XALAPA, VER.- Ángel Anastasio García ya no puede ver, pero está poniendo todo su empeño en estudiar la licenciatura de Derecho en el Sistema de Enseñanza Abierto de la Universidad Veracruzana (UV) en Xalapa. El universitario comenzó a perder la visión durante su adolescencia a causa del glaucoma, enfermedad que le causó ceguera y le quitó la posibilidad de seguir tocando su instrumento favorito, la batería.
Actualmente su visión es del 2 por ciento en cada ojo y sólo alcanza a ver “sombras y luces”. El joven de relata que hace unos años tuvo que dejar la música norteña en el grupo “Dragones del Norte” porque el sonido de los platillos estaba afectando su oído y la audición es indispensable para valerse por sí mismo.
“Estuve tocando en el grupo 5 años y usé un platillo del lado derecho, lo que me estaba afectando la audición y ahora, al ser primordial el oído para mí, entonces dejé de tocar (…); los “Dragones del Norte” era un grupo de aquí de Xalapa”, comenta.
La licenciatura de Derecho es su segunda carrera. Ángel considera que la Casa de Estudios está mejorando en la inclusión para personas con discapacidad, aunque quedan cosas por hacer para implementar los reglamentos enfocados en este sector y que los estudiantes con diferentes condiciones puedan desenvolverse al igual que el resto de los universitarios.
La propia institución afirma que busca fomentar la inclusión realizando un proceso de admisión accesible a cada tipo de discapacidad; garantizar el tránsito en las instalaciones de la UV y proporcionar intérpretes de señas “cuando se requiera”, refiere el Reglamento de Inclusión para Personas con Discapacidad.
Ángel explica que la casa de estudios también debería de buscar que el material educativo que ofrecen los profesores en sus clases sea accesible o se adapte a cada alumno, además de brindar recorridos o guías a los estudiantes con debilidad visual, explicándoles cómo está compuesta su facultad, entre otras medidas.
Difícil diagnosticar
Desde 2001, Ángel radica en Xalapa con su familia, pues ellos son originarios de Altotonga. De acuerdo con el estudiante, a partir de su adolescencia el glaucoma comenzó a cambiar su vida.
“Afecta el nervio del ojo. Según el médico se va perdiendo visión porque, en palabras simples y sencillas, es como un cable, por donde pasan los hilos de cobre y al aumentar la presión del ojo va rompiendo hasta que lo deja sin ninguno y así es como se pierde la visión; la córnea está bien, pero no se ve nada, el daño es interno”.
Sin contar con un diagnóstico temprano de un oftalmólogo, en su niñez Ángel no se percató de su propia pérdida de visión hasta los 14 años, cuando trabajaba como empacador voluntario en la antigua tienda Superama de Xalapa.
“En alguna ocasión me acuerdo de que una persona me estaba hablando y me dice el cajero ‘te hablan’ y me estaba dando una propina (…), fue casi nada y en aquel tiempo no le di importancia, pero ahora pienso que ese fue uno de los primeros síntomas serios”.
Primero perdió la visión del ojo izquierdo y así continuó por lo menos hasta sus 16 años, cuando tuvo que dejar de trabajar en la tienda ya con cierto grado de ceguera.
“De niño me acuerdo que cuando me daba dolor de cabeza o con el calor empezaba a ver azul, como ves a través del humo cuando están quemando basura. Nunca le tomé importancia y era prácticamente un niño y en el rancho pues quién se iba a dar cuenta de lo que pasaba”, comenta.
Ante la falta de médicos en su localidad, distante a ocho horas de la cabecera municipal, Ángel acudió a la consulta de especialidad con 17 años y cuando fue diagnosticado le fue imposible costear un tratamiento de gotas para retrasar la progresión del deterioro provocado por el glaucoma.
Menciona que la pérdida de visión igual impactó en su afición por tocar la batería y terminó por influir en su estado de ánimo, pues tuvo una severa depresión.
Enfermedad progresiva
Clínicamente a Ángel se le diagnosticó con “baja visión”, aunque al ser una enfermedad progresiva su percepción actual se limita a luz y algunos colores en los días de sol, con un 4 por ciento de visión en los dos ojos.
“Hace dos años fui con el oftalmólogo y me dijo que estaba viendo el 4 por ciento; del 100 por ciento de ambos ojos ahora es el 4 por ciento, vendría siendo el 2 por ciento de cada ojo”.
Su discapacidad aumentó a la falta del uso de unas gotas oftálmicas, pues su familia no pudo costear los 850 pesos que en promedio debían de pagar por cada medicamento.
“Hace como 5 años me aplicaba dos tipos de gotas de ese mismo precio, es caro, (…) de tres hermanos me tocó ser el mayor y por algunos años me tocó llevar la casa, desde los 12 años y por los 17 años se me empezó a agravar la pérdida de visión”, recuerda.
A los 16 años, Ángel concluyó la primaria y pudo completar la secundaria y el bachillerato en escuelas abiertas. Antes de entrar a la preparatoria ingresó a la Escuela de Ciegos “Alejandro Meza” para manejar el bastón y aprender a leer en Braille, sin embargo, la propia directora no entendió la discapacidad progresiva del glaucoma.
