Los gritos y risas de los niños en clase cambiaron por el bullicio de la calle González Pagés, en donde Dalia, vestida con ropa corta y apretada que llama la atención de los hombres que pasan, espera a que alguien se le acerque para prostituirse.
Dalia perdió su empleo como maestra en una primaria particular del puerto de Veracruz al inicio de la pandemia de la covid-19 y, aunque buscó otro trabajo, no le quedó otra opción más que prostituirse para resolver sus problemas económicos.
“Me quedé sin trabajo, estaba dando clases. Es un poco complicado ver tus sueños venirse abajo… (mi sueño) es ejercer mi profesión, obviamente para eso estudié”, asegura.
Aunque la mujer, de 30 años, convirtió un rincón de la zona de mercados de Veracruz en su lugar de trabajo, donde todos pueden observarla, su vida como sexoservidora es un secreto que solo ella y otras trabajadoras sexuales, que forman una hilera desde González Pagés hasta Abasolo, conocen.
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Foto ilustrativa: Cuartoscuro.
No es una scort de lujo, tampoco vende el “pack” y muchos menos tiene una cuenta de OnlyFans. Dalia tiene que acostarse con más de 10 hombres para ganar entre dos mil y cuatro mil pesos diarios; a veces pierde la cuenta de los clientes.
Con su trabajo como sexoservidora, Dalia mantiene a sus dos hijos, de cinco y 10 años. El padre no la ayuda; “terminamos mal”, narra.
Doble vida
Los padres de Dalia – quienes se encargan de cuidar a sus hijos – aún piensan que la joven sale todas las mañanas de su casa, ubicada en el municipio de Boca del Río, para ir a dar clases a la primaria particular en la que trabajaba.
Dalia sale vestida cómo cuando daba clases y al llegar a la calle González Pagés se cambia y maquilla en un hotel de la zona de mercados de Veracruz; antes de su regreso a su casa, vuelve a vestirse de lo que ella llama una “manera normal” para que sus padres no sospechen.
- ¿No te da miedo que un día salgan a la calle y te vean?
“Lo que pasa es que también viajan, no es como que estén permanentes”.
- ¿No te has topado alguna vez con alguna persona que conozcas?
“Hasta el momento no”.
- ¿No te da miedo eso?
“Sí, sí me da miedo, obviamente”.
Un rato con Dalia
“Que no debo tener más de un amor, dice la gente que es delito y es pecado”, la canción de los Cardenales de Nuevo León suena a todo volumen hasta afuera de la cantina donde Dalia ofrece sus servicios de lunes a viernes durante siete horas, de 10 de la mañana a cinco de la tarde.
A diferencia de las demás sexoservidoras de la zona, que llaman con señas y un “pst pst” a los hombres que caminan por las banquetas de Pagés y Abasolo, entre puestos de ropa y accesorios para celulares, ella solo espera a que alguien se acerque.
Pese a la vigencia de la pandemia de la covid-19 y el riesgo de contagio de las nuevas variantes delta y ómicron, la joven anda con el rostro descubierto, sin cubrebocas; aprovecha su maquillaje para verse más atractiva y que, de todas las trabajadoras del lugar, los hombres la elijan a ella.
Foto ilustrativa: Cuartoscuro.
El rato con Dalia cuesta 250 pesos. Son solo 15 minutos, un “rapidín” en el que los clientes únicamente pueden disponer de su cuerpo de la cintura para abajo; no tienen permitido darle besos ni tocarla, tampoco quitarle la ropa.
“No me pueden hacer nada, ni tocar ni nada, solamente la penetración y ya”, dice.
Si el cliente pide un servicio adicional – sexo oral, por ejemplo – debe pagar cien pesos extra; hay quienes pagan hasta 850 pesos por pasar media hora con ella, afirma.
“Allá en la puerta blanca”, la mujer manda al cliente por delante a la entrada del Hotel Palma, ubicado en la calle González Pagés, a unos pasos de donde la fueron a buscar; lo sigue y antes de que lleguen a la recepción le pide el dinero.
Dalia entrega 50 pesos a la recepcionista y se queda con el resto, luego invita al cliente a pasar a una habitación del tamaño de un cuarto de una vivienda de interés social en el que sólo hay una vieja cama y un buró con espejo.
Ya en la habitación pone su bolso sobre el buró y le pide al cliente que se pare frente a ella para revisarlo. Lo toca desde el pecho hasta las piernas cual guardia de seguridad, para asegurarse que no traiga una navaja u otra cosa con que pueda lastimarla.
“No pueden grabar, vídeos, no pueden tomar fotos; por ejemplo, si traen una navaja se les tiene que quitar antes de entrar al cuarto”, comenta.
Dalia repite el mismo procedimiento con varios hombres de todas las edades.
La mente en blanco
“Me pongo en blanco”, dice Dalia sobre el momento en que está en la cama con sus clientes. Tiene que fingir que le gusta.
“Ahorita ya no siento nada, se vuelve como una costumbre, pero trato de no sentirme incómoda para que ellos no se den cuenta; la verdad pues no me gusta, pero no queda de otra”, relata.
Dalia aún recuerda su primer día como sexoservidora en la calle González Pagés; al volver a casa se sentía devastada. “¿Qué tan bajo pude haber caído?”, se cuestionaba. Pero no tuvo de otra, era eso o vivir con un montón de deudas.
A partir de ese día, la joven acude cada mes con su ginecólogo para chequeos de rutina y se somete a todas las pruebas necesarias para descartar la presencia de enfermedades de transmisión sexual, aunque afirma que siempre usa preservativas durante el sexo.
Hasta ahora continúa libre de infecciones; a lo mucho termina el día con hinchazón en la vagina por todas las veces en que mantiene relaciones sexuales con sus clientes, pero para ella ya es algo “muy normal”.
En México, un millón de mujeres no tienen trabajo
De acuerdo con la última Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), publicada en octubre de 2021 por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en México existe un millón de mujeres desocupadas, es decir, que no tienen trabajo, pero lo están buscando.
Los datos presentados por el INEGI fueron recabados aún en medio del entorno de la pandemia de la covid-19, que entre febrero de 2020 y julio de 2021 causó la pérdida de 57 mil 865 empleos formales en Veracruz, según el Observatorio de Finanzas Públicas y Desarrollo Regional de la Universidad Veracruzana (UV).
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las mujeres serán las personas más afectadas por el desempleo en la etapa postcovid-19, principalmente por su sobrerrepresentación en los sectores más afectados.
Una nota de la OIT titulada “Avanzar en la reconstrucción con más equidad: Los derechos de las mujeres al trabajo y en el trabajo, en el centro de la recuperación de la COVID-19 y publicada en julio de 2021, revela que la pandemia destruyó el 4.2 por ciento del empleo de las mujeres a nivel mundial.
La nota de la OIT indica que la igualdad de género en el mundo del trabajo empeoró con la pandemia de la covid-19, pues a diferencia del caso de las mujeres, la enfermedad acabó solo con el tres por ciento del empleo de los hombres.
El final de la pandemia es la mayor esperanza para Dalia, quien ansía su regreso al salón de clases y terminar con su doble vida: “es mi sueño, para eso estudié”.