COLUMNA

¡Gracias!

Pa´Vivir a Gusto

Créditos: Agustín Torres Delgado
Escrito en VERACRUZ el

Hay momentos que nos rompen. Las lluvias no cedieron, las casas se inundaron, las calles se volvieron ríos; familias enteras perdieron todo en cuestión de horas. Nuestro estado fue golpeado duramente por la tragedia otra vez, con las recientes inundaciones; sin embargo, en medio del agua, del lodo y de la tristeza brotó algo con mucha más fuerza que la tormenta: la solidaridad de la gente, la unión de la ciudadanía.

En las primeras horas del desastre, la ayuda no llegó desde el gobierno; llegó de brazos vecinales: los jóvenes organizando centros de acopio, personas que no se conocían entre sí cargaron costales, rescataron hombres, mujeres y animales, repartieron tortas y botellas de agua. La gente otra vez —ellas y ellos que no esperan las cámaras, los reflectores—, esa gente que solo actúa porque le duele el otro.

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Ni el discurso ni las promesas institucionales llegaron primero. Fueron los vecinos, los amigos, personas desconocidas que se volvieron hermanos, cargando víveres, reconfortando con una palabra o con un abrazo. Apoyo de comunidades cercanas a las zonas de tragedia, familias que no tienen mucho, pero lo poco que tienen lo donaron para quien tenía, en ese momento, menos que ellos. Veracruz no solo respondió: se volcó de lleno con el corazón abierto.

Las instituciones federales y estatales no tuvieron capacidad de respuesta adecuada para una crisis de esa magnitud; quienes tuvieron que resolver en el primer momento fueron las y los ciudadanos.

No es una crítica vacía a las instituciones, es un llamado de atención: la fuerza del pueblo no solo debe ser inspiración, merece respeto, merece escucharse, merece respaldo. Si algo nos ha enseñado la historia de nuestro país es que, en cada desastre natural, en cada emergencia, la primera respuesta no es de las estructuras oficialistas, sino de la gente, de nuestra gente. Es inevitable sentir que las instituciones se quedan cortas ante la grandeza de la gente.

En el sismo de la Ciudad de México en 2017, en cuestión de minutos salieron miles de personas a las calles a remover escombros con las manos desnudas, a organizar centros de acopio, a hacer cadenas humanas para salvar vidas. En ese entonces, como ahora, quedó claro que cuando la ciudadanía se une, los gobiernos quedan pequeños. En ese entonces, como ahora, en Veracruz, Hidalgo, Puebla, Querétaro y San Luis Potosí, la gente no esperó a que llegaran los recursos: ellos fueron el recurso. Fueron fuerza, fueron consuelo.

La solidaridad y la empatía no tienen partido, no tienen color. A Veracruz, gracias por demostrar y recordarnos que la solidaridad no necesita uniforme, que la empatía no se derrumba y la dignidad no se inunda.

Gracias porque, con su fuerza y mano unida, nos demuestran que las promesas se las lleva la corriente, que la verdadera fortaleza de este país está en las personas, no en los escritorios del poder.

Gracias, Veracruz. Gracias a cada entidad del país que ha donado para los estados en desgracia, a cada persona, mujeres, hombres, niñas y niños. Ojalá no tuviéramos que vivir una tragedia para recordarlo. Que no se nos olvide nunca: la unión, el corazón de México, es su gente.

Agustín Torres Delgado
Secretario General de Acuerdos
Movimiento Ciudadano
fm