Cuando una ciudad se vuelve fantasma la energía solitaria se siente en cada paso. Los locales están cerrados, los colores de las fachadas son opacos y su pintura desgastada. Así es el ambiente en la calle 20 de enero en la colonia Obregón, alrededor de lo que un día fue el Hospital General de León.
Por la calle normalmente caminan adultos mayores, los que habitan la colonia antigua
La señora Lucía tiene una hija enferma, y cuando se enteró que las instalaciones del hospital ya no serían ahí tuvo que trasladarla a la colonia San Carlos, en donde está ahora el Hospital General. Ella cuenta que es como si se tratara de un lugar fantasma porque la zona está muy sola.
“Es como una ciudad muerta. Ya cerraron todos, hasta la paletería que está aquí enfrente; se quedó muy solo. Mi hija y yo nos fuimos para el nuevo hospital, pero vivo por aquí. Las calles están muy solas, de hecho ya no hay tantos indigentes, porque aquí se juntaban los viciosos y algunos borrachitos para que les dieran de comer”.
Así luce el Hospital General, solo ocupan el área de Patología
Las puertas del hospital están cerradas. Y en sus paredes azules se lee: “Después de 102 años el Hospital General que conoces evoluciona. Traslados del hospital del 22 al 26 de julio” (2019). Este es el anuncio que acabó con las ilusiones de muchos comerciantes y emprendedores, gente que se hizo a la idea de que sus ventas disminuirían, como Rubén, un chico que vende equipo médico a unas cuadras del extinto hospital.
Este negocio cerró y ahora colgaron un anuncio sobre la venta de pasteles
“La verdad si está más solo. Antes pasaban muchas personas por aquí, muchos carros. Las ventas sí disminuyeron, pero lo que nos hace seguir es que muchos clientes ya identifican la calle y saben que aquí encuentran material hospitalario”.
Las paleterías y negocios de comida rápida también se esfumaron
Caminar por la calle 20 de enero significa temor para algunos vecinos. Pues platicaron que los delincuentes aprovecharon la soledad del lugar para asaltar a quienes pasan por ahí. Esto sucede a unas cuadras del extinto hospital, pues afuera del inmueble hay patrullas y una caseta de policía que vigila el lugar todo el día, según la gente.
La mayoría de las farmacias están cerradas
Al parecer los más afectados con este cierre fueron los dueños de las farmacias. Aquellos que tuvieron que desechar sus medicamentos o empacar maletas para buscar un nuevo local de renta. Un vendedor aseguró que en la cera cercana al hospital había 24 cortinas, y solo quedan dos abiertas. Los demás negocios tienen letreros grandes con el anuncio de: “Se Renta”. Otras cortinas no tienen avisos, solamente puertas empolvadas y anuncios de su viejo comercio.
“Uhh sí, nuestras ventas bajaron muchísimo. Antes venían los pacientes o los enfermeros a almorzar, ahorita son contadas las personas que vienen a sentarse. En el hospital solo quedó un área, están los de Patología, pero los demás se fueron. Tenemos la esperanza de que llegue algo nuevo que nos mejore esta racha”, contó la señora María, que vende almuerzos.
Los taxistas se reúnen en su base, frente al hospital
Así como la señora María se vio afectada, los taxistas también tienen una historia que contar. Frente al extinto hospital hay una glorieta, y justo en medio de ella está la base de taxis. En la que se reúnen unos cinco conductores todas las mañanas para “agarrar algo”, platica el señor David.
“Nosotros aquí tenemos nuestra base, aquí esperamos a que caiga algo. Pero si cerraron muchos negocios, ya no es lo mismo. Lo que ahora hacemos es que traemos a los doctores o enfermeros que están en el nuevo hospital, nos marcan para que pasemos a recogerlos, ya son nuestros clientes. Y nos quedamos aquí porque es una zona céntrica para ver si alguien quiere el servicio o nos avisan los encargados si hay algún viaje, ya de aquí nos vamos”, comenta don David mientras ve la señal de un nuevo cliente.
En esta caseta se resguardan los policías que vigilan los alrededores de la calle 20 de enero
El extinto hospital se volvió un refugio para quienes pasaban sus días ahí. Afuera del lugar había casas de campaña y cobijas que la gente llevaba para pasar la noche. En ocasiones algunos voluntarios servían café y regalaban pan para los familiares de los enfermos. En días de reyes, en navidad o alguna fecha festiva era el pretexto para hacer labores altruistas. Esta situación la aprovecharon los indigentes, fue ahí cuando comenzaron los problemas, comenta Berenice, trabajadora de una funeraria cercana.
“Pues ahora la zona está muy tranquila. Si hemos notado que no hay muchas ventas, pero por otra parte está mejor porque antes había riñas entre la gente que estaba afuera del hospital. A veces se peleaban los indigentes, y le gritaban a la gente, eso pasaba cuando venían a repartir comida”, menciona Berenice.
Esta es la tienda de la señora Alejandra, una de las vecinas
Muchos vecinos no estaban de acuerdo con la partida del hospital. La señora Alejandra, es dueña de una tienda y aseguró que sus ventas “cayeron” desde que cerraron. Incluso ella y sus vecinos recolectaron firmas para evitar este cambio. Mencionó que las autoridades municipales les notificaron unos meses antes sobre la mudanza. Pero doña Alejandra veía venir una decadencia que se cumplió. No hacía falta ser profeta para saberlo.
“Todo está bien muerto. Mis ventas cayeron muchísimo, de hecho estamos pensando si seguir o no porque tenemos que pagar luz, agua, renta, y no sé si nos convenga. Como está muy solo a veces los ladrones aprovechan y asaltan, incluso se meten a las casas, se brincan a las abandonadas para asaltar a las que están habitadas y robar. Nos da miedo que esté así de solo, esperamos que llegue el nuevo hospital para que esto mejore”, cuenta la señora Alejandra con una mirada de desesperanza.
Las cortinas de los locales cercanos están empolvadas y cerradas
Una de las vecinas aseguró que la Farmacia Isseg también cerró. Desde diciembre tomaron sus pertenencias y se cambiaron. La casa de donación Caritas dijo adiós a unos meses de la extinción del hospital. Ahora los indigentes o la gente de bajos recursos tiene que tocar una ventanilla pequeña, por ahí se asoma un señor que está al pendiente de ayudar a la gente.
Algunos optaron por rentar sus locales
La gente estaba tan familiarizada con el Hospital General y sus rumbos que crearon un paradero con su nombre, a unas cuadras del inmueble. Ahora la estación de la oruga está vacía, las rampas de la entrada están solas. Una o dos personas son las que transitan por ahí. Los negocios fueron cerrando de uno en uno, como si se tratara de un pueblo que se desaparece junto con su esencia. En el lugar solo quedan recuerdos de lo que un día fue el Hospital General de León.
El paradero cercano al hospital está vacío, pocas personas abordan los camiones ahí