Guanajuato-. Jesús Hernández Hernández, atleta paralímpico, sueña todavía con ese día, en el que ganó la medalla de oro, se le eriza la piel: lo recuerda con nitidez. Era un 28 de agosto, se celebraban los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. Ese día la carrera en los 150m combinados duró 2 minutos con 56 segundos y 99 centésimas, en ese lapso de tiempo su vida cambió como persona y como deportista.
Ese día compitió con dos australianos: Ahmed Kelly y Grand Patterson. Jesús Hernández expresó que “Los australianos siempre se llevan las medallas”. Ese día, en medio de la carrera, dudó, su mente le jugó en contra, dudaba si realmente le podría ganar a dos hombres habilidosos, como él, en el agua. Al final quedó campeón y trajo la medalla de oro para México.
No podía creerlo, había cambiado el nado de pecho a dorso, braceaba con fuerza, sus brazos rompían la pantalla del agua. La respiración le costaba cada vez más, luchaba contra la densidad acuática y se concentró en un punto entre la línea de la superficie del agua y el escenario y dentro de sí mismo “Enfrente… Enfrente…. Enfrente… Ganar… Ganar… Ganar…” Y Jesús Hernández se impulsaba al frente con la determinación de que ese día estaría en el podio del primer lugar.
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“Kelly era el mejor, una flecha para cerrar”. De pronto a Jesús le vinieron a la mente sus padres, a ellos les debía todo lo que es él, a Elpirio Beltrán y Martha Dominga. Recordó todo en cuanto tuvo que pasar para estar allí disputando una medalla contra los mejores atletas paralímpicos del mundo.
“Donde se pone la atención es en donde se va la energía” pensó Jesús Hernández. Tocó los últimos cinco metros y Kelly el australiano ya venía detrás cortando el agua precipitadamente como un tiburón al acecho: “Lo que tenía que cerrar fueron los últimos 15 metros”.