mercado negro a 1,400. Y lo mismo, luego de un difícil regateo, se obtiene que el vendedor reduzca 50 pesos a su precio inicial.

A mitad del almuerzo, entre taco y refresco, se cierra un trato.

Hay que recorrer todos los puestos que hay en tan solo dos cuadras, entre la Constitución y la Reforma, para darse cuenta de que los vendedores forman parte de un mismo grupo. Sus precios son uniformes y, si uno no contrató los servicios de la guía, será seguido a corta distancia por un hombre que intentará todo menos ser discreto, en actitud intimidante.

Los vendedores no se ocultan, todos saben que existen, y nadie les impide continuar con su actividad que forma parte de un ciclo que lastima a decenas de leoneses cada día.

 

CV