Un post. Una story. Un reel de 40 segundos. A veces eso basta para que un restaurante crea que ya tiene “presencia digital”. No siempre hay un pago de por medio: a veces el precio es un platillo gratis. O una cena. Lo que sea con tal de salir.
Y entonces llega la pregunta incómoda: ¿por qué deberíamos creerle a un foodie que cobró por recomendar? ¿Desde cuándo el canje desplazó al criterio? ¿Qué hay detrás de esas tomas en slow motion del queso derritiéndose?
En tiempos de viralidad, la calidad no siempre es el filtro. Sobran creadores que venden promociones disfrazadas de experiencias. Opiniones que parecen espontáneas, pero son publicidad encubierta. Y frente a esa marea impostada, vale la pena preguntarse quién dice la verdad… y para qué.
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¿Saben esos influencers lo que cuesta sostener una cocina? ¿Cuidar insumos, pagar nómina, sobrevivir al lunes sin reservas? ¿O solo les interesa el show de la fondue de birria y el trago en molcajete?
Pero no todo recae en ellos. También hay responsabilidad en quien los contrata: ¿de verdad creen que así se construye una reputación? ¿O basta con llenar sillas durante dos fines de semana?
Claro que hay excepciones. Y ahí es donde el contraste importa. Porque no es lo mismo grabar una reseña a los cinco minutos de haber llegado, que regresar con calma para entender el menú. No es lo mismo canjear la experiencia por likes, que pagar la cuenta con convicción. No es lo mismo buscar viralidad, que buscar sentido.
Los comunicadores que valen la pena no necesitan disfrazarse de expertos ni presumir acceso. Escuchan antes de grabar, preguntan antes de opinar y critican cuando toca, aunque eso no convenga. Publican menos, pero piensan más.
Ignacio Medina lo ha dicho muchas veces: no basta con describir el plato, hay que contar lo que representa. Esa mirada crítica y contextualizada es la que urge recuperar.
La cocina no necesita más influencers. Necesita interlocutores. Voces que entiendan que comer no es espectáculo. Que levanten la ceja antes que la cámara. Porque cuando la crítica se vuelve propaganda, perdemos todos.
Sobremesa
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- Abel Hernández confirma que abre Eloise en Lomas de Chapultepec. El bistrot chic que en su ubicación de Avenida Revolución presume 4.8 estrellas en Google, ahora le apuesta al pudiente mercado del Código Postal 11000. ¿Será bien recibido? El tiempo nos dará respuesta.
