VIOLENCIA EN MÉXICO

¿Quién manda aquí?

Aunque los homicidios dolosos han mostrado una disminución aparentemente sostenida en los últimos meses, México enfrenta graves desafíos de seguridad. | Agustín Castilla

Escrito en OPINIÓN el

Aunque el número de homicidios dolosos continúa en niveles muy altos y, de acuerdo con cifras oficiales, en lo que va de este gobierno ya se superó por más de 52 mil a los asesinatos registrados durante el sexenio anterior oficiales –sin contar a las casi 45 mil personas desaparecidas en estos poco más de cinco años y a las no identificadas en fosas comunes–, es una buena noticia que en los últimos meses se observa una disminución al parecer sostenida, ya que en el último cuatrimestre de 2023 se registraron 4 mil 70 homicidios intencionales que es menor en 12% respecto al mismo periodo en 2022, siendo la más baja en 7 años conforme a un análisis del especialista Eduardo Guerrero. 

Sin embargo, estamos aún muy lejos de alcanzar niveles aceptables de seguridad, sobre todo cuando en muchas regiones del país la población está a merced de los cárteles del crimen organizado, quienes además cada vez están teniendo una mayor intervención en los procesos electorales para incidir en sus resultados y con ello en las decisiones de gobierno e incluso en la definición de nombramientos en áreas de seguridad y obras a nivel municipal. 

Conforme a una investigación de Data Cívica, Votar Entre Balas, de 2018 a las primeras semanas de 2024 se han identificado mil 615 hechos de violencia política (ataques, asesinatos, atentados y amenazas) contra personas que se desempeñan en el ámbito público, gubernamental o contra instalaciones públicas, siendo 2023 el año con más eventos violentos registrados con 574 seguido de 2022 con 486, por lo que la tendencia es muy preocupante en medio de la elección presidencial, de 9 gubernaturas, de la renovación del congreso federal y la disputa de más de 19 mil cargos públicos locales. 

En estos meses hemos tenido suficiente evidencia del control territorial que están ejerciendo de forma cada vez más visible, e incluso descarada, ante el vacío de autoridad. En septiembre del año pasado, se difundió un vídeo en el que pobladores del municipio de Frontera Comalapa, Chiapas, reciben con aplausos y gritos de apoyo el paso de 20 camionetas con sicarios del Cártel de Sinaloa fuertemente armados que al parecer liberaron ese tramo carretero que era controlado por el Cártel Jalisco Nueva Generación. Es obligado preguntarnos ¿dónde estaban la policía estatal y la Guardia Nacional?

El 8 de diciembre, agricultores del municipio de Texcaltitlán, Estado de México, se rebelaron con escopetas, machetes y hasta con palos contra el jefe de plaza de la Familia Michoacana que los había citado en una cancha deportiva para cobrarles el derecho de piso para que pudieran seguir sembrando. El resultado, 10 personas muertas en el enfrentamiento y las autoridades ausentes. 

Hace unos días circuló en redes sociales otro vídeo, en que un grupo de mujeres indígenas de Wixárika, Jalisco, de plano leen una carta para Nemesio Oseguera “El Mencho”, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación, pidiéndole que quite al jefe de plaza de esa organización criminal, por sus abusos contra la población. 

El contenido de la carta es muy revelador de lo que está pasando y a lo que se enfrentan miles de comunidades en el país, por lo que comparto la parte que me parece sustantiva, “Señor Mencho, comandante supremo del CJNG, en poco más de cinco años hemos sufrido atropellos en nuestras comunidades por cobro de piso, extorsión, asesinatos injustificados, desaparecidos, todo lo contrario a los principios de la organización que usted comanda. Nos hemos informado que usted no da esas instrucciones inhumanas por lo que le queremos pedir como regalo de año nuevo que quite a ese vulgar ratero. Si tuviéramos armas nosotras mismas lo matábamos, pero tristemente no tenemos. Le pedimos que el Cártel que usted comanda, respete nuestra cultura, nuestros usos y costumbres pues somos comunidades indígenas de Jalisco y queremos seguir manteniendo nuestra forma de vida, nuestro sistema de gobierno tradicional.” Se trata de un resignado y doloroso reconocimiento de quien manda en realidad, de que no pueden contar con las autoridades legal y legítimamente constituidas, que están solas y no les queda más opción que recurrir a sus mismos agresores para buscar aunque sea un poquito de tranquilidad. ¡Gravísimo! 
 

Agustín Castilla

@agus_castilla