COLUMNA

Adolescencia: Una serie incómoda

Tinta y tinte de una mujer

Créditos: Valeria Aime Tannos Díaz
Escrito en VERACRUZ el

Hay temas de los que una persona no puede dejar de hablar, comentar, opinar o simplemente dejar en el olvido. Una de las cuestiones más controversiales de los que he escrito y hablado y de los que jamás me he cansado de discutir es el relacionado con la seguridad de los niños y de la crianza respetuosa desde una mirada a través de la equidad de género.

Me parece sumamente importante que, si se va a hablar de equidad de género y de acabar con un sistema que afecta a todo el mundo, también se enfoque en las nuevas generaciones, quienes necesitan una crianza acorde al mundo que estamos intentando cambiar. Por ellos, la lucha debe continuar cada día.

En ocasiones hablar de estos temas me ha traído críticas, ya que no tengo hijos, lo cual me parece injustificado; creo que es un tema colectivo del que todos deberíamos estar atentos a cómo se están criando esas infancias y qué está pasando con ellas. Cuanto más informados estemos respecto al tema, mejores serán nuestras opiniones y mayor será nuestro involucramiento.

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Hace unos días vi una de las mejores series que he visto en un largo tiempo: “Adolescencia”, una serie que se ha vuelto tan famosa en las últimas semanas que creo que nadie debería perdérsela; aunque es cruda y toca temas muy sensibles, vale la pena abordarla con la mente abierta y desde una perspectiva empática hacia todas las situaciones que se muestran en cámara.

No soy madre, pero el último episodio de la serie me dejó tantas preguntas que hasta me hizo cuestionarme (nuevamente) la maternidad. Aquí debo advertir que haré un spoiler necesario. La plática que los padres tienen en su cuarto, cuando está por terminar la serie, ha sido una de las escenas más impactantes que he visto en cualquier serie sobre el tema y me dejó preguntas que no recuerdo haberme hecho antes.

¿En qué momento los hijos podemos perder el camino que nos han enseñado nuestros padres? ¿La sociedad se encarga de eso? ¿La escuela? ¿De qué manera se educa a un hijo y a una hija? Honestamente no tengo respuesta para esto, pues solo puedo ver el tema desde la perspectiva de hija, desde la educación que me recibí de mis padres y las decisiones que he tomado como adulta.

La serie nos muestra una de las conversaciones más íntimas que pueden tener dos padres que tienen un hijo asesino y una hija que demuestra todo lo contrario. La vulnerabilidad que transmiten en esa escena es incomoda (y la incomodidad muchas veces es buena). A pesar de que su hijo es un adolescente que cometió un crimen terrible y que tiene problemas muy serios con las mujeres, en todo momento empatizas con ellos, pues siguen siendo sus padres.

La decisión que tomó el niño afectó toda una comunidad, de manera directa e indirecta. Afectó la vida de los padres que perdieron a su hija, la dinámica dentro de su escuela al convertirse en asesino, la vida de su hermana y, por supuesto, la vida de sus padres. Pero ¿por qué pasó todo eso? En el penúltimo capítulo podemos ver lo que realmente piensa el adolescente homicida y los motivos que lo llevaron a cometer un crimen.

Las redes sociales, la escuela, su entorno dañino lo hicieron sentir que no podría obtener lo que quería porque no era “lo suficientemente hombre”. El machismo y la toxicidad que impregnan las infancias y adolescencias le hicieron creer que no era malo matar a una compañera que aparentemente no le habría hecho caso nunca, pero al mismo tiempo, esa misma sociedad le dijo que abusar de ella sí habría estado mal.

Puede sonar poco lógico, pero así percibe él las cosas y a sí mismo. Todos fuimos adolescentes y todos pasamos por situaciones que pudieron ser detonantes de algo que ni siquiera comprendemos. La pregunta importante es: ¿de dónde salió ese niño que tuvo que quitar una vida para sentir que había obtenido algo? La serie te muestra que su coraje y entorno social fueron clave.

No puedo dejar pasar la oportunidad de mencionar que en la serie se nombra en más de una ocasión a Andrew Tate, una suerte de inspiración para personajes como el Temach, quien replica ideas tóxicas sobre la masculinidad y sobre qué son las mujeres. Cabe recalcar que su mayor audiencia son hombres adolescentes, en ocasiones autodeterminados incels, que incluso en la serie se menciona como un problema serio entre jóvenes.

Aunque yo creo que eso viene desde algo más profundo, la punta del iceberg fue el bullying que recibía en la escuela y su acceso irrestricto a redes sociales y contenidos que, evidentemente, a su edad no debía ver o escuchar. Pero en el fondo eso debe venir de otro lado ¿O es que todo esto surge de una vida “normal” en la que pasamos por alto pequeñas actitudes y comportamientos en casa?

Me atrevo a decir que muchos de nosotros fuimos criados con un lente machista (en distintos niveles) y que podríamos, o no, darnos cuenta de ello al crecer, pero eso no significa que nos convirtamos en asesinos o que perpetuemos ese machismo en la crianza. Del mismo modo, estuvimos expuestos a los cambios tecnológicos y recibimos, o no, la atención de nuestros padres. Esta comparación podría seguir, pero aun así creo que no tendría las respuestas.

Tal vez solo sucede. Quizá estuvimos en situaciones similares al protagonista sin llegar al crimen, o quizá un detalle mínimo basta para detonar algo que parece inexplicable. Mientras tanto, es fundamental comprometerse con la vida de los adolescentes: escucharlos, entenderlos, reprenderlos cuando sea necesario y abordar los temas incómodos que muchos evitan. La información y la comunicación son una base sólida para comprender la adolescencia.