VERACRUZ, VER.- A Elena le piden que busque en su teléfono fotografías que ayuden a localizar a su hija Gabi López, una joven trans desaparecida desde hace un mes junto a su pareja, Jesús Ismael Rendón Chávez. La mujer hace el intento por ubicar material valioso para la búsqueda pero entonces una angustia la invade y le agita la respiración.
“Es que ya va más de un mes desde que desapareció. Ahorita pienso que ya no se va a parecer a la Gabi que venía a verme a la casa todos los días. Imagínese cómo ha de estar, ya con tantos días sin comer, sin asearse; no quiero pensar si se llega a enfermarse”, dice Elena, una mujer de 60 años de edad que “batalla” contra la tecnología para enviar las fotos de su hija por la aplicación de WhatsApp.
Gabi López tiene 30 años de edad y fue vista con vida por última vez el pasado 19 de marzo de 2024. Además de ella, también desapareció su pareja, de 22 años, con quien vivía en un departamento rentado en la comunidad de Chichicaxtle, en el municipio de Puente Nacional, ubicado a 56 kilómetros de Xalapa, capital de Veracruz.
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Al día de hoy, la madre de Gabi ignora si a ella y a su novio los privaron de la libertad pues aunque en el barrio donde desaparecieron se rumora que “se los llevaron” nadie quiere declarar. Policías ministeriales han acudido a Chichicaxtle a realizar entrevistas con los vecinos, pero la respuesta que predomina es que “nadie vio” o que “no ese día estaban en su casa”.
Elena López se lamenta no haberse enterado de la desaparición de Gabi desde el 19 de marzo. “Ella ya no vivía conmigo y, aunque me visitaba todos los días ese domingo pensé que le había salido algún compromiso, porque pone uñas o maquilla a muchachas de por acá; luego se me hizo raro y cuando fui a buscarla ya no estaba. Nada más de momento desapareció”, dice la mujer, con una expresión que, en Veracruz, ha marcado miles de desapariciones ante la falta de información para encontrarlos.
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Sobre Gabi y Jesús Ismael hay más pistas malas que buenas. El mismo día de sus desapariciones, también fue privado de la libertad un taxista en la comunidad de Chichicaxtle. Se trata de Ángel Vergara Moreno, de 53 años, un hombre de tez morena que mide 1 metro con 82 centímetros; con cabello entrecano y ojeras pronunciadas.
-¿Había alguna relación entre Gabi, su pareja y el taxista?, se le pregunta a Elena.
-“Pues seguramente se conocen, como nos conocemos todos en el pueblo. Por acá todo es muy pequeño, así que pudo haberlos llevado a algún lugar a ellos, pero yo creo que sus desapariciones no están relacionadas”, dice Elena como si tratando de adivinar lo que pasó en esa comunidad de 2 mil habitantes.
Gabi López estudió un curso de estilismo y se gana la vida en la comunidad de Chichicaxtle arreglando a sus amigas para ocasiones especiales. “Es muy querida en el pueblo porque tanto le gusta su trabajo que a veces les cobraba a las amigas y otras no”, dice su madre.
Gabi mide un metro con 70 centímetros, es de tez blanca y su cabello es negro, largo y lacio. En su ficha de búsqueda refieren como señas particulares una cicatriz en el brazo izquierdo, así como tatuajes en el brazo la espalda, brazo derecho y pierna derecha. Esas características su madre las detalla con sentimiento.
“Sus tatuajes en la espalda son unas alas. En el brazo derecho y en la pantorrilla se escribió mi nombre, Elena, y alrededor hay rosas. En brazo izquierdo tiene una cicatriz, cómo no me voy a acordar si se la hizo cuando iba a la primaria; se cayó y se fracturó el brazo”, comparte Elena.
Desde las desapariciones de Gabi, Jesús Ismael y Ángel, el taxista, han pasado 35 días. Como muchas otras madres en el estado de Veracruz, la vida de Elena ha cambiado drásticamente: las agujas en las muestras de ADN, las fotocopias con el rostro de su hija para pegarlas en postes y paredes; y las visitas frecuentes al ministerio público en busca de respuestas que no llegan.
“El M.P. me queda un poco cerca de mi casa, y cada que salgo a la tienda o hago un mandado aprovecho y paso a preguntar por Gabi, pero no hay nada, solo me dicen que están buscándola. Yo digo que tenemos derecho de que nos atiendan, que nos digan algo”, dice Elena, quien no pierde la esperanza de reencontrarse con su hija.
vtr