#INFILTRADO

La infinita guerra por el control de las cárceles

Las prisiones capitalinas no son para nada centros de reinserción, sino de retención temporal o micro universos donde se puede delinquir igual o más que afuera. | Antonio Nieto

Escrito en OPINIÓN el

Justo a las 11:20 horas un coche estalló frente al Reclusorio Oriente. Era el 31 de julio de 2013. Cuando el fuego fue sofocado y la humareda se disipó, policías preventivos encontraron una manta con mensajes amenazantes a autoridades carcelarias. Era, para ese entonces, algo inusitado, pero la sangre empezaría a correr.

Casi un año después, el jefe de custodios del Reclusorio Sur, Luis Arturo Martínez Fernández, fue atacado a plomazos. Aunque sobrevivió, su chofer y escolta, Eduardo Hernández Peña, murió dentro del vehículo oficial. Y si escarbamos más atrás, en junio de 2008, el entonces jefe de custodios del Reclusorio Sur, no corrió con la misma suerte que Luis Arturo y perdió la vida a manos de dos sicarios en la colonia el Molino, en Iztapalapa. Un año antes, dos custodios del mismo penal fueron acribillados en Xochimilco cuando se dirigían a un examen antidopaje. Muchas, casi 100 muertes después, relacionadas con las cárceles chilangas, llegamos al lunes 15 de mayo de 2023, cuando tres internos del “Diamante”, el área de supuesta máxima seguridad del Centro Varonil de Readaptación Social Santa Martha Acatitla (CEVARESO), fueron masacrados a golpes por otros reos. Han sido 16 años donde ninguna autoridad ha podido poner orden.

En 2015, la violencia en los reclusorios se hizo sentir en las calles. En esos años, el interno Jorge Flores Conchas, el “Tortas”, peleaba contra un expolicía, Luis Eusebio Duque Reyes, el “Duke”, lo que desató una serie de asesinatos, mutilaciones y mantas con amagos al entonces subsecretario del Sistema Penitenciario, Hazael Ruiz Ortega. El punto más terrorífico y sí, mediático, fue la aparición de un cadáver colgando del puente de la Concordia, en Iztapalapa, justo en uno de los principales accesos terrestres a la capital. Al final de la disputa, el “Duke” se apoderó del Reclusorio Oriente y a la postre obtuvo su libertad, lo mismo que el “Tortas”, por más inverosímil que parezca. Hoy en día, solo el “Tortas” volvió a ser capturado y enviado a un penal federal, pero se prevé sea liberado próximamente. El mensaje de impunidad es contundente y las prisiones capitalinas no son para nada centros de reinserción, sino de retención temporal o micro universos donde se puede delinquir igual o más que afuera. 

El reciente asesinato de tres reos en el “Diamante” resultó ser una mancha en la recién adquirida responsabilidad de Omar García Harfuch de administrar el Sistema Penitenciario. Se dice que días antes de la masacre, entre el 12 y 13 de mayo, en una de las estancias hubo alcohol y festejos. Se dice que el organizador era el cuñado de Rubén Oseguera Cervantes, el “Mencho”, un capo ligado a los “Cuinis”: Abigael González Valencia. Son testimonios de otros internos que supuestamente viven bajo el yugo del “Cuini” y de su brazo derecho en el penal: Alejandro Nery Ortiz, el “Carnal”, en su momento relacionado con el líder de narcomenudistas, Juan Balta y procesado por el feminicidio de Abril Pérez Sagaón. Los mismos internos afirman que el “Cuini” paga 175 mil pesos semanales por protección. Aseguran, asimismo, que el cabecilla del cártel Jalisco Nueva Generación pagó millones para obtener el control de Santa Martha Acatitla. También trascendió que el “Cuini” se reunió con personal de la Fiscalía General de la República para negociar información relevante del caso Ayotzinapa a cambio de evitar su extradición a Estados Unidos. Todo esto es extraoficial, pero el simple rumor y el festejo en la estancia del Cuini calentaron los ánimos en el “Diamante”. En esta área se encuentran los delincuentes más peligrosos, la mayoría con sentencias largas o, inclusive, de por vida. Está gente de la “Juventus”, del cártel de Sinaloa, del de Jalisco Nueva Generación, de los “Dukes”, de la Unión Insurgentes, de la Unión Tepito, secuestradores y mafiosos de todas las calañas. Todo coincidió, por si fuera poco, con el traslado, en enero pasado, de 89 reos de diferentes grupos delictivos, todos los que parecieran rivales del “Cuini”. Así, finalmente, el rumor de que el capo había pactado con el Gobierno federal desencadenó la agresión de tres internos, Humberto Zetina Robles, Jorge Luis García y Daniel Álvarez Cervantes, la “Mole”. Los tres cumplían varias condenas por homicidio y eran señalados como criminales activos bajo el mando del “Carnal”. Otros son, Guillermo, el “Memo Fugas”, Daniel, el “Kiko”, Luis Mauricio, el “Suave”, Carlos Alberto, el “Pitufo”; Luis Ignacio, el “Bull”, Rafael, el “Cata”, Luis, el “Gavilán” y Édgar, el “Sanaplas”. Fue alrededor de las 17:00 horas cuando tuvo lugar el ataque. Consta en el expediente CI-FIZP/IZP-9/UI-3S/D/01709/05-2023 que varios internos amagaron a un custodio, lo despojaron de sus llaves y se dirigieron al nivel 1, zona A, y golpearon a los tres reos hasta matarlos. Después de unos 20 minutos de masacre, el resto de los custodios lograron recuperar el control de la zona. La estancia quedó ensangrentada, parecía matadero. Cinco internos que cumplen largas cadenas por robo, secuestro y otros homicidios fueron responsabilizados, pero al parecer se trata de “chequeras”, es decir, hombres entregados e inculpados por sus propios jefes. Otro episodio que suma a la impunidad rampante de las cárceles chilangas y en general de todo el país. Lo único que, hasta ahora, se ha informado de manera oficial es la destitución del director del CEVARESO, Luis Carlos Lozada García y el subdirector de Seguridad, Alfredo Robledo Hernández. ¿Será esto suficiente para que no se derrame más sangre en las prisiones?  Cuidados paliativos para un enfermo terminal.

Enterado está, querido lector y recuerde: el infiltrado es usted.