En estas fechas llenas de luces, brindis y reuniones familiares, las desigualdades que estructuran nuestra sociedad no hacen pausa. Para muchos, diciembre es un tiempo de esperanza, pero para otros, es un recordatorio cruel de las carencias, de la exclusión y del abandono. Las festividades, que prometen unión y solidaridad, pueden ser también el escenario donde se hace más evidente quiénes están fuera del alcance de la justicia.
Para muchas personas, diciembre no es un mes de paz. Las celebraciones se convierten en un recordatorio de todo lo que le ha sido arrebatado: su tranquilidad, su hogar, y en muchos casos, su confianza en un sistema que no siempre protege con rapidez.
En esta época, donde la abundancia parece estar en todas partes, la desigualdad estructural de las personas en situación de vulnerabilidad no cesa, al contrario, se enfatiza. La justicia, que debería protegerles, a menudo no tiene la rapidez o la sensibilidad suficiente para priorizar su bienestar.
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Diciembre no significa lo mismo para todos. Mientras algunos celebran en hogares llenos de risas, otros pasan estas fechas enfrentando violencias, soledades y procesos judiciales que definen su futuro.
La justicia no puede limitarse a ser un sistema frío que aplique leyes. Debe ser un espacio de protección real, donde las personas más vulnerables encuentren respuestas, no barreras. Porque la justicia no solo está en las sentencias; está también en la empatía con la que se mira a quienes más la necesitan.
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Reflexionar sobre estas desigualdades en diciembre no es un ejercicio de pesimismo, sino una invitación a mirar con los ojos de Temis: a no ser indiferentes ante el dolor que muchos viven mientras el resto celebra. Es recordar que detrás de cada expediente, de cada proceso judicial, hay historias humanas que merecen atención, dignidad y respeto.
La justicia no es solo un sistema abstracto; es la acción concreta de equilibrar una balanza que siempre ha estado inclinada hacia el privilegio. Que estas fechas nos sirvan para recordar que la justicia debe estar presente en cada rincón, desde las mujeres que buscan seguridad, hasta los niños que necesitan protección y las personas que luchan por ser vistas.
En Los ojos de Temis, hago un llamado a mirar más allá de las luces brillantes y las mesas llenas, y a preguntarnos: ¿qué significa la justicia para quienes no tienen voz, para quienes estas fechas son solo un recordatorio de su exclusión? La verdadera paz y el verdadero espíritu de estas festividades solo llegarán cuando logremos construir una sociedad donde la justicia esté presente para todos, no solo para quienes tienen los medios para alcanzarla.
Que esta Navidad nos invite a actuar con empatía, a recordar que la justicia es, sobre todo, una herramienta para devolver dignidad y esperanza a quienes más lo necesitan. Porque solo así, equilibrando la balanza, lograremos una sociedad donde la justicia no sea un privilegio, sino un derecho humano que se viva y se sienta en cada rincón, en cada vida.
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