La iglesia Santa Rita, ubicada en la avenida Cristóbal Colón del fraccionamiento Reforma, es el punto de reunión de 13 personas que no se conocen, pero están a punto de emprender un recorrido por la zona centro de la ciudad donde conocerán la otra cara del puerto de Veracruz, esa que pasa desapercibida y que casi nadie voltea a ver: la de personas en situación de calle.
Este recorrido en el centro de Veracruz dura dos horas y comienza de la mano de Nadia López, quien desde hace cinco años brinda comida a personas en situación de calle. La asociación Cenitas Con Amor comenzó en la Nochebuena del 24 de diciembre del 2017 a brindar cenas a personas vulnerables, desde entonces cada día se suman más voluntarios que ayudan con donación de comida, alimento, aguas, jugo y ropa.
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“En diciembre hicimos como 50 tortas y todo esto empezó con don Moy, que duerme aquí en la iglesia Santa Rita, hicimos las 50 tortas y salimos a ver si encontrábamos a las personas y pues sí, las encontramos”, cuenta.
Nadia es una mujer de 41 años, de complexión delgada, a simple vista parece de carácter serio, pero al entablar conversación se observa a una persona alegre y amable. En un inicio no creía que podía entregar tantas cenas, pero gracias a sus donadores ahora también donan ropa, medicina y varios artículos a gente de escasos recursos.
Dignificar a las personas que viven en la calle
Son entre 60 y 120 personas que reciben las cenas. Nadia asegura que es difícil llevar una cuenta exacta, pues muchas solo están de paso por la ciudad, algunas se quedan dos o tres meses y se van, pero en promedio son 40 de base que siempre están en los mismos lugares.
Una de esas personas es don Moy, quien desde hace siete años duerme en la entrada de la iglesia, ahí todas las noches espera la llegada de Nadia y los voluntarios para recibir su cena, tapado con un sarape y cartones, ambos se saludan con el cariño y la confianza que se le puede tener a un amigo de varios años.
“Él no sabe dónde nació, ni qué día ni qué año. Su mamá lo regaló a unos familiares en Oaxaca y siempre ha estado en situación de calle, no está registrado, no tiene papeles y pues llegó aquí y le pidió permiso al padre para dormir a fuera y vive de lavar carros, de lo que la gente le quiera dar. Con él empezó, lo vi durmiendo y me pregunté: Qué hará cuando quiera ir al baño, cuándo tenga hambre y así empecé a darle despensa y colchas”, relata Nadia.
Ganarse su confianza no fue nada fácil, ya que es muy tímido y desconfiado. Las personas que viven en situación de calle suelen ser desconfiados, por los malos tratos y las circunstancias en las que viven, explica Nadia.
Moy no sabe la fecha de su cumpleaños, pero alguien le dijo que sería buena idea festejarlo el 2 de noviembre, por lo que cada año le lleva un pequeño pastel para recordarle que un día llegó a este mundo.
Él forma parte de los más de un millón 129 mil personas en Veracruz que viven en situación de pobreza extrema, de acuerdo con los últimos datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
Las personas que viven en esta condición no pueden satisfacer sus necesidades vitales básicas, como alimento, agua potable, techo, sanidad, educación o acceso a la información. En total en el país hay 10 millones 800 mil habitantes que pasan por la misma situación.
Nadia le gusta llamar a todas las personas que les dona comida por su nombre, Carlos, Jimmy, Moy, Adela, René, pues asegura que es una manera de comenzar a dignificarlos y reconocerlos como las personas que también tienen derechos, que existen y que forman parte de la sociedad.
Al igual que le es grato que los voluntarios no solo donen la comida, sino que sean acompañantes en todo el recorrido, que conozcan sus historias y la situación que los llevó a estar en ese lugar, para crear un poco más de empatía y respeto hacia ellos.
El recorrido
El recorrido comienza pasado las 8:00 de la noche. En la entrada de la iglesia donde duerme Moy se reúne una familia con dos menores y los padres, una pareja de novios y otras dos personas que vienen a donar comida y salir a la calle.
La gente que dona la comida no siempre es la misma, a veces reciben ayuda de restaurantes, de familias que desean ayudar, otras es Nadia y su madre quienes compran lo que hace falta. Esta noche serán 60 tortas, gelatinas, jugos, aguas y panes que serán donados.
