OPINIÓN

La ausencia

Nescimus quid loquitur

Columnista Veracruz
Jafet Cortés.Columnista VeracruzCréditos: LSR Veracruz
Escrito en VERACRUZ el

La noche cayó sobre mí, con ello, la terrible maldición que me hacía recordar con pesadez aquello que me hacía falta, comenzó a esparcirse con más velocidad sobre mi cuerpo. Memorias que se amontonaban sobre mis hombros, perdían su forma, empalmándose, multiplicando el dolor, provocando falta de oxígeno, la pérdida del ánimo de seguir. Más de una incógnita se asomaba, recriminando la falta de respuestas sobre aquella ausencia que no entendía del todo, pero que sentía.

Ni un sólo rincón de la casa se salvó de ser registrado con minuciosa precisión. Cajones, almohadas, alfombras; pasillos, sótanos, azoteas; cada habitación fue puesta de cabeza con tal de continuar la búsqueda, hiriendo muebles a su paso, víctimas del delirio de ausencia que corroía el espíritu, prendiéndole fuego a cada punto de apoyo que me mantenía endeblemente de pie.

En realidad, no sabía qué buscaba, sólo lo hacía, motivado por aquel deseo de sentirme completo; el entorno se encontraba sumido en una oscuridad espesa que no me permitía ver más allá, dificultando mis acciones, devorándome por dentro, desarmando mi calma, ahogándome de vértigo.

No es suficiente

Vivimos, por ello nos preguntamos, ¿qué nos hace falta?, si le damos oportunidad a esos pensamientos de herirnos, lo harán mordiéndonos la mano, causando lesiones en forma de duda; buscarán devorarnos, haciéndonos olvidar el ahora, impulsándonos al constante recuerdo de aquello que no tenemos.

Los humanos, algunos más que otros, ansiamos lo que en ese momento no somos capaces de tener; perdemos de vista o hacemos menos nuestras victorias, nada termina satisfaciéndonos del todo. En ocasiones, insatisfechos del ahora, deseamos tener más: tenemos tiempo, queremos tiempo; tenemos amor, queremos amor; tenemos salud, queremos salud; tenemos compañía, queremos compañía; siempre buscamos aquello que no tenemos o no nos es suficiente, ansiamos satisfacer utopías que se desvanecen mezcladas con el deseo.

Sumando ausencias

A veces las ausencias se juntan, cobijándose entre sí. Forman calor, se sienten menos solas, teniendo la esperanza de que, con ello, quizás puedan enfrentar de mejor forma el ahora.

A veces son ausencias de un mismo propietario, otras, la compañía viene de las de alguien más, que aprovecha la ocasión para guarecerse una o más temporadas en nosotros, abriéndonos las puertas para que nosotros hagamos lo propio en ellos.

La suma de ausencias vuelve pasajera la vida, acompañándonos en la búsqueda de saciar aquello que no tenemos; en ocasiones, nos hace reflexionar sobre si es indispensable para nuestra supervivencia llenar aquellas comisuras, o simplemente podemos continuar el viaje.

Enfocar la búsqueda

La ausencia, no necesariamente es dolor, puede ser únicamente frustración que, sin cuidado, transmuta en algo cercano al dolor; el punto medular en esa metamorfosis es cuánto tiempo dure en nosotros, cuánto tiempo le permitamos estar.

Lidiar la frustración, tenerle paciencia, tratarla con suavidad, pero con la suficiente firmeza para mantenerla al margen; abrazar la ausencia por un instante, sin perder de vista lo que sí tenemos; dejar a un lado el equívoco pensamiento que pretende condenarnos a la derrota.

Enfocar la búsqueda, tratar de guardar la calma; usar la energía que tenemos para encontrar ruta, trazar un plan, observar siquiera dónde se encuentra la salida.

Romper el pacto con la desesperanza; enfrentar la frustración, no dejar que se convierta en miedo y dolor; reconocer lo que sí tenemos, atesorar aquellas victorias; aprovechar el ahora dejándole acunarse en nuestro pecho, abrazar con ternura, florecer. Abrazar las ausencias, sin dejar que nos inunde la vida.