COLUMNA

Sentencias que deciden vidas

Ojos de Temis

Créditos: Daniela Suárez de los Santos
Escrito en VERACRUZ el

En el intrincado universo del Poder Judicial, las sentencias se construyen con palabras que buscan precisión, rigor y apego a la ley. Sin embargo, en este laberinto técnico, donde el lenguaje legal pareciera diseñado más para abogados que para las personas que aguardan justicia, surge una pregunta fundamental: ¿a quién le hablan realmente estas resoluciones? ¿Qué siente alguien que, enfrentado a una injusticia, encuentra en el papel no una respuesta, sino una maraña indescifrable?

Me pregunto si estamos olvidando el corazón de la justicia: las personas. Porque detrás de cada sentencia hay una vida humana. Una mujer que, tras años de violencia doméstica, espera justicia. Un padre que busca que se sancione al feminicida de su hija. Una madre que lucha desesperadamente por la custodia de su hijo. Un trabajador despedido injustamente que busca el reconocimiento de su labor. Cada caso no es un expediente más; es una historia, un sufrimiento, una esperanza.

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La justicia no puede ser un terreno inaccesible, reservado solo para quienes entienden sus complejidades. Debe ser, ante todo, cercana, clara y comprensible. El lenguaje técnico de las sentencias, aunque necesario en ciertos aspectos, no puede convertirse en un muro que excluya a quienes más necesitan justicia. Cada resolución debería ser una puerta abierta, un mensaje directo y humano que no solo resuelva, sino que también restituya la confianza en el sistema judicial.

Poner a las personas al centro del derecho no significa comprometer la técnica jurídica, sino entender que las leyes están al servicio de la humanidad, y no al revés. En lugar de concebir las sentencias como ejercicios meramente normativos, resulta necesaria una impartición de justicia con perspectiva de derechos humanos. Esto implica ver más allá de los códigos y entender el impacto real que las sentencias tienen en las personas, especialmente en aquellos grupos históricamente vulnerados.

Cada sentencia es una oportunidad para transformar vidas. Es la posibilidad de equilibrar una balanza que ha estado inclinada por el peso de la desigualdad estructural. Es un momento en que el derecho puede abandonar su tradicional neutralidad para actuar como herramienta de reparación, justicia y cambio social. Porque el derecho, cuando se aplica sin contexto, perpetúa las desigualdades; pero cuando se entiende como un instrumento vivo, tiene el poder de corregirlas.

En Ojos de Temis, insisto: detrás de cada expediente hay una persona, para ellas el dictado de una sentencia es lo que define su presente y su futuro. Cada sentencia importa. Cada palabra pesa. Porque en el papel puede haber tinta, pero en la balanza está la vida.

Al final del día, la justicia no debe ser un ejercicio técnico. Debe ser un acto profundamente humano. Porque si no miramos a las personas detrás de los expedientes judiciales, entonces no estamos viendo nada en absoluto. Es momento de que Temis abra los ojos y escuche. Solo así alcanzaremos la verdadera igualdad sustantiva y se impartirá justicia para todas las personas en igualdad de condiciones.