XALAPA, VER.- De un pequeño taller de balconería, ubicado en la colonia El Olmo, salen luces brillantes de varios colores; algunas corresponden al contacto de la soldadura con el hierro, pero, las que más atraen, son las de una bocina colgada en la pared del local. Hay un playlist reproduciéndose con música de los 90.
Al interior del talles, también está Patricia, madre soltera, que desde hace un año se ha abierto paso en el oficio de la balconería, al hacerse cargo al 100 por ciento del negocio de su padre. De siete hermanos, a sólo dos les gusta trabajar con hierro y moldearlo.
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Al inicio, cuando alguien se acercaba a Patricia para solicitar algún trabajo de herrería y balconería, siempre le pedían llamarle al dueño, esperaban un hombre. A 12 meses de estar al frente del negocio, ahora la gente la busca porque su trabajo es más estético, detallista y se entrega en las fechas pactadas.
Su cartera de clientes ha crecido en Xalapa gracias a las recomendaciones por el trabajo realizado. En ocasiones se hace apoyar de un chalán y de Daniel, su hijo de 10 años que le ayuda a pintar puertas y ventana, así como a limpiar el hierro.
Patricia León Pérez, hace trabajo de herrería desde hace cuatro años. Primero, sólo observaba y ayudaba en tareas menores a su papá, quien, después de un tiempo, decidió apoyarla en su formación. Él se resistía a “heredarle” sus conocimientos, pues el oficio, según él, es de hombres.
“Mi papá es balconero, lamentablemente por su problema de alcoholismo, empezó a quedar mal con los trabajos, entonces, yo me arrimé y quise aprender, porque me gustaba. Me decía, tu nada más mira, o nada más ayúdame a pintar”.
Después de algún tiempo su papá decidió que le apoyaría en la enseñanza del oficio que, reconoce, es muy difícil por lo pesado de los materiales, las herramientas, el uso de la electricidad y el calor que produce el hierro fundido.
“Primero observaba a mi papá y a los trabajadores. Ya después me empezó a ensañar cuáles son los puntos, cómo se escuadraban las piezas, cómo se medía todo. Poco a poco me fui dando noción de cómo planear y cómo armar una puerta o una ventana”.
Patricia es originaria de Xalapa, hace algunos años migró con parte de su familia a Tijuana, con la idea de tener un mejor futuro. Allá se formó como estilista, tenía un pequeño negocio que administraba y atendía.
La inseguridad y la violencia de la zona norte la orilló a regresar a la capital del estado. Cuando se quiso asentar y emplear en Xalapa le pedían recomendaciones, al no contar con gente que la conociera y diera referencias de ella, simplemente le cerraban las puertas.
“Cuando tenía 29 me regresé a Xalapa. Tijuana es una ciudad muy insegura, hay mucha delincuencia, mucho secuestro; a mí me preocupaba tener un hijo allá y que me lo llegaran a robar”.
Buscó apoyo del gobierno municipal, recurrió al DIF que la contrataran para dar clases de “escultura de belleza” pero no recibió apoyo. “Vendía ropa, hielitos, compraba dulce y lo vendía, hacia trabajos de corte de cabello y maquillaje, porque ese era mi oficio, pero, después, me llamó más la balconería”.
Cuando nació su hijo Daniel, un año después de que llegó a Xalapa, siguió con las ventas que le permitían estar con el pequeño la mayor parte del tiempo. “Me ponía la cangurera y me iba a vender de puerta en puerta”.
El confinamiento por la pandemia por el COVID-19 fue un duro golpe para su economía, pues la gente dejó de salir y comprar, y no tenían confianza de adquirir los productos que ofrecía.
De boca en boca, amplió su cartera de clientes
Fue entonces que se enfocó en aprender el oficio que por años realizó su papá. “En un inicio fue muy difícil, una, porque soy mujer y los clientes llegan buscando a un balconero, y te dicen: y el balconero dónde está, no pues soy yo. Híjole es que necesitamos al balconero, se imaginan que hay un hombre.
“Al inicio no querían, tanto hombres como mujeres; llegaban las señoras y decía no sé, nunca he trabajado con mujeres”.
Para ganarse sus primeros clientes les ofrecía hacer el trabajo con el compromiso de que, si el cliente no quedaba satisfecho con la elaboración de los maceteros, puertas, ventanas, barandales, estructuras para tragatormentas o estructuras para techos, no les cobraría.
“Fue una persona por la que yo empecé a agarrar más trabajo. Me dio la oportunidad de hacer todas sus ventanas, y cuando yo hice el trabajo y lo puse afuera (del taller), todo mundo lo vio y empezaron a preguntar quién lo hizo”.
Patricia reconoció que hay gente “ventajosa” que cree que su trabajo no vale por ser mujer. En una ocasión, colocó unas bases para macetas y la persona que la encargó le pidió que las instalara en su casa, cuando ella llegó el dueño no estaba, pero un tercero le dio “chance” de entrar e hizo el trabajo, cuando quiso cobrar simplemente ya no le contestaron el celular.
El valor del trabajo fue de poco más de 500 pesos, sin embargo, en ese momento tenía que pagar algunos gastos de su casa, por lo que el perder ese dinero impactó su economía, “y no es porque no le haya gustado el trabajo, porque hasta se las instalé, fue en el tiempo de la inscripción (de la escuela) y no había trabajo”.
El trabajo de balconería tiene temporadas en las que no hay una sola solicitud de presupuesto, eso está relacionado con los periodos regreso a clases, vacaciones o diciembre, pues la gente invierte en otras cosas.
Hay temporadas en las que realiza hasta cinco trabajos a la semana, lo que le permite generar ahorros para la época de vacas flacas.
Algunos de sus clientes llegan con bocetos o diseños de lo que quieren, y aunque les confiesa que no lo ha hecho, se “atreve” a realizarlo, “afortunadamente han confiado en mí y he hecho trabajos que en otros lados no les gusta hacer”
Inflación impacta en el costo del hierro
Para poder financiar el negocio, comenta, debe pedir un anticipo a sus clientes, sin embargo, el precio o la cotización solo se puede mantener por tres días, pues el precio del hierro cambia constantemente.
“El material sube cada tercer día, nunca está estable, es difícil dar un precio acertado, de decir una puerta te sale en tres mil pesos. Cuando se sacan las cantidades de material, los proveedores me respetan dos o tres días el precio del material”.
En el último año, aclara, el costo del hierro se incrementó en un 300 por ciento, lo que tiene impacto en el valor de su trabajo, “casi siempre trabajamos con los mismos proveedores para tener un mejor precio”.
mb