FESTIVAL INTERNACIONAL CERVANTINO

Ebrios en el Cervantino: el espectáculo fuera de cartel

La "cruz" cíclica de los habitantes de Guanajuato: en cada festival la ciudad se les llena de visitantes que llegan a todo, menos a aprovechar la oferta cultural de la capital del estado

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Guanajuato.- Deambulan por callejones, solitarios o en pareja, pero sobre todo en grupos. Son jóvenes llegados de otros municipios y de otros estados, que vienen a la capital guanajuatense “al Cervantino”.

Quizás se topen con alguno de los espectáculos culturales, una puesta en escena al aire libre, o tal vez hasta consigan un lugar para las presentaciones en la Alhóndiga.

Pueden encontrarse con un evento en los Pastitos, San Roque o en el jardín Unión y, como no queriendo, se quedarán a verlo un rato.

Sin embargo, por lo general sus intereses son muy ajenos a la oferta cultural que presenta la cartelera del Festival Internacional Cervantino.

El ejemplo de un celayense muerto por congestión alcohólica cuando se dirigía al concierto de Café Tacuba en la explanada de la Alhóndiga de Granaditas el pasado sábado es solo una de tantas muestras.

Los reglamentos municipales de la capital prohíben el consumo de bebidas alcohólicas en la calle, pero ante el raudal de visitantes que concurren en los espacios públicos, plazas y callejones, hace imposible que los policías municipales sean suficientes para impedirlo.

Y es el hartazgo cíclico de los ciudadanos de Guanajuato, que ven con fastidio y desconsuelo cada que se aproximan las fechas del Festival. “Convierten la ciudad en cantina, baño y motel, con excesos de todo tipo”, señalan Mercedes y su esposo José Martínez. Ella es ama de casa y él, ingeniero civil, habitantes de la zona de Pastita.

Como zombis

Las escenas son frecuentes. Un video de La Silla Rota muestra uno de tantos asistentes “al Cervantino” desorientado por el alcohol. El hombre trastabilla mientras su pareja se le adelanta; a momentos ella lo espera, pero siempre va un poco más de prisa.

Y ni extrañeza causa. Se atraviesa al paso de turistas y aparentemente lugareños que ni se inmutan ante el zigzagueante individuo, de tantos que deambulan por estas fechas en la ciudad.

Recorren las plazas y los callejones, y en su destino no figurarán el teatro Juárez, el Cervantes, ni el Auditorio del Estado y mucho menos el Templo de la Compañía.

Ellos ya “vinieron al Cervantino”.

CV