ESCASEZ DE AGUA

¿Quiénes sufren la crisis hídrica de CDMX?

El bombardeo mediático sobre la crisis hídrica en el Valle de México no captura la verdadera complejidad del problema. | Miguel Ángel Martínez*

Escrito en OPINIÓN el

En las últimas semanas se ha registrado un bombardeo mediático sobre la crisis hídrica en el Valle de México. Pero hay que aclarar que no es tan simple como se ha abordado, pues, aunque es verdad que el sistema Lerma-Cutzamala está en un punto crítico, la situación es más compleja de lo que parece. En primer lugar, debe quedar claro el hecho de que el acceso al agua en la Ciudad de México y su zona metropolitana es diferenciado. Quiere decir, que se privilegia la dotación de agua de personas a otras. En segundo lugar, que al igual que el acceso, la escasez también es producida y se distribuye de manera desigual. 

Cuando se habla de la producción de la escasez, se hace referencia a que esta no es completamente natural. Si bien los recursos hídricos se consideran insuficientes, las medidas de reducción del caudal y los cortes de agua se realizan de manera seleccionada y no homogénea. En parte, se explica porque el Sistema Lerma-Cutzamala no alimenta a todas las colonias, pues un gran número de ellas son abastecidas por pozos u otras fuentes. Sin embargo, está bien documentada la sobreexplotación del acuífero y que su capacidad de recarga también está en una situación crítica. De igual manera, las fugas representan un buen porcentaje de pérdidas del caudal total recibido en la CDMX, llegando casi al equivalente que se recibe del Lerma-Cutzamala. Entonces, la crisis hídrica de la que se habla tiene más de un rostro. 

Uno de ellos es el político, pues la escasez es un discurso bien utilizado para abrir y cerrar válvulas. El uso político del agua es un arma poderosa en la ciudad en términos de popularidad y también de presión social, sobre todo en tiempos electorales. No es casualidad que los cortes de agua se lleven a cabo en las colonias más empobrecidas y mayormente pobladas. O bien, que las promesas de agua frecuente se lleven a cabo en lugares donde siempre se han abastecido al tandeo ante la escasez. En ese sentido, la escasez es una decisión política deliberada. Por ejemplo, la política misma ha llevado el agua de otras regiones hasta la ciudad, el propio sistema Lerma-Cutzamala ha sido una serie de obras gigantescas con claroscuros que han afectado territorios lejanos, a su gente y sus sistemas socioambientales. Por lo que el aumento o reducción del agua disponible no solo depende de que los embalses estén llenos, sino de personas que deciden el camino que tendrá que tomar la crisis

En el terreno de los costos, evidentemente la escasez llega en un momento álgido. Es innegable que la crisis existe y con los factores detonantes en aumento, se volverá una situación normal con los años. El hecho es que los costos derivados de ella no serán distribuidos equitativamente, teniendo a las personas pobres como las más vulnerables y a quienes les costará más sobrellevarla. Esto se debe a que deberán pagar por el agua, ya que los servicios de tandeo también presentan problemas y es una ventana de oportunidad para los piperos, que se rigen bajo las leyes del mercado de oferta y demanda. De este mismo modo, aquellas personas que no pueden costear infraestructura privada como una cisterna, tinacos y bombas, quedan expuestas a la presión del agua o al líquido que les hagan llegar esporádicamente. 

Como es sabido, pero de manera más evidente, se podrá observar que las colonias que nunca han padecido del flagelo de la escasez de agua comenzarán a sufrirlo. También se podrá apreciar a otras que nunca lo verán, por lo que quedará claramente apreciable la situación de la distribución diferenciada del líquido y su escasez. Aquellos sitios que cuenten con suficiencia para comprar agua con piperos u otros métodos, podrán sobrellevar la situación de una mejor forma, así como los que puedan costear infraestructura hidráulica y acapararla. Lo que deja un debate importante, el derecho humano al líquido y qué se realiza para darle el mínimo indispensable a todas las personas. Esta situación abre un panorama donde el caldo de cultivo de los conflictos sociales está perfectamente dado para su ocurrencia. 

La reflexión ante esta coyuntura desalentadora indica que la llamada escasez de agua en la Ciudad de México y su zona metropolitana tiene un contexto de desigualdad persistente. Este tema se inserta en un problema estructural, que es la pobreza urbana y es donde se cobran los grandes costos de una ciudad sedienta. Esa ciudad donde en las zonas de altos ingresos se consumen hasta 500 litros de agua por habitante al día y lugares tan empobrecidos y con crisis hídricas crónicas de hace años que apenas pueden costear 50 litros de líquido por habitante diariamente. Entonces, se puede afirmar que sin agua se quedarán ciertas personas, pero algunas otras no notarán cambio alguno en la situación, pues habrá quienes siempre verán agua en su grifo y otras, como de costumbre, verán gotear una llave por unas cuantas horas al día en el mejor de los casos. 

En el plano de las soluciones, su complejidad se relaciona con el cambio de paradigma de gestión del líquido, pero sería insuficiente.  En este sentido, no basta una cultura oficialista del agua sobre su racionamiento, también en la forma que se percibe y concibe, tiene qué ver con el combate a una situación desigual persistente no solo en el terreno hídrico. Estas líneas tampoco se disponen a señalar que la escasez debe ser una situación igualitaria, sino que los costos de la reparación y de adopción de una nueva normalidad debe ser equitativa. Esa situación, claramente idealista, es donde se manejan de manera sostenible y justa los recursos hídricos con estricto apego a los derechos humanos, donde el mercado del agua no se dirija hacia el mejor postor y tampoco que su escasez sea costeada por los que menos tienen. Por esas razones, no se puede dar una solución única, ni siquiera puede nombrarla. Tendría que estar inserto en un paquete de medidas integrales de combate a la pobreza urbana y uso eficiente de los recursos que se disponen. 

Miguel Ángel Martínez Ríos*

Es licenciado en Ciencia Política y Administración Pública con una especialización en Negociación y Gestión de Conflictos Políticos y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México. Cuenta con una Maestría en Estudios Regionales por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora y en Demografía Social por la UNAM. Actualmente es doctorante en Estudios Territoriales en la Universidad Nacional de Quilmes en Argentina y en Ciencias Sociales y Políticas en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México. 
 

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