COATZACOALCOS, VER. – Tan sólo recordar las violentas ráfagas de viento y como el techo de su vivienda salía volando, así como sus pertenencias, el rostro de Zuleyma se llena de lágrimas. La mujer de 44 años, junto a sus dos hijos y tres nietos, son sobrevivientes al huracán Otis, que azotó al estado de Guerrero el pasado 24 de octubre. Durante 25 años vivieron en Acapulco, la zona más afectada, y al perderlo todo, decidieron regresar a Veracruz junto sus padres.
Zuleyma y su hija Samantha, madre de tres menores, se dedicaban a la venta de ropa en un pequeño local en la colonia Hicacos, muy cerca de la costa, y todo fue arrasado por el huracán.
“Mis nietos estaban durmiendo y nosotros despiertos, pero de repente se escuchaba el ruido como un zumbido y empezó a dar vuelta todo, empezaron a volar las láminas, empezaron a volar las cosas que se alzaban: los colchones y los muebles, todo se lo llevó. Incluso nosotros nos quedamos encerrados porque el viento no dejaba abrir las puertas”, recuerda.
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La señora de 44 años, muestra una mirada cansada y la piel quemada por los rayos del sol, aseguran que apenas se repuso de la deshidratación que vivió los días posteriores al huracán.
Hoy abraza a su madre, la señora Teresa y agradecen a Dios por sobrevivir al huracán, aunque es difícil no ceder a la adversidad que enfrentan.
“Yo agradezco a Dios, porque aquí la tengo con vida, porque Dios me la rescato de la muerte, porque ellos vivieron un tiempo tan difíciles cuando pasó el huracán”, dice Teresa de 76 años.
Dormían en la calle y batallaron para alimentarse
Pero si el huracán no fue suficiente para la población de Guerrero, que a la fecha ha dejado 48 muertos y una cifra mayor de desaparecidos, la crisis posterior agudizo el problema: saqueos, falta de comida, agua, y un techo donde pasar la noche fue lo que vivió la familia de Zuleyma al igual que cientos de familias que resultaron damnificados.
Cuenta que, durante diez días, durmieron en la calle y buscaron la forma de alimentarse, reconoce que algunas personas que saquearon negocios y tiendas comerciales, vendían los productos a precios exagerados.
“Ahora si no había dinero como le hacemos, el kilo de tortilla estaba en cien pesos y el casillero de huevos en doscientos; caminábamos porque había mercaditos que traían de San Marcos, pero todo estaba muy caro, imagínate 3 tomates por 50 pesos”, lamenta.
Cuenta que entre sus vecinos se organizaban para salir a conseguir alimentos, ya que tenían que caminar hasta dos horas para encontrar un lugar donde vendían los productos, o centros de entrega de víveres.
Reconoce que la ayuda del gobierno federal ha sido poca hasta el momento, aunque la sociedad civil ha sido la fortaleza de los guerrerenses.
Huracán también mató a las mascotas de los menores
Con tan sólo siete años, el pequeño Matías, nieto de Zuleyma dice que no se puede olvidar del huracán, pues además de arrebatarle sus juguetes, acabó con la vida de su mascota.
“Yo vi que voló casi todo a la mitad de mi casa y todo lo que estaba adentro se lo robaron y mi perico murió por el aire fuerte, solo sobrevivió mi perro que se refugió en el baño”, dice el menor.
Al preguntarle si le dio miedo al ver el huracán, asegura que no, y que se preocupo por cuidar a su hermana que es una bebé de meses de nacida.
Matías, sigue jugando en el patio de su abuela, y no presenta secuelas psicologías, por este fenómeno, solo pide que le compren un carrito de juguete como el que tenía antes del huracán.
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Esta semana llegó a Coatzacoalcos y pide ayuda para comenzar de cero
Otros de los problemas a los que se enfrentó Zuleyma, como cientos de guerrerenses, fue la falta de comunicación, ante la caída de las redes de telefonía celular, por lo que durante seis días no pudo hablar con sus padres y hermanos. Ellos pensaban lo peor, al no tener noticia, pero nunca perdieron la Fe.
Con el paso de los días, los hijos y nietos de Zuleyma, comenzaron a deshidratarse por la falta de agua, y enfermaron; ante la falta de doctores, consiguió unas pastillas para reducir la fiebre y dolor de cabeza.
Después de diez días, Zuleyma tomó la decisión de abandonar Acapulco y con recursos propios llegó a Chilpancingo, donde consiguió ser trasladada a la Ciudad de México en avión, y posteriormente a Veracruz, donde ya era esperada por su madre.
“Yo sufría por no poder hablar con ella, y cuando hablamos le dije que quería que se viniera, porque dice ella que se siente mucho calor porque no tienen agua, luz, no tienen nada y ellos dormían en la calle”, expresa Teresa, su madre.
Este martes personal dirección de Salud Pública municipal, del ayuntamiento de Coatzacoalcos, acudió a atender a los menores que presentan cuadros de fiebre. El doctor Javier Reyes, descartó algún riesgo y les dono algunos medicamentos.
Zuleyma ya no quiere regresar a Guerrero, después de la tragedia, por ello está dispuesta a comenzar de cero en Veracruz, por lo que pide ayuda de las personas para salir adelante. Para contactarla vía telefónica a su número 221 900 3775.
“Agradezco a Dios que estamos con vida y lo podemos contar, pero duele perder todo, aunque no podemos seguir llorando, sino comenzar de cero y ojalá que nos ayuden”, finaliza.
mb