XALAPA, VER.- El tatuaje de tres aves sobre su antebrazo está manchado con un poco de mezcla de cemento. “Representa a mis hijos”, dice Saredi, quien vive una lucha diaria para vestir y alimentar a “sus tres motores”. Entre el caos de la maternidad, un divorcio y la pérdida de su empleo por pandemia, la mujer de 33 años encontró en la albañilería un respiro económico y de independencia.
Saredi Saredi es el nombre ficticio que la joven adoptó en su perfil de Facebook; dice preferir el anonimato para publicitar su trabajo en grupos de compra y venta en Xalapa, que es su mejor canal para recibir clientes, aunque en las últimas semanas la estrategia se vio afectada por la necesidad de empeñar el teléfono celular para cubrir gastos.
La madre soltera fue una de las un millón 600 mil personas que perdieron su empleo en México durante los primeros tres meses del 2021, durante pandemia.
Según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), las mujeres fueron las más afectadas laboralmente.
El 84% de las personas que salieron de la fuerza laboral en el país fueron mujeres. Un millón 363 mil 287 perdieron su empleo, lo que alarma comparado con la cifra de hombres, que no supera ni el millón con solamente 266 mil 547.
Saredi mantuvo un matrimonio ‘tóxico’, como ella lo describe, por miedo a la incertidumbre de no tener una solvencia económica, pues su esposo era la principal fuente de ingresos en casa con sus hijos, de 14, 12 y 8 años.
Fue en febrero del 2021 que decidió terminar su relación, y comenzar a vender hot-dogs afuera de Classico, un conocido centro nocturno, sobre la Avenida Ávila Camacho, del centro de Xalapa.
La pandemia provocó el cierre de múltiples negocios, incluido Classico. En cadena, Saredi se queda sin posibilidad de continuar en la venta de ‘jochos’