OPINIÓN

Jaque a la dama

En la semana que concluye, se dio un ataque muy oportuno y certero a una de las candidatas a ocupar la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al revelar que hace 35 años plagió la tesis con la que consiguió el título de abogada

Escrito en GUANAJUATO el

En el ajedrez, el jaque es un ataque que se dirige al Rey, que es la pieza principal en el tablero. Sin embargo, también suele emplearse el vocablo para los ataques dirigidos a otras piezas, particularmente a la Dama.

En la semana que concluye, se dio un ataque muy oportuno y certero a una de las candidatas a ocupar la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al revelar que hace 35 años plagió la tesis con la que consiguió el título de abogada.

El ataque a la ministra Yasmín Esquivel fue oportuno, porque se dio a menos de dos semanas de la votación que tendrán que hacer los ministros de la Corte para elegir a quien presidirá el máximo tribunal del país, y fue certero porque cuestiona la honradez de la aspirante en un punto de gran importancia, la obtención del título profesional, que es requisito constitucional para acceder al cargo de ministra de la Corte. Es decir, pega en la línea de flotación de la aptitud no sólo para presidir la Corte, sino para pertenecer a ese máximo órgano jurisdiccional.

Como es sabido, la pieza que sufre el jaque puede librarse de él con tres recursos: el primero es capturar a la pieza amenazante, como quien dice, muerto el perro, se acabó la rabia; el segundo es hacerse a un lado, ocupando una casilla que no esté amenazada, y el tercero es interponer otra pieza entre la pieza amenazada y la amenazante, de tal modo que la pieza atacante se tope con pared y no llegue a la pieza que amenazaba. Se entiende que la pieza que interpone será de menor valor o importancia, pues hacer lo contrario sería una tontería. Este tercer recurso no opera cuando la pieza amenazadora es un caballo, pues esta pieza es la única que tiene la virtud de brincar piezas, por lo que interponer otra pieza es ocioso, pues el caballo tiene la facultad de brincarla, lo que no ocurre con otras piezas.

Aplicados estos recursos al caso, el primero de ellos, esto es, capturar a la pieza amenazante, consistiría en demostrar la falsedad de Guillermo Sheridan y de Latinus al afirmar el plagio. Destruir la credibilidad del columnista y del medio de información. Esto no ocurrió. Las evidencias son tan contundentes que ni la ministra ni nadie han intentado esta vía.

El segundo recurso, tratándose de un asunto mediático —hasta el momento— consistiría en desviar la atención hacia otro tema, de forma que ya no se hablara del plagio. Imposible, pues aun cuando se ha intentado recordar el plagio de la tesis del expresidente Peña Nieto, o una supuesta violación a la Ley en la UNAM para conservar la plaza de Lorenzo Córdova, ha sido imposible igualar el marcador y la atención sigue puesta en quien aspira(ba) a presidir la Suprema Corte. Tampoco ha dado frutos el intento de victimizarse, alegando que los ataques son por ser mujer y haber levantado la mano para encabezar el Tribunal Constitucional del país. Nadie le comprará la idea de que se trata de violencia política de género.

El tercero de los recursos, que consiste en interponer otras piezas, parece ser el que está utilizando la ministra, publicando cartas de buena conducta firmadas por sus antiguos maestros, incluso de la que le vendió —digo, le asesoró en— la tesis de licenciatura.

A veces ocurre en el ajedrez que la interposición de piezas no es inteligente y tiene por único efecto perder la pieza interpuesta y que el jaque subsista, como quien dice, sólo prolonga la agonía, pero en nada ayuda. Eso está pasando, porque los académicos que han escrito voluntaria y libremente la cartas (ja, ja) en lugar de ayudar a su asesorada, están quemando su prestigio al aparecer como cómplices de esta deshonesta mujer.

Cuando no funcionan ninguno de los tres recursos, lo más probable es que la pieza amenazada sea capturada. Claro, si se trata del Rey, estamos hablando de un jaque mate y ahí termina el juego. Pero en este caso no se trata del Rey. La ministra es una pieza importante que, parece, será capturada, en el sentido de que no será presidenta de la Corte, que es el objetivo del ataque. Bien jugado.

Es temprano para saber si esto llevará a la dimisión de la “licenciada” de su ministerio en la Corte. Parece que no está dispuesta a ello.

Aquí es oportuno recordar que desde la reforma zedillista, que dio a la Corte la estructura que actualmente tiene, ya se dio la dimisión de un ministro, el prianista Eduardo Medina Mora, quien fue alto funcionario en los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón y fue propuesto como ministro por Enrique Peña Nieto.

Como en el dominical programa de Chabelo, el actual gobierno le mandó preguntar, a través de la Unidad de Inteligencia Financiera, que si quería ruido o silencio. Medina Mora optó por el silencio y se fue por la puerta trasera, sin aspavientos ni lamentos, a gozar de los frutos de su trabajo honesto como servidor público.

En el presente caso, no es posible el silencio, hay demasiado ruido en el ambiente y el rostro de la ministra se ha llenado de oprobio. De ahora en adelante siempre que intervenga en una discusión, siempre que dé una conferencia, siempre que la vean los reporteros, siempre que alguien la vea en un avión, siempre, siempre, le estarán recordando su deshonestidad.

Por eso decían los viejos sabios, que en la política hay que estar preparados para ser, para no ser y para dejar de ser. Es clarísimo que la ministra estaba preparada para ser —me refiero al aplomo y a la ambición— pero no sabemos si se preparó para no ser y —lo más duro— para dejar de ser.