CONACYT

El comunicado 343

La lista de 21 notas incluida en el Comunicado 343 de fecha 11 de enero del año en curso forma parte de la estrategia represiva del Conacyt. | Fausta Gantús*

Escrito en OPINIÓN el

“Las notas [periodísticas] que a continuación se enlistan, citando el medio que las difunde, contienen información falsa, engañosa o reproduce [sic] declaraciones fundadas en mentiras, por lo que se invita a todas las comunidades en HCTI [humanidades, ciencias, tecnologías e innovación] y a la población en general a no dejarse sorprender por esta campaña de infodemia”. Y, en efecto, se apuntan 21 notas publicadas a partir de que se dio a conocer la iniciativa de Ley en materia de Humanidades, Ciencia, Tecnología e Innovación, presentada por el ejecutivo federal a mediados de diciembre de 2022, y hasta el 11 de enero de 2023, en más de 20 periódicos o sitios digitales. Lista a la que hay que sumar una nota que se denuncia en el cuerpo del comunicado y de la que proporcionan también el nombre de la autora. Dejando de lado que se trata de una periodista especializada en temas de mujeres y género, el simple hecho de ser una ciudadana le otorga el derecho a expresar su opinión y no ser señalada, discriminada, reprimida o juzgada por ello (artículos 1°, 6° y 7° de la Constitución Política Mexicana), al igual que a cada una de las personas que firmaron esos artículos o notas y a los medios que las dieron a conocer. 

Listas o índices de obras prohibidas han existido en el mundo occidental bajo diferentes regímenes de gobierno, corrientes ideológicas y religiones. Los motivos argüidos para crear estas listas son diversos pero, sin duda, la protección de la ciudadanía o la feligresía, según el caso, para evitar su contaminación, su corrupción y su perversión son de los más comunes. Así, a través de los siglos, arrancando en el XVI y llegando hasta mediados del XX, la Iglesia Católica creó varios índices de libros o lecturas prohibidas. La tarea adquirió tales dimensiones que se creó una Congregación especializada para cumplir con el encargo y esas listas sirvieron de base y justificación a la Santa Inquisición para muchas persecuciones.  

Pero las religiones, justificadas en la cuestión moral, no han sido las únicas obsesionadas en controlar el mundo de las ideas, la información y el conocimiento. En efecto, en el marco de la confrontación entre el sistema capitalista de Estado Unidos de Norte América y la comunista Unión Soviética, a mediados del siglo pasado el Senado estadounidense dio forma al Comité de Actividades Antiamericanas que, entre otros efectos, supuso en Hollywood una especie de purga que se tradujo en la expulsión, señalamiento y proscripción de artistas –productores, directores, guionistas, actores–. Esto es, las listas prohibitivas empezaron en los libros –especialmente la dedicada a los estudios de las ciencias y las humanidades, así como la creación literaria– y conforme el mundo se fue transformando el tipo de obras incluidas en esos índices fue creciendo, incorporando desde la pintura hasta el cine, desde la radio hasta el internet. El socialismo también creó sus listas, así la KGB rusa incluyó en ellas desde activistas políticos hasta bandas musicales y estableció el sistema del GULAG que sirvió para confinar, y en más de un acaso exterminar, a todas aquellas personas consideradas como opositoras al pensamiento oficial, esto es, a los “enemigos” políticos. Y ni qué decir del nazismo que creó sus listas negras en las que se incluía todo aquello considerado como atentatorio de los principios ideológicos de ese régimen. Algo similar hizo el franquismo español. La represión política es, en todos estos casos, la base y la finalidad de la creación de tales listas.

Supresión de derechos civiles y de casi todo tipo de libertades –de credo, de expresión, artística, de manifestación– están en el origen y son el objetivo del señalamiento, sea que esas listas sean públicas o secretas. La inclusión de un nombre en ellas es una especie de sentencia, que se traduce en el estigma, el exilio, la cárcel, la tortura o, en casos extremos, la muerte. Esas listas y esas estrategias políticas represivas conducen también, por otro lado, a la descomposición social en tanto obligan a unas –mediante la amenaza– y alientan en otras personas la práctica de la denuncia, que suelen proliferar y tornarse en una espiral interminable de conciliación con el régimen tanto como de traiciones y venganzas alentadas por un sistema que hace de la delación virtud.

En México, durante el actual régimen de gobierno, emanado del partido Morena y autodenominado como el de la cuarta transformación (2018-2024), se ha normalizado la exhibición pública desde la más alta esfera del poder ejecutivo federal –esto es, en voz del propio presidente de la República– de personas, organizaciones, partidos y empresas, que se consideran contrarias al gobierno, sea cierto o no, y que lleva aparejado el linchamiento en redes sociales y medios afines al sistema oficial, porque no se acepta la crítica, menos aún expresiones de pensamiento autónomo. Por eso quizá no extraña que la dirección del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), en el marco de la presentación y discusión ante el Congreso de la Unión de la iniciativa de Ley general antes señalada, haya dado forma a la lista incluida en el Comunicado 343 de fecha 11 de enero del año en curso, que se hizo llegar a los correos e institucionales de las investigadoras y los investigadores de los CPIs (Centro Públicos de Investigación) y que se colgó en la página oficial del mismo Consejo (https://conacyt.mx/aclaraciones-sobre-informacion-difundida-en-torno-a-la-iniciativa-de-ley-general-en-materia-de-hcti-en-mexico/). 

Este comunicado forma parte de la estrategia represiva del Conacyt, cuyos visos más dramáticos vimos con la denuncia en contra de un grupo de científicos y científicas por el delito de delincuencia organizada. En esa línea se inscribe este comunicado cuyo contenido, basado en la descalificación, que no en la argumentación, es altamente intimidatorio, además de difamatorio. Esto es, no hay otra forma de decirlo, censura a la libre expresión y manifestación del pensamiento. Y debe preocuparnos.

* Fausta Gantús

Escritora. Profesora e Investigadora del Instituto Mora (CONACYT). Especialista en historia política, electoral, de la prensa y de las imágenes en Ciudad de México y en Campeche. Autora del libro “Caricatura y poder político. Crítica, censura y represión en la Ciudad de México, 1867-1888”. Coautora de “La toma de las calles. Movilización social frente a la campaña presidencial. Ciudad de México, 1892”. Ha coordinado trabajos sobre prensa, varias obras sobre las elecciones en el México del siglo XIX y de cuestiones políticas siendo el más reciente el libro “El miedo, la más política de las pasiones”. En lo que toca a la creación literaria es autora de “Herencias. Habitar la mirada/Miradas habitadas” (2020) y más recientemente del poemario “Dos Tiempos” (2022).