“Es la primera vez que participo, estoy donando 60 tortas y gelatinas. Las tortas se las compré a una amiga que tiene su restaurante, ahorita por la pandemia había bajado la venta y pues quise aportar un poco, las gelatinas se las compré a don Jesús, supe que tuvo un accidente y que necesitaba ayuda, así todos salimos ganando”, dice Javier.
Javier vive y trabaja en Estados Unidos, esta temporada navideña está de vacaciones en Veracruz y conoció la labor que hacen en Cenitas Con Amor mediante un amigo en Facebook que compartió fotos de la experiencia, entonces se animó a participar.
Al lado de Javier, en una camioneta negra, está Valeria y Miguel los jóvenes acomodan las aguas y los panes en una bolsa, mientras Nadia organiza la caravana, las demás personas comienzan a subir el agua y las tortas en su carro.
Valeria cuenta que está es la segunda vez que participa en la donación y entrega de comida, hace un año lo hizo con una de sus amigas, así que decidió regresar de nueva cuenta, esta vez acompañada de su novio, Miguel que es originario de Querétaro y al igual que Javier está de vista por el puerto.
“Conoces a muchas personas, bajas dialogas con ellos y te cuentan historias muy impactantes, yo el primer día lloré, porque te platican todo lo que pasan en las calles, puede haber violaciones o los tratan mal, hay casos muy fuertes”, dice Valeria.
La primera parada es la Cruz Roja Veracruz, ahí las personas bajan a entregar las primeras cenas, en ese sitio se acumulan tres personas quienes duermen a un lado de un local de pintura, entre ellos está Adela, quién recibe su torta con alegría, ella dice tener 50 años de edad y no recuerda cuánto tiempo tiene de vivir en ese lugar.
Siempre anda con un carrito de supermercado donde guarda sus cosas y ropa, también recolecta algunos cartones, el cuerpo de Adela es de una adulta mayor, pero sus energías y su estado de ánimo parecieran el de una adolescente, le gusta tomarse fotos y posar para la cámara.
El tiempo apremia y la caravana no se puede dar el lujo de detenerse, así que avanza rumbo a la central de autobuses, ahí se encuentra otro grupo de personas, en especial hombres, escondidos en el estacionamiento de un negocio, de inmediato reconocen el carro de Nadia y salen por su comida.
“Hola ¿cómo están?, vengan por su cena”, grita Nadia.
Un hombre de tez morena, barba blanca y gorra se le acerca y comienza a platicar con ella con acento cubano. Aquella persona es Jimmy, de 67 años. Hace más de 45 llegó a México con sus cinco hermanos y sus padres a vivir a Tulum, Quintana Roo, escaparon de las agresiones del ejército hacia su familia, pues mataron a su abuela y temían por sus vidas.
Hace 20 años decidieron mudarse a Veracruz, en específico a Villa Juanita, una localidad que pertenece al municipio de San Juan Evangelista, al sur del estado, ahí se estableció su familia, compró un terreno y construyeron su casa, pero Jimmy decidió probar vida en Veracruz, ahora las oportunidades y los achaques a su salud ya no le permitieron volver.
“Yo soy albañil, entonces trabaje en Costa de Oro, en muchas casas, edificios, uno tiene que moverse, ahí donde está la cortina verde esa es mi casa, ahorita ya no me dan trabajo, me acaban de operar en el hospital”, dijo.
Jimmy fue operado del corazón, debido a su condición de salud ya no puede trabajar, Nadia le compra sus medicamentos, esta vez requiere ketorolaco para aliviar el dolor en el pecho.
El recorrido sigue por la avenida 20 de Noviembre, hacen una pequeña parada en la iglesia la Gran Madre de Dios en la esquina de Tuero Molina, posteriormente se dirigen al Parque Zamora, dan vuelta en la estación de bomberos y se van rumbo a la avenida Independencia, cerca de la catedral de Veracruz, a las 10 de la noche el recorrido termina justo en el punto donde comenzó.
Después de que las 60 comidas fueron entregadas los beneficiados se despiden de los voluntarios con un: “Gracias y que Dios los llene de bendiciones”.
mb