INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Los peligros ocultos de la inteligencia artificial | Tercera parte

A la inteligencia artificial no hay que asegurarle derechos, ni pagarle un salario. | Leonardo Martínez Flores

Créditos: #OpiniónLSR
Escrito en OPINIÓN el

Hoy toca el turno a un primer acercamiento al tema de la inteligencia artificial y el trabajo. Este es sin duda uno de los aspectos que más temores genera porque muchas personas lo empiezan a visualizar como una amenaza directa que las puede llevar a la eventual, y posiblemente muy cercana, pérdida de su empleo. Y la verdad hay muchas razones para sentirse en esa posición.

El tipo de fenómeno no es nuevo pues la humanidad ha pasado varias veces por trances similares. Las grandes irrupciones tecnológicas han convulsionado los mercados laborales desde la revolución industrial de los siglos XVIII y XIX hasta nuestros días, pero la masificación de los usos y aplicaciones de la inteligencia artificial generativa trae una variedad de riesgos inéditos, muchos de ellos ocultos.

Un repaso relámpago de innovaciones notables son el telar mecánico y los motores de vapor en los siglos XVIII y XIX; la electrificación de las industrias y la automatización de las líneas de producción desde principios del XX; la informática y la automatización de procesos administrativos a partir de la década de los sesentas del siglo pasado; y la robotización de procesos industriales a partir de la década de los setentas. Todas esas innovaciones propiciaron la eliminación de numerosos empleos en tareas mecánicas y repetitivas, y en algunos casos, de tareas con niveles altos de riesgos físicos.

La argumentación de los economistas sobre el tema de la sustitución de trabajadores y su eventual recontratación en otros trabajos afirmaba que, al tratarse de empleos poco calificados, sería sencillo que los trabajadores fuesen contratados para tareas similares en otras industrias. Hoy resulta claro que el guion de la película nunca fue tan simple como los economistas se lo imaginaron.    

Pero la masificación de los usos y aplicaciones de la inteligencia artificial es algo distinto.  Hasta hace algunos meses todavía se comentaba la idea de que sí, que la inteligencia artificial podría sustituir actividades y procesos que siguen parámetros y protocolos claramente definidos y preestablecidos, como la revisión de documentos legales y la elaboración de ciertos diagnósticos médicos. Pero ahora nos encontramos con un escenario bastante más complicado: la inteligencia artificial generativa también está reemplazando el trabajo intelectual, el académico y la creatividad en todo tipo de manifestaciones artísticas, técnicas y profesionales.

Ya no se trata del reemplazo de tareas mecánicas y repetitivas. Ahora vemos un proceso que hará que la inteligencia y la creatividad humanas sean redundantes. Que la singularidad formada por la suma de las inteligencias biológica y no biológica realice todo tipo de actividades y tome todo tipo de decisiones. Es como si los humanos pasáramos a la categoría de superfluos.

Ante un panorama como este se acumulan los hechos inéditos y las preguntas sin respuesta.

A la inteligencia artificial no hay que asegurarle derechos, ni pagarle un salario, ni darle licencias por enfermedad, paternidad o maternidad; tampoco hay que ahorrar para pagarle una pensión. Y si empieza a tomar decisiones que causan daños, ¿quién asumirá la responsabilidad legal?

La eliminación generalizada de empleos que hasta hace poco se creían insustituibles plantea un panorama distópico para el que no estamos preparados. La creación de empleos generada directamente por las empresas que desarrollan la inteligencia artificial es claramente insuficiente para compensar la pérdida de todos los demás. Ello hace urgente y estrictamente necesario empezar a discutir cómo vamos mitigar los impactos del nuevo desempleo y cuáles podrían ser los mecanismos que propicien el reentrenamiento y el aprendizaje de nuevas competencias y habilidades que faciliten la reinserción de los nuevos desempleados en nuevas tareas y actividades.

Lo que me queda claro es que todo esto debe arroparse por una política de Estado coordinada con los sectores social y privado. A la siempre rezagada visión del diseño de los planes curriculares para atender las demandas de trabajo en todos los sectores, se le suma ahora una complicación adicional: la de imaginarse cuáles deben ser los nuevos contenidos y métodos de enseñanza-aprendizaje para mitigar los impactos de las olas de personas recién incorporadas a la categoría de superfluas por la inteligencia artificial generativa.

Seguimos en el tema.