La mayoría de los feminicidios en el país son cometidos por la pareja actual o una pareja anterior, esto es lo que a mi parecer vuelve la situación de violencia tan compleja como lo es. En el último año, tan sólo en el estado de Veracruz, los casos más sonados de este delito fueron cometidos por las parejas actuales o sus exnovios.
Esto lleva a preguntarse si realmente conoces a la persona con la que estás compartiendo tu vida, si realmente sabes cómo va a reaccionar tu pareja ante una discusión, ante una escena de celos o ante cualquier problema con el que tu pareja no esté de acuerdo.
En el 2023 en Veracruz se registraron 51 feminicidios hasta noviembre, de los cuáles en su mayoría fueron cometidos por personas muy cercanas a las víctimas y, por supuesto, las notas amarillistas no se quedaron atrás, siempre destacando por la manera en que revictimizaban a las mujeres.
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Los medios de comunicación suelen poner en sus notas lo que más vende, aunque obvien lo grave que es que el lector lea una nota en la que dice que “una joven fue hallada sin vida” en lugar de decir que “una mujer fue asesinada por su pareja”
Desde ahí viene el gran problema de cómo la sociedad reacciona y responde ante estas situaciones. Conforme se va leyendo la nota uno se da cuenta de que realmente fue víctima de un delito grave, mientras que en otras notas permea el amarillismo y hasta llegan a aventurarse conjeturas respecto al por qué fue hallada sin vida, ¿tal vez por una situación que ella misma provocó?
Han pasado pocos días desde que inició el año y ya he escuchado de por lo menos 3 casos de este delito en el estado de Veracruz y lo que es más increíble es la forma en que las noticias y la sociedad culpan a la víctima por no haberse dado cuenta mucho antes de la situación que estaba viviendo.
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El Instituto Nacional de las Mujeres tiene el famoso violentómetro, el cual tiene tres clasificaciones gráficas en las que se manifiesta la violencia, en especial la violencia en la pareja. Dentro de esas clasificaciones podemos encontrar manifestaciones que suelen ser “normales” y que podríamos tomarlas como algo no serio.
Pero dentro de las primeras manifestaciones se encuentra el chantaje y la manipulación, armas peligrosas en las que desde ahí se podría desatar toda una red de violencia, ese es el primer paso de los victimarios para ir poco a poco abusando de su pareja sin que ella pudiera darse cuenta.
En este violentómetro están también las amenazas, humillaciones, los celos, empujones, patadas, caricias agresivas, destrucción de artículos personales, cachetadas, la violación –por cierto, de los más normalizados– y en el último lugar llega precisamente el asesinato.
Dentro de las relaciones peligrosas que, por supuesto empiezan siendo tóxicas, a veces es muy difícil para la victima darse cuenta de que está siendo violentada, de hecho, el hombre también puede ser una víctima de este tipo de relaciones, pues no es una vivencia exclusiva de las mujeres, sólo que los casos de hombres suelen ser los menos.
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Cuando la víctima se da cuenta de que está viviendo maltrato es más difícil salir de ahí por las implicaciones que ello conlleva. Dejar al agresor es todo un conflicto. Salir de ese círculo tóxico y violento es la parte más complicada y donde más valentía se necesita, porque también es el punto en el que más incrementa la violencia.
Si hay hijos de por medio, por ejemplo, surge otra variante de este tipo de relaciones: la violencia Vicaria, este tipo de violencia es cuando el agresor abusa de su pareja por medio de los hijos, empieza a controlar la situación a través de las amenazas de no volver a ver a los hijos e incluso de hacerles daño a ellos.
Es importante tener dos puntos muy claros para poder tocar estos temas; el más importante es que está mal normalizar la toxicidad de pareja, está mal normalizar los celos abusadores y está mal ver a la pareja (o a la mujer) como un objeto y como una propiedad.
La madre de los hijos del abusador, la novia, la esposa y la amiga no son propiedad de nadie y no es correcto normalizar que la pareja prohíba cosas; que controle amistades, que controle la vida personal o que abuse de la privacidad de la otra persona. Tampoco es correcto normalizarlo en el caso de los hombres; el chantaje y las mentiras no están bien en ninguna circunstancia.
Por último, pero no menos importante, jamás es culpa de la víctima lo que le pasa, nunca va a ser su culpa la violencia que vive todos los días y como sociedad debemos aprender a quitarnos ese prejuicio de que él o ella se buscaron estar en una situación así, en el que él o ella merecen lo que están pasando por no salir de ese hoyo.
Dejemos de culpar a los que lo viven y empecemos a ver quien realmente está mal en el tema de la violencia, también es necesario dejar de pensar que los que la ejercen son monstruos o personas diferentes. La violencia puede ser ejercida por cualquier “persona normal” que vemos, pues por muy amable que sea, no sabemos si esa persona es un agresor.
mb