León-. Es una representación de Jesús de grandes dimensiones, con su larga cabellera negra, con la misma expresión de Cristo, hace más de 2,000 años: de perpetúa tristeza, con la misma corona de espinas e hilos de sangre cortándole el rostro. Hoy los purimenses le guardan devoción en La Judea en Purísima de Bustos.
La multitud sale a las calles para ver al Cristo de las tres caídas en la procesión que se hace cada año cuando sale del Templo del señor de esquipulas rumbo a la Parroquia principal en el centro de Purísima.
Los niños observan con asombro al Cristo de las tres caídas, quizá se imaginen lo que vivió el dulce señor de Nazaret cuando los soldados romanos le castigaron a latigazos haciéndolo caminar rumbo al Gólgota con la cruz a cuestas en la que después iba a morir.
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Iraís Monserrat Reyes Toledo, Cronista del municipio de Purísima de Bustos, dijo a La Silla Rota que se trata de un elemento simbólico: “Es una escultura de rito con movimiento, una escultura de culto”.
Para los purimenses el Cristo de las tres caídas es un elemento de devoción, explicó Iraís: “Para nosotros es algo muy simbólico que forma parte de una de nuestras tradiciones más relevantes, creo que también es de las más antiguas que tienen el municipio de Purísima. Esta pieza ha de ser más antigua que la propia tradición de la Judea, ya que este tipo de piezas eran muy comunes en la época colonial”.
La historiadora explicó que la figura de Cristo es una figura que lleva alrededor de dos siglos en Guanajuato, de principios del siglo XIX. “Es una pieza muy antigua. Algunos escritos se la atribuyen a Hermenegildo bustos”.
Las representaciones de Cristo eran comunes en los templos y parroquias del México colonial, precisó la Iraís, se mandaban a hacer en el viejo continente: “Posiblemente ni siquiera se haya realizado aquí en Purísima y quizás tampoco en lo que era México, la nueva España, traían muchas piezas de Europa. Hay en diferentes partes de la República piezas muy parecidas y que se utilizan igual en Semana Santa”.