OPINIÓN

El matrimonio a lo largo de los años ¿Unión machista?

Tinta y tinte de una mujer

Créditos: Valeria Aime Tannos Díaz
Escrito en VERACRUZ el

Este fin de semana decidí dejar un poco las lecturas y me relajé viendo una serie que me llevó a investigar una cosa y luego otra hasta que terminé por plantearme muchas preguntas que inundaron mi cabeza; advierto que el tema sobre el que daré mi opinión esta semana es controversial, pero me parece que es necesario abordarlo en la época que estamos viviendo actualmente. 

La serie es una adaptación del famoso libro de Laura Esquivel “como agua para chocolate”, y más que concentrarme en el fabuloso libro y en la historia que ahí se narra, me concentraré en lo que vi en esos capítulos y en cómo decidí llevar mi mente al matrimonio, pues en la historia se relata, aparte de un acontecimiento histórico de suma importancia para el país, la historia de un matrimonio “arreglado” e infeliz. 

Hablar del matrimonio es una tarea bastante ardua y complicada, pues hoy en día existen demasiadas opiniones y muchos criterios para la descripción de un contrato entre dos personas. Es necesario comentar que el matrimonio es una de las instituciones más antiguas del mundo y uno de los contratos que ha perdurado a lo largo de la historia, cultura e incluso a través de distintos géneros y roles sexuales.

Las primeras evidencias halladas del matrimonio se encuentran en Mesopotamia, alrededor del año 2350 a.C., donde se halló un documento que pactaba una serie de derechos, obligaciones y castigos entre un hombre y una mujer. Cabe mencionar que los castigos eran aquellas aprehensiones que el marido le daba a su esposa cuando ella “se portaba mal”, es decir, cuando no hacía lo que él quería.

Conforme pasó el tiempo, esta institución fue adoptada por otras culturas, que la adaptaron según sus propias necesidades, no necesariamente como una institución formal. Por ejemplo, los griegos veían el matrimonio únicamente como un vínculo para continuar con el linaje familiar, no como un acto institucional y mucho menos de amor. 

La celebración duraba tres días y abundaban los rituales y ofrendas a los novios. Por otro lado, los egipcios lo concebían desde una perspectiva legal, lleno de derechos y obligaciones por parte de la esposa, quien se sometía a los mandatos del hombre, los egipcios lo convirtieron en una institución generalizada.  La cultura romana es el antecedente directo de nuestro sistema legal, así que podríamos sentirnos identificados con su concepción del matrimonio. 

En México, desde las culturas precolombinas, se percibía el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer; usualmente este acto se realizaba de facto, únicamente con cohabitar y formar una familia. Todavía no existía la idea institucional del matrimonio. 

Fueron los españoles quienes trajeron a México el matrimonio que conocemos hoy en día. Nos hicieron adoptarlo como un sacramento religioso impartido por la iglesia católica y, cabe mencionar, la represión de la mujer fue más fuerte que nunca. Esa idea del matrimonio llegó para que la mujer se esclavizara aún más a un hombre (su esposo) y tuviera más obligaciones que derechos. 

En ese momento era el único enfoque de matrimonio aceptado en el país. La parte de “unión libre” que tradicionalmente tenía nuestra cultura fue desapareciendo y, solo era bien visto casarse por medio de una ceremonia religiosa. Fue hasta 1859, con la separación de la Iglesia y el Estado, que nació el matrimonio legal en México

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Ese hecho histórico dio pie a que la unión de dos personas fuera válida ante la autoridad civil (un juez), lo cual dio origen a un régimen patrimonial entre los cónyuges y a la regulación de aspectos familiares, legales y económicos. Parecía que las cosas podían mejorar en favor de las mujeres, pero no fue así, se siguió reprimiendo a la mujer, solo que ahora con el consentimiento del Estado. 

Hoy en día, la concepción del matrimonio parece haber evolucionado en pro de los derechos de hombres y mujeres. En la actualidad, existen tres maneras sociales de concebir y llevar a cabo el matrimonio: como sacramento, como acto jurídico y como institución. 

Para Santo Tomás de Aquino, el matrimonio, como sacramento, era un signo sensible instituido permanentemente por Jesucristo para “significar la gracia y para conferirla”. Como acto jurídico, nuestro Código Civil de Veracruz lo establece como “la unión de un solo hombre y una sola mujer que conviven para realizar los fines esenciales de la familia como institución social y civil"

Finalmente, el matrimonio como institución está sometido al régimen legal y se concentra en los derechos y obligaciones que emanan de él. Sea cual sea la postura que podamos tener, la realidad es que originalmente fue una forma de opresión a las mujeres y de intercambio de familias en las que ellas no podían decidir con quién compartirían su vida. 

No puedo terminar este artículo sin mencionar que, hasta hace pocos años, cuando se contraía matrimonio civil en México, era obligatoria la lectura de la epístola de Melchor Ocampo, en la cual se decía que la mujer debía ser “abnegada”, “bella”, “tierna” y debía darle al marido “obediencia”, “veneración” y no “alterar la parte brusca, irritable y dura del carácter del hombre” ¿Suena machista? Bueno, eso era parte de la unión del amor de dos personas en México en pleno siglo XXI.

A lo largo del tiempo, hemos visto cómo estas concepciones han cambiado y cómo el matrimonio se concibe ahora de otras maneras. Es la unión entre dos personas que quieren estar juntos sin importar, el sexo, el género, la raza, la clase social o los pactos familiares. 

Hoy en día tenemos muchas más libertades y formas de expresar esa unión. Existen aún las firmas tradicionales, pero también nuevas formas que vamos adoptando todos los días. También es muy válido no querer seguir ninguna de ellas y hacerlo de una manera libre.

Antes, la unión libre era mal vista, pero los estigmas sociales han ido evolucionando y hoy podemos adoptar la forma que mejor nos convenga. Este recorrido por la historia de una unión institucional –y tal vez machista– nos lleva a ver que, como sociedad, hemos crecido y que aquellas preconcepciones que durante siglos impusieron prejuicios y represiones, finalmente han comenzado a desaparecer. Celebremos la libertad que hoy tenemos de elegir cómo unirnos a otra persona. 

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