León-. Es una leyenda antigua de León, se dice que el Padre Cuenca caminaba en una zona alejada de la Villa de León cuando fue atacado por un indio chichimeca que le quitó los ojos arrojándolos al suelo, en el lugar en el que cayeron los ojos nacieron 2 brotes de agua y así surgieron los famosos Pozos del Fraile.
La leyenda fue narrada por el historiador y poeta leonés Vicente González del Castillo y de acuerdo al Archivo Histórico Municipal de León que, en donde hoy se encuentran los pozos, antes era una zona en donde había tribus indígenas: “Asegura quien lo sabe, que en el mismo lugarejo se asentó un poblado de chichimecas”.
Era una zona despoblada, en aquel entonces, alejada de la pequeña villa que era León, en ella habitaban los primeros colonizadores españoles. Los Pozos del Fraile se encuentran en lo que hoy es la avenida Guatemala, cerca del icónico Parque Hidalgo. Antes ahí había un pequeño río llamado Mirache.
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La leyenda del Padre Cuenca
Según Vicente González Castillo, también maestro de la Escuela Preparatoria de León, relató que el sacerdote Cuenca, preocupado por la incansable Guerra Chichimeca, se dirigió un día a territorio gobernado por los indios nativos cuya valerosidad y fiereza para la guerra los hizo invencibles ante el ejército español, él con la firme consigna de apaciguar aquella disputa de venganzas y revanchas intentó calmarlos: “Con mucha fe dentro de su alma y a flor de labio los rezos, cuando al pronto de improviso se vio cercado por ellos, partió de un arco una flecha que clavósele en el cuello, y luego otra y otras muchas que aflojaron el cuerpo y el pobre cayó en tierra, lanzando el último aliento”.
El padre Cuenca falleció flechado, pero uno de los indios chichimecas cegado por la ira despojó de sus ojos al cadáver presbítero, lo hizo con una daga de obsidiana, los ojos los lanzó hacia la tierra, cargó el cuerpo; dice el texto: “...llevólo a los aledaños de la villa, y con desprecio, tras un puntapié, dejólo abandonado en el suelo”.
El indio chichimeca que le arrancó la vida volvió al sitio y vio el lugar en donde había caído el padre Cuenca, buscó sus ojos, y al ver el sitio en donde cayeron, descubrió que había dos hoyos en donde brotaba el agua.
“Cuando entre cruel y curioso, buscó el indio, a su regreso, los claros ojos que él mismo descuajó, nomás por verlos, sólo halló dos hilos de agua en el sitio en que cayeron, y allí escarbó con las uñas, hasta sangrarse los dedos… Y era agua pura y más agua pura, la que había en cada agujero”, dice el texto escrito por Vicente González del Castillo en Leyendas y Sucesos leoneses.