“Con la misma depresión me encerré, subí de peso y empecé a apartarme de la sociedad, de mis amigos y conocidos. A los 21 años me dio un ataque fuerte de depresión, andaba por Las Trancas, por el puente. Me subí a un camión, desde la Carolino Anaya empecé a sentir que me faltaba el aire y por la Hernández Castillo me empezaba a faltar más.
Preso de un ataque de ansiedad, estuvo a segundos de pedir ayuda al resto de los pasajeros del autobús, aunque se abstuvo y continuó su viaje por todo Lázaro Cárdenas con rumbo al sur de la ciudad de Xalapa.
“En Walmart de Plaza Crystal se sube un compañero y le digo ‘me siento mal, me quedo sin respiración’ y me echó la mano, nos bajamos en Las Trancas y me iba casi desmayando porque el ataque de depresión fue tan fuerte que se reflejaba en mi quijada porque no la podía sostener, eran muchos los nervios”.
El episodio de ansiedad lo condujo a ingresar al Centro de Alta Especialidad de Xalapa (CAE) y a falta de medicamento y un diagnóstico profesional, recurrió al Hospital de Salud Mental, en donde se le recetaron antidepresivos y terapias por alrededor de un año, hasta que pudo sobreponerse.
Retos de ser universitario
Luego de egresar de Bachillerato, Ángel aplicó para su primera licenciatura en la Facultad de Informática de la UV, junto a la de Economía, pero ante la falta de accesibilidad por su discapacidad, prefirió darse un tiempo y probar con Derecho en el Sistema Abierto, en donde actualmente cursa el segundo semestre.
Desde su punto de vista, los y las docentes de la universidad pueden mejorar en facilitar que los estudiantes con discapacidad visual puedan acceder a sus materiales educativos, considerando las limitaciones de los formatos audiovisuales disponibles y, a la vez, dar una explicación sobre el edificio de la Facultad a quienes son de nuevo ingreso.
“Aquí, dentro de la Facultad, se necesita que hubiese una persona que cuando entres a estudiar te dijera ‘te voy a llevar por la Facultad’; ‘acá es esto, acá es lo otro’. Se dificulta saber dónde están los baños o la biblioteca, la cafetería la descubrí yo mismo, a la recepción de los sábados llegué por accidente”.
Ángel se expresa motivado para continuar con sus estudios en Leyes gracias al apoyo de su hermano y su madre, pues su objetivo a mediano plazo es asesorar a las personas en dificultades penales sin recursos: “En lo que pueda echarles la mano, yo he conocido la pobreza desde abajo y sé cómo cuesta y en lo que pueda (...) ayudar, esa es mi idea”.
Oportunidades a la vista
Desde 2021, la Universidad Veracruzana discutió, aprobó y publicó su propio Reglamento de Inclusión para Personas con Discapacidad mediante el cual la Casa de Estudios proyecta los “apoyos y servicios” dirigidos a dicho sector de la comunidad estudiantil.
Dos puntos básicos del reglamento prevén garantizar la “accesibilidad y tránsito” de las personas con discapacidad dentro de las facultades y escuelas y contar con intérpretes de Lengua de Señas Mexicana cuando sea necesario.
A la vez, el Capítulo III del Reglamento instruye al Coordinador del Programa Universitario de Educación Inclusiva en las regiones de Xalapa, Veracruz-Boca del Río, Córdoba Orizaba, Poza Rica-Tuxpan y Minatitlán-Coatzacoalcos, a elaborar un registro de las personas con discapacidad dentro de la UV, promover su inclusión y eliminar estereotipos y prácticas discriminatorias.
Las acciones prevén realizar "los ajustes razonables” para mejorar la accesibilidad a los estudiantes con discapacidad, siempre y cuando la Universidad cuente con una “disponibilidad presupuestal” para atender dichos temas.
Dicha accesibilidad incluye el proceso de admisión a la UV adecuado a cada tipo de discapacidad, además de desarrollar programas con un servicio social encaminado a apoyar a los estudiantes con discapacidad de la propia Universidad, así como promover la capacitación de los académicos en inclusión.
En cuanto a lo académico, el Reglamento proyecta dar seguimiento al desempeño de los estudiantes con discapacidad por medio de tutorías, así como la propuesta y desarrollo de investigaciones centradas en el tema de la inclusión.
En plena pandemia por Covid, la UV avanzó en el tema de la inclusión a personas con discapacidad. En septiembre de 2020, aplicó el Examen Nacional de Ingreso (Exani) del Centro Nacional para la Evaluación de Educación Superior (Ceneval) a 42 aspirantes registrados con algún tipo de discapacidad, en las cinco regiones universitarias.
Dos años después, el 27 de junio de 2022, la UV anunció la titulación por Ceneval de Miguel Ángel Ortega Morales, estudiante diagnosticado con una discapacidad auditiva congénita.
De acuerdo con la propia UV, tan solo en la Región Poza Rica-Tuxpan estudian 21 personas con una condición de discapacidad, aunque “el número de casos podría ser mayor” según las autoridades de la Casa de Estudios.
fm