Lo encontré en una tienda de Seven Eleven en Texas. Un llavero de Ovidio Guzmán López -el hijo del Chapo Guzmán-, como un simpático souvenir de la locura. Un recuerdo de la absurda guerra del narco que no tiene fin, ni en México, ni en Estados Unidos.
¿Hasta dónde hemos llegado?
Al punto de que la fotografía de Ovidio Guzmán sea un recuerdo para llevar en el llavero como un artículo de moda, como si fuera una imagen de Mickey Mouse o una Torre Eiffel o una estatua de la Libertad. El souvenir mexicano no es un sombrero o un huarache o un chile -como era antes-, ahora lo más gracioso es llevar la foto de un narco.
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Estamos perdiendo la guerra del narco. Y no solo en la distribución de drogas y en el aumento del consumo, sino también en la guerra de la simpatía pública. Las series de televisión más exitosas son las de narcos (El Señor de los Cielos, La Reina del Sur), las canciones más populares son los narco-corridos y el cantante de moda se llama Peso Pluma y le canta abiertamente a Joaquín el Chapo Guzmán. Los narco-corridos tumbados ya derrotaron al reguetón en las reproducciones de Spotify, y Peso Pluma es el cantante más escuchado del mundo hispano, por encima de Bad Bunny.
La narcocultura penetra las sociedades, en México y en EU. En esa misma tienda de Texas encontré a la venta un aromatizante para carro del Chapo Guzmán (afortunadamente no con el aroma de El Chapo, sino con olor a coche nuevo), y un cordón porta-gafete del capo colombiano Pablo Escobar Gaviria. Lo más grave es que los suvenires del narco se venden mucho. El llavero de Ovidio cuesta 4 dólares. El aromatizante del Chapo vale 6 dólares.
Los narcos como símbolos de rebeldía. Los mafiosos como artículos de moda y cultura popular, casi como Frida Kahlo o como el Che Guevara, héroes latinoamericanos que aparecen en camisetas y calcomanías.
Los narcos se están convirtiendo en héroes del mal. En lugar de condenarlos y despreciarlos, los muchachos los admiran y los imitan en su forma de vestir y de andar por la vida. El narco va ganando. El narco se está convirtiendo en parte de la normalidad. El narco se incorpora a nuestras vidas en forma de música, series de televisión o suvenires chistosos que hacen reír al más serio.
CM