XALAPA, VER.- Frida Mazzotti es una mujer originaria de Xalapa quien encontró en el reciclaje de botellas una forma de emprender y de acercarse al arte. Ella afirma que, si uno sabe buscar, hasta de la basura se pueden obtener tesoros, como ocurre en su caso al elaborar lámparas de vidrio que se han viralizado en internet, principalmente en su perfil de Instagram @reciclar_la_luz.
Como doctoranda en Gestión Ambiental para el Desarrollo Sustentable en el Centro de Investigación Atmosférica y Ecológica, ella sostiene que las tendencias actuales por lo retro o lo vintage en realidad son parte de una práctica que siempre han tendido las personas para reutilizar materiales y objetos que la mayoría opta por desechar al no apreciar su verdadero valor.
En su caso, su relación con este tipo de materiales comenzó con los trabajos que realizaban sus abuelos, quienes como migrantes italianos trabajaron elaborando piezas para personajes como el expresidente, Porfirio Díaz. Fue durante su niñez que pudo observarlos mientras sus familiares trabajaban en un taller.
Es precisamente el vidrio es el material que menos se separa y reutiliza en el país. El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Información (INEGI) documentó en 2019 que apenas el 1 por ciento, es decir, 3 mil 40 kilogramos de vidrio, fue separado para ser enviado a centros de acopio o reciclaje.
Además, Veracruz tampoco tiene suficientes centros de acopio para la separación de los residuos sólidos, aunque es el cuarto estado con mayor generación de basura.
Arte heredado
El arte es algo que Frida trae en la sangre. Con ascendencia italiana, cuenta que sus abuelos, artesanos, llegaron de aquel país para trabajar con Porfirio Díaz en la construcción de obras de gran magnitud y trascendencia como Bellas Artes o el Correo Mayor, para luego poner un taller de imágenes religiosas.
“En este taller ellos trabajaron los ojitos de las imágenes, entonces eran como ‘caniquitas’”, cuenta. Frida señala que ese pudo ser el punto de partida del “amor” por el vidrio y el cristal, que actualmente le dan uno de sus mayores orgullos.
Además, ella atesora una fotografía de sus abuelos trabajando en el taller, tanto que esa misma imagen hace las veces de decoración en el suyo, lo que se ha vuelto su inspiración: “Estoy orgullosa de hacer lo que mis abuelos hacían, en otro ámbito pero eso es muy emocionante; les agradezco muchísimo”, comenta.
Son esos orígenes los que la han mantenido siempre cerca del arte, la cultura y las comunicaciones, que ha complementado con sus estudios sobre desarrollo sustentable y gestión ambiental y atmosférica.
Para ella, haber enfocado parte de sus estudios en esta rama le otorga una visión diversa y más correcta del entorno en cuanto al tema ambiental, pues es sabedora de que incluso la basura tiene un alto valor, lo que desmitifica ideas bastante arraigadas en la sociedad.
Es ese tema sobre el que además está trabajando para la realización de su tesis de doctorado, que le ha permitido buscar y encontrar ideas sobre la manufactura de materiales reciclables, lo que de ninguna manera es una moda, sino que en su opinión tiene un valor histórico y cultural importante, pues el ser humano ha reciclado durante toda su historia.
“Nada más que ahora lo vemos desde otro punto de vista y yo quiero regresar al punto de vista y la forma en que antes vivíamos”, enfatiza.
Reciclar la luz
La idea de Frida con las botellas y las lámparas no es nueva, pues se remonta a al menos 15 años atrás cuando intentó por primera vez llevar a cabo este proyecto, aunque no se logró concretar, debiendo deshacerse de las botellas que ya tenía para dar inicio.
Actualmente, el arte que lleva a cabo proviene en su mayoría de botellas que pepena y que sus amigos y conocidos le regalan.
Una vez en sus manos, debe seleccionar las que le sean útiles de acuerdo con la idea de lámpara que tenga, luego pasan por una curaduría y empieza la transformación.
