Sea cual fuere el momentum político, incluso en la auto clasificada cuarta transformación, el presidente en turno no se equivoca jamás.
Los yerros son cometidos por acciones u omisiones de los subordinados en quienes el presidente delegó confianza y parcelas de responsabilidad en la toma de decisiones en la gobernanza.
Cuando hay una pérdida de poder, sobreviene una crisis, entonces la lógica de la ciencia política aconseja cortar cabezas en ritual antiquísimo para apaciguar los ánimos enardecidos de la plebe.
Así de crudo, así de efectivo. Hay que apegarse al librito escondido en la mesita de noche como recurso obligado para solucionar las crisis que pueden evolucionar a una tormenta política que sitúe en riesgo de pantoque el barco de la cuatrote.
El espejo del poder que reflejan al gobernante en las encuestas de popularidad, aceptación y rechazo en el ejercicio del poder, son descargas eléctricas que hacen mella en el ánimo del hombre público.
Según el TrackingPoll que levanta cada día Consulta Mitofsky para el diario El Economista, en las últimas 6 semanas, el presidente AMLO ha perdido 4 puntos de aprobación y popularidad.
Dos puntos de pérdida de aprobación los perdió el presidente por la crisis migratoria que estalló en Ciudad Juárez con la muerte de 40 migrantes en la estación migratoria de Ciudad Juárez el 27 de marzo pasado y que siguió por los hallazgos en San Luis Potosí.
México, una nación hospitalaria, hermano mayor de los pueblos latinoamericanos, se erigió en verdugo criminal donde los migrantes son carne de cañón para la extorsión institucional y criminal.
La repetición, necia, tramposa, facilona de encuadrar la tragedia en el contexto del olvido de una llave que abría la reja metálica donde estaban encerrados los migrantes centroamericanos, es una tesis ridícula, criminal.
Fueron 15 días de tensión para que la pita se reventara por lo más delgado, como reza el aforismo de la cultura popular mexicana.
Un día después de testificar el envío de 23 cadáveres de migrantes a sus países de origen, la Fiscalía General de la República (FGR) inició proceso penal contra el director del Instituto Nacional de Migración (INM), Francisco Garduño Yáñez, y el titular de la Dirección General de Regulación y Archivo Migratorio, Antonio Andrés Vidal Islas.
El presidente no se equivoca.
Antes de que la jauría de la Fiscalía General de la República eche guante a Garduño, el presidente, en lo alto del coliseo que dejó un reguero de sangre de 40 migrantes que sólo buscaban sobrevivir en Estados Unidos, todavía le aventó una guirnalda mortuoria a su colaborador en el INM.
“Su trabajo ha sido bueno, lo conozco (a Garduño) desde hace muchos años, trabajó conmigo cuando fui jefe de gobierno de la CDMX. Es una gente que respeto mucho y sobre todo trabajadora”, comentó el presidente con el pulgar abajo, sellando e destino del inefable Francisco Garduño Yáñez, quien será echado a los leones del coso.
En política no hay amigos, hay intereses, tontos útiles que son piezas de cambalache para evitar el descarrilamiento de la maquinaria de la cuatrote.
El canibalismo, la ofrenda azteca para apaciguar la ira de la opinión pública tiene una vigencia brutal aún en estos tiempos de gobierno humanista.
Así ha sido, así será.
… de otro costal.
La Cámara de Diputados aprobó una reforma constitucional gracias a la cual jóvenes de 18 años cumplidos al día de la elección, puedan ser diputados o senadores y a los 25 años, ocupar una secretaría de Estado.
Rosa María Hernández Espejo, diputada morenista por el distrito 04 con cabecera en el Puerto de Veracruz dijo que esto significa un voto de confianza a la juventud, para que sean participes de la vida democrática y de desarrollo del país.
“Para servir a la Nación, se requiere más entrega y decisión que edad, de nada sirve alguien con experiencia y adulto si no siente amor por México y cae en las tentaciones de la corrupción, por ejemplo”.
Rosa María dijo que tras el análisis, decidió unirse a la votación a favor para modificar los artículos 55 y 91 de la Constitución Política y que ahora, la edad mínima para ser diputado o diputada federal sea de 18 años al día de la elección; para ser senador o senadora de 21 años y para ser secretario o secretaria de Estado, tener 25 años cumplidos.