“O comemos o compramos mercancía”, dice Everardo, quien tiene su local en la Plaza de Artesanías “El Cajón” en el puerto de Veracruz, hace más de 10 meses el hombre de 67 años sobrevive sin ventas y con el poco producto que le quedó rezagado, pues admite que no puede adquirir más, debido a que no cuenta con el suficiente dinero.
Everardo Cerna Soria es artesano desde hace 23 años y durante todo ese tiempo logró sobrevivir y sacar adelante a su familia de la elaboración y venta de distintas artesanías, ahora la pandemia del covid vino a poner en riesgo su único oficio.
“A los estirones y jalones, pero ahí la llevamos poco a poco, el chiste es no dejar de venir a trabajar. Claro, con toda la sana distancia, cubrebocas, cuidándose lo más que se pueda”, comentó.
Todos los días procura abrir su puesto, aunque no consiga nada de venta. Hay veces en las que solo obtiene 40 pesos, mientras que en los días entre semana casi la mayoría de los comerciantes no registran ninguna compra.
Los primeros meses de la emergencia sanitaria suspendió actividades, ya que no había gente que visitara la plaza, afirma.
Todo ese tiempo su familia subsistió de los pocos ahorros que tenían, cuando ese ingreso se terminó optaron por pedir préstamos e incluso tuvo que vender y empeñar diversos bienes.
“Hasta mis anillos que tenía de matrimonio, todo lo poquito de valor está empeñado y préstamos personales allá en Coppel”, contó.
Con una sonrisa de resignación dice que ahora, además de estar sin ventas y sin mercancía, se encuentra endeudado, pese a eso Everardo no abandona su local y procura cerrar hasta que el último cliente llegue a la plaza, con tal de llevar dinero a su casa.
Cuenta que, pese a ser parte de la población con más riesgo a padecer complicaciones por covid, no puede dejar de trabajar, pero siempre procura cuidarse lo más que pueda, es por lo que se encuentra en total disposición para aplicarse la vacuna cuando llegue al municipio.
Por ahora lo único que le queda es esperar el apoyo que le dan a su esposa del programa adultos mayores, así como mantener abierto su local por si algún turista se acerca a comprar uno de los collares y adornos que fabrica.
Más de 100 artesanos y comerciantes operan en pérdidas
En la misma situación se encuentra Arturo, Gilberto, Nehemías y más de 100 artesanos que trabajan dentro de las instalaciones, pese a ser fin de semana y que el paseo del malecón se encuentre llenó de personas, los comerciantes de la plaza no registran buenas ventas.
Con más de la mitad de los puestos cerrados es como se encuentra la Plaza de Artesanías “El Cajón”, muchos de ellos reanudaron actividades en octubre, pero afirman que hasta el momento siguen sin registrar buenos ingresos, debido a que sus principales compradores que son los turistas, no suelen llegar como en otros años.
“No hay ni gente, afuera una poquita que anda, pero aquí no entran (…), yo sobrevivo de aquí de lo que vendo, siempre he sido comerciante y antes, aunque para el sueldo salía y ahorita ni para eso. Nomás llevo 15 pesos desde las tres que estoy aquí”, dice Arturo Ramon.
En el negocio de Arturo hay menos de la mitad de mercancía que normalmente tenía, muchos de los locales no cuentan con el suficiente dinero para comprar más producto para fabricar las artesanías.
Artesanos cambiaron de oficio
La albañilería y la venta de diversos productos fue una de las alternativas que realizaron los artesanos para sobrevivir, muchos de ellos llevan en el oficio toda una vida, por lo que aseguran que se les hace complicado dedicarse a otro trabajo.
Aunado a esto muchos son personas mayores y no suelen conseguir empleo fácilmente por su edad.
“Algunos compañeros buscan por otro lado, algunos son albañiles, andan vendiendo chachara y media y los demás pues aquí estamos, hay nos la llevamos aguantando”, aseveró Gilberto Pérez Arroyo, representante de artesanos.
Otra de las dificultades a las que siempre se han enfrentado es a la desvalorización de su trabajo, pues asegura Gilberto que muchas de los turistas “regatean” los precios de sus artesanías, por lo que para poder vender tienen que bajar el costo.
En la elaboración de cada uno de los productos, además de llevar esfuerzo y tiempo, existen muchos años de práctica y sobre todo la necesidad de toda una familia que se resiste a dejar de laborar, sin importar la pandemia.
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