VERACRUZ, VER.- Sami, como es llamada por su esposo, amigas y hermanas, es una mujer de 36 años que llegó a pesar hasta 214 kilos al caer en depresión por la muerte inesperada de su madre. Gracias a una cirugía de manga gástrica que se ganó en Baja California, a su primera psicóloga pagada por el ayuntamiento de Medellín y al nutriólogo que forma parte de la clínica que le patrocinó la cirugía, hoy pesa 156 kilos.
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Tras dos años desde que inició su proceso, Samantha Khey Darklove, como es conocida en Facebook, invita a todas aquellas personas que lo necesiten a conocer su historia para saber que “si yo pude salir de una fuerte depresión, ustedes también pueden. Todo está en Dios, en esforzarse y en declarar que uno quiere algo”.
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Así como Samantha, en México existen más de 3.6 millones de personas adultas que padecen depresión, de las cuales al menos 1 por ciento lo enfrenta de manera severa, como fue su caso; de acuerdo con cifras de los Servicios de Atención Psiquiátrica (SAP) de la Secretaría de Salud publicadas en el 2021.
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Sucesos inesperados: la muerte de Graciela
“Para mí, mi vida era hermosa. Siempre nos reuníamos en familia a ver películas. Mi mamá era nuestro pilar; para mí, ella era la unión familiar”, recuerda Sami con nostalgia.
Samantha de Jesús y su familia, originarios de Alvarado, llegaron a Veracruz y luego a Medellín, en busca de una mejor calidad de vida.
Samantha, su hijo de meses de nacido, su esposo, sus dos padres y sus dos hermanas, vivieron juntos hasta que a Ángel -esposo de Sami-, le entregaron su departamento en el fraccionamiento de Puente Moreno, donde vivían a una cuadra
de Graciela, su madre.
Todo marchaba con normalidad hasta que, en abril del 2021, Graciela fue al hospital por una hinchazón en el cuerpo y por dificultad respiratoria. Al principio, los médicos creyeron que tenía covid-19, por lo que fue hospitalizada, pero tras realizarle diversos estudios, descubrieron que la razón estaba en su diabetes.
Al no poder respirar los médicos la intubaron. Días después, al intentar cambiar el tubo por el que respiraba, Graciela ,de 52 años, falleció tras 12 días “de agonía” en el hospital. Según le explicaron a Samantha, aunque los médicos no hubieran realizado el procedimiento, Graciela igualmente habría fallecido, ya que sus órganos estaban deteriorados.
“Yo pensé que regresaría el día que la llevamos al hospital, pero no fue así”, explica Sami. Tras su muerte, la familia se distanció y “cada quien estaba en su vida”, cosa que entristeció aún más a Samantha.
Envuelta en la tristeza, llegaba a dormir hasta 4 días enteros, en los que apenas y se levantaba de la cama. Al adoptar esta nueva “rutina”, en su cabello -que llegaba casi hasta la cintura-, se le formaron rastas impeinables, por lo que su esposo y una de sus hermanas se lo cortaron hasta los hombros.
Sin darse cuenta, en seis meses ya usaba bastón para poder caminar, este instrumento se convirtió en su compañero de vida, ya que le daba pánico desplazarse sola, por los malestares que sentía debido a su obesidad.
Para el doctor Mario Ortiz Rivorosa, psicoanalista y psicoterapeuta, la obesidad es un trastorno multifactorial; es decir, social, emocional y ambiental, donde además la herencia genética tiene un papel determinante en que las personas padezcan o no de
obesidad.
En este caso, la madre de Samantha era obesa. Antes de que entrara en depresión, Sami pesaba poco más de 80 kilos y en menos de un año, alcanzó los 214 kilos. Sus hermanas, por otro lado, también tienen sobrepeso, aunque mucho menos que
Samantha.
Mario Ortiz Rivorosa explica que realizó una tesis titulada “Obesidad y depresión”, donde, a través de un estudio realizado en una clínica de reducción de peso, con dos grupos de 10 personas, concluyó que “hay o había un problema depresivo (en los pacientes), que tendría que asociarse también con la ansiedad.
En dicho estudio, uno de los grupos manejados tomaba antidepresivos y llevaba una dieta, mientras que el otro, consumía medicamentos que ellos utilizaban, junto con una dieta. Al terminar el periodo “los que lograron bajar de peso, el 90 por ciento, tenía antidepresivos y dieta, los demás abandonaron el 80% del tratamiento”, explica Mario Ortiz Rivorosa.
Para Samantha, no solo se trató de depresión, sino también de ansiedad y pánico, algo que nunca había experimentado. Antes de que todo sucediera, Sami, madre de un niño de 7 años, era una mujer que solía maquillarse y usar zapatillas, un hábito que aún no recupera completamente, pero que busca repetir.
Su peor momento
Cuando la situación de Samantha comenzó a salirse de las manos, la única persona que estuvo para ella fue su esposo Ángel, con quien tiene 12 años casada. A pesar de que podía pasar días sin comer, había ocasiones en que se levantaba de la cama a comprar “golosinas”, las cuales escondía en la cama.
Solía quedarse dormida en el baño, “escuchando” cómo su madre le hablaba, hasta que en una ocasión despertó con las piernas entumecidas y se cayó sin poderse levantar, golpeándose la rodilla. “Estuve como 3 o 4 horas tirada, hasta las 6 de la mañana que se levantó mi esposo. Le dije ‘háblale a mi hermana, tú no vas a poder’. Tuve que arrastrarme hasta el cuarto y la cama para que me pudieran levantar”, cuenta Samantha.
Antes de que recuperara su movilidad, y por ende su independencia, su esposo y su hijo eran quienes la bañaban en el patio de su casa “porque yo no lo podía hacer, me la pasaba sentada por horas. Antes me la pasaba triste, ponía algo que me recordara a mi mamá y me la pasaba llorando por horas”.
"La manga gástrica era mi única salvación"
Cada vez que Sami debía caminar, por ejemplo, de su departamento a dos casas, sentía mucho pánico y desesperación: se encontraba cansada. El mal comer, el mal dormir y el solo encerrarse en la oscuridad de su cuarto a llorar la muerte de su madre,
la debilitaron.
En una ocasión que se encontraba sentada en la sala de su casa, se quitó la ropa y se vio el cuerpo. “Mi panza estaba completamente negra y demasiado grande. ‘Yo no estoy bien, necesito ayuda’”, le dijo a su esposo. “Ya mis piernas estaban negras, ya mi cuerpo se veía de un color oscuro”, describe.
Eran las 3:00 de la madrugada cuando, entre súplicas a Dios y a su madre, entró a Facebook decidida a pedir ayuda económica, ya que ella y su esposo son comerciantes. En ese entonces, tenían un carrito de hotdogs, hamburguesas y micheladas en Puente Moreno, el cual era su único sustento.
“Entro (a Facebook) y lo primero que veo es un escrito en donde aparecía el número de Marcos Isleño, el alcalde de Medellín”, por lo que le envió un mensaje que fue respondido la mañana siguiente. “Sí, el 3 de mayo vamos a ir (a verla)”, decía. Para Sami, fue una señal, ya que su madre falleció un 4 de mayo.
Para cuando recibió el mensaje, recuerda, faltaba alrededor de una semana para el 3 de mayo. “Bueno, a ver qué pasa”, pensó. Llegada la fecha la visitó Bertha Isleño, presidenta del DIF Municipal, junto con 5 o 6 personas, entre ellos doctores”, recuerda Sami.
Al conocer su situación, le dijeron que se presentara en el Hospital Regional de Veracruz, que ahí la atenderían. Además, le dijeron que la ayudarían con tratamiento psicológico, el cual obtuvo de manera gratuita dos veces por semana durante 7 meses.
“Me ayudó muchísimo, era una señora de casi 60 años. Muy buena psicóloga”, recuerda Sami con una sonrisa. Sin embargo, al presentarse en el Hospital Regional de Veracruz, se dio cuenta que la cirugía de manga gástrica, la cual doctores le dijeron que necesitaba y para la que era apta, tendría un costo de 70 mil pesos que no podía costear.
Antes, cuenta, dicha cirugía era gratuita, pero ya no lo era más. “Me dio más depresión porque dije yo ‘¿Cómo voy a conseguir tanto dinero?’ más los gatos aparte de la operación, porque (ahora operada) debo tomar vitaminas y suplementos de por vida”.
La travesía al sueño
“Nadie había visto mi cuerpo más que Marcos Isleños (porque le envié las fotos), mi esposo y yo, pero se las mandé a mi prima Regina que vive en Canadá, y ella las subió a internet. Cuando las subió a finales de agosto, mi caso se hizo viral en dos horas. Muchas personas me escribieron y me depositaron, casi junto 20 mil pesos”, cuenta Samantha.
La manga gástrica es una cirugía bariátrica que remueve del 75 por ciento al 80 por ciento del estómago para ayudar a la pérdida de peso, además de consistir en la construcción de un tubo estrecho, o una “manga”, con el resto de este. De acuerdo con Clínica Las Condes, este proceso es recomendable para personas con más de 40 kilos de sobrepeso.
Para conseguir el dinero, Samantha organizó rifas y colocó latas en distintos negocios de Puente Moreno para recolectar el dinero que necesitaba; hasta que un día de septiembre, Gaby Lagunes, una chica de Cancún, le dijo que una clínica de reducción de peso estaba rifando, de manera internacional, una cirugía de manga gástrica.
Gaby, al ya haber trabajado para Bariatric Masters y de incluso haberse operado con ellos, le dijo a Samantha cómo participar. El concurso consistía en que cada participante debía comentar su testimonio en una publicación de Facebook. Sin embargo, Sami para asegurar su lugar, comentó con sus propias fotos, además de en cada red social de la clínica. Incluyendo mensajes directos.
Tras mucho esfuerzo, Sami logró ser una de las 12 seleccionadas para ser finalistas en el concurso. “No sé por qué pero yo siempre confié en que me ganaría esa cirugía. Yo estaba segura".
Según recuerda, 10 de las participantes eran de Ciudad Obregón, una de Tijuana y ella de Veracruz, la única del sur. “Entre todas yo era la que más lo necesitaba, las demás pesaban como máximo 130, mientras que yo pesaba 214”.
Para reducir el número de participantes, la clínica decidió que un par de mujeres competiría cada semana en un concurso de likes y comentarios. “Cuando me tocó a mí, yo no dormía, no comía ni nada, me la pasaba compartiendo”, cuenta.
Sami, tras noches sin dormir, logró ser una de las 3 finalistas. Su tarea para ganar, era juntar la mayor cantidad de reacciones de “me asombra” en Facebook, en donde juntó aproximadamente 5 mil reacciones.
Sin embargo, sus compañeras la acusaron de trampa por, supuestamente, comprar sus reacciones, por lo que la clínica eliminó las publicaciones de las concursantes. Al enterarse, Sami tuvo otro ataque de ansiedad porque creía que no podría recuperar ese número, aunque lo logró. En dos horas, cuenta Sami, alcanzó 8 mil reacciones.
Al ganar indiscutiblemente, Samantha enloqueció de felicidad y comenzó su proceso de preparación para la cirugía; sin embargo, a finales de enero tuvo un dolor “horrible” en el estómago. “Sentía mucho frío por todo mi cuerpo, yo temblaba, y hasta me dio taquicardia”, explica.
Después de horas de sufrimiento, Sami y su esposo se fueron al Hospital Regional de Veracruz con los últimos 120 pesos que tenían. Al llegar, Samantha en medio de los gritos de dolor y de la angustia, se topó de frente con la saturación médica: “me
hicieron esperar por muchas horas porque no había camas, me miraban y hablaban mal. Al final me dijeron que me fuera al hospital de Boca del Río, pero yo no tenía ni para regresarme a mi casa.
Al ver su situación, una señora y un señor le dieron 100 y 200 pesos, con lo que pudo ir al hospital. Allí, tras varios estudios, los médicos descubrieron que tenía un quiste “del tamaño de una cabeza”, por lo que fue operada de urgencia porque “estaba entre la vida y la muerte”.
Lo que debieron ser días, se convirtieron en semanas. Samantha pasó hospitalizada un mes debido a complicaciones médicas. Durante ese tiempo, cuenta, su esposo fue el único que estuvo junto a ella y que, además de su prima Regina quien los apoyo con un poco de dinero y despensas, nadie relevó a Ángel.
Debido a que Ángel no trabajó por cuidar a Samantha en el hospital, la pareja sobrevivió con los apenas 20,000 pesos que habían juntado. Con eso, financiaron comidas, ropa y transporte para él.
Al salir del hospital, en la clínica de Bariatric Masters, le dijeron que debía esperar 5 meses para realizarse la manga gástrica, programada finalmente para el 6 de julio del 2024. Sin embargo, a causa de sus complicaciones médicas, la pareja ya no tenía dinero, por lo que tuvieron que pedir prestado para reinvertir en su negocio -ahora solo micheladas y preparados- para vender en la Feria del Mango 2024, en Actopan, Veracruz.
Los gastos médicos, de hospedaje y transporte en Mexicali, Baja California, corrieron por parte de la clínica, por lo que, con los 24,000 pesos juntados durante la Feria del Mango, pagaron sus dos boletos de avión.
Después de su operación bariátrica presentó nuevamente complicaciones, pero al superarlas, regresó exitosamente a Medellín, Veracruz. Desde entonces, cuenta, ha bajado poco más de 30 kilos, teniendo un peso aproximado de 156 kilogramos.
La nueva Samantha Khey
De acuerdo con el artículo titulado “Cirugía bariátrica en México. Características de la práctica en 2019”, elaborado por el Colegio Mexicano de Cirugía para la Obesidad y Enfermedades Metabólicas, la manga gástrica es el procedimiento más realizado de las cirugías bariátricas en el país, resultado que coincide con el de otros países.
Samantha, a casi 3 meses de su operación, es una mujer nueva junto con las 4,428 personas contabilizadas en dicho estudio. “Fue muy muy difícil salir de eso”, admite Sami. “Pero mis ganas de vivir por mi hijo, un niño de 7 años, es por lo que sigo adelante”.
“Ahora que me siento mejor y que el semblante me cambió, digo que mi mamá es mi ángel. Estoy feliz de ver mi gran cambio, de estos resultados que apenas comienzan. Mi vida fue muy triste desde que mi madre falleció, pero hoy puedo decir que es mi ángel y que ha estado conmigo en todo momento. Esto apenas empieza y sé que tendré buenos resultados".
Además del psicoanalista y psiquiatra veracruzano Mario Ortiz Rivorosa, estudios realizados en Estados Unidos y en la Unión Europea, demuestran que sí existe una relación entre la depresión y el aumento de peso.
En marzo de 2022, Héctor Esquivias Zavala, jefe del Departamento de Educación Continúa en el Instituto Nacional de Psiquiatría, afirmó que entre el 30 por ciento y el 60 por ciento de las personas que viven con obesidad, presentan alguna condición de salud mental como depresión, ansiedad, baja autoestima o alteraciones de la conducta alimentaria.
Samantha Khey Darkloove, aunque apenas inicia su tratamiento, se siente valiente y feliz de estar recuperando su vida, por lo que invita a todos aquellos que se sientan identificados con su historia, a leerla y buscar apoyo en ella.
“Las personas hoy critican un cuerpo obeso, pero pagan y aplauden la pornografía. Mi cuerpo se expone como testimonio real de una vida abandonada por el paso de los años, por una gran depresión, ansiedad y pánico. Un cuerpo que estuvo para todos menos para ella misma. Nunca te pierdas por nada, ni por nadie”.
“El amor propio es un acto de valentía, y poner límites es un signo de respeto hacia ti mismo. A veces el camino más difícil es el que más enseña, pero nunca dudes de tu capacidad y fuerza interna para superar los obstáculos”, comparte Sami.
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