El siguiente paso será tomar lápiz y papel para ir construyendo el diseño, paso que es supervisado por un ingeniero que calcula peso y tamaño del diseño para que la lámpara salga sin errores y quede bien colocada.
Una vez que ha quedado claro qué diseño viene el momento de los cortes, donde se cuidan detalles como los bordes de las botellas, para reducir al mínimo el peligro que el vidrio pueda representar.
También se han ido armonizando otros factores como la instalación, donde no son necesarios largos tramos de cables o procesos que modifiquen seriamente las paredes.
“Van con producción totalmente artesanal porque de eso se trata; son totalmente sustentables y recicladas y un poquito se contribuye, pero además son muy hermosas”, dice con orgullo.
Y es que, gracias a las redes sociales, las lámparas han tenido un boom importante, que no es solo porque sí. Los diseños de luces led, principalmente, contribuyen a dar una imagen más armónica al tiempo que se ahorra energía.
Gracias a la calidad del trabajo que realiza, actualmente tiene una línea de realizar lámparas de escritorio igualmente con botellas recicladas, aunque ya ha empezado a comercializar, sobre todo de manera privada, algunas de sus creaciones.
Añade que no existe entre sus lámparas una que sea igual a otra, pues cada una tiene algún toque especial definido sobre todo por la disposición de sus materiales.
En México cada año toneladas de basura tienen un segundo uso, a pesar de que son desechadas por millones de hogares. Para la gestión de estos existe la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de Residuos, que especifica una clasificación entre peligrosos y no peligrosos.
Los peligrosos son aquellos que, por sus características Corrosivas, Reactivas, Explosivas, Tóxicas, Inflamables, Infecciosas o Radiactivas, [CRETIIR] pueden causar algún riesgo o daño para la salud humana y el ambiente, cuando es inadecuadamente manejado. Su manejo y gestión está regulado principalmente bajo la Norma Oficial Mexicana NOM-052-SEMARNAT-2005.
Los residuos no peligrosos no poseen ninguna de estas características, es decir, son aquellos que se pueden reciclar, y se pueden subdividir en Residuos Sólidos Urbanos (RSU) o Residuos de Manejo Especial (RME).
La Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) estima que en el país se generan 42 millones de toneladas de residuos sólidos urbanos al año, lo equivalente a 175 veces el volumen de la Pirámide del Sol de Teotihuacán y llenar 231 veces el Estadio Azteca, sin embargo, de esta cantidad solo se recicla cerca del 14 por ciento y más del 70 por ciento termina en los poco más de 200 rellenos sanitarios de México.
El resto de la basura cae en depósitos no controlados, los cuales representan focos de infección y fuentes de contaminación ambiental. De acuerdo con un análisis de la Universidad Veracruzana (UV) cada mexicano tira a la basura más de 7 kilogramos de botellas vacías al año, principalmente de plástico, material que ha proliferado en los últimos años.
Y si bien el Polietilen tereftalato (PET) tiene diversas ventajas sobre materiales como el vidrio -es más barato, irrompible, liviano, impermeable, indeformable ante el calor y reciclable, entre otras cualidades-, se ha convertido “en una plaga”.
A ello se suma que, de acuerdo con la UV, no se recicla ni el 20 por ciento de lo que se genera, todo lo demás va a los vertederos, es decir, rellenos sanitarios, calles, tiraderos a cielo abierto, playas, terrenos baldíos, ríos, el mar. Así, de todos los residuos sólidos que el ser humano desecha, el 30 por ciento es PET, un material que tarda de 100 a mil años en degradarse.
Datos del INEGI refieren, por su parte, que durante 2018 se recolectaron en todo el país, en promedio 107,056 toneladas de basura diariamente, es decir, 854 gramos por persona. Veracruz se mantenía como la cuarta entidad federativa que más desechos genera, con 5.7 por ciento del total de la basura en todo México.
ch