León.- Sergio tiene actualmente 50 años de edad. Hace 25, estaba feliz y emocionado por dos acontecimientos hasta el momento únicos en su vida: por la mañana, había amanecido nevando en la ciudad de León; por la tarde sería su boda.
No lo sabía, pero esa fecha quedaría en la memoria de los leoneses. No por la boda, claro, sino por ser recordada como El Día que nevó en León.
Atendió primero lo inmediato: se puso botas, una chamarra con capucha y salió a jugar con sus hermanos y vecinos en la colonia Los Castillos. Juntaron la nieve que se había acumulado en el toldo de los carros y formaron lo que intentaba ser un muñeco de nieve.
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El recuerdo está igual de fresco: “El mono nos quedó todo chueco, como despanzurrado, pero le pusimos un gorro tejido y le hicimos ojos con unos gajos de mandarina. Luego quisimos jugar guerritas de nieve, pero no se pudo porque en el suelo se hacía lodo. Nomás nos quedamos en la calle sintiendo cómo nos caían encima los copos, muy pequeñitos”.
¿Y la boda? Con el ánimo relajado por la nevada y la diversión que le había traído, Sergio todavía trenía otro motivo para estar feliz: a las 7 de la noche se casaría. Su mamá y su hermano mayor lo llevaron al altar, donde esperó la llegada de Celina, su novia.
En la fiesta seguía sintiéndose el frío, más en la noche que el que había hecho en la mañana mientras nevaba, y los comentarios entre los asistentes no eran sobre lo bonito de la fiesta en el salón del Rotario Calzada, sino de la nieve.
El matrimonio duró poco, recuerda Sergio con algo de tristeza, y admite que ni siquiera tiene fotos de su boda. De aquel 13 de diciembre de 1997 se queda con lo que dice que es el mejor recuerdo: El Día que nevó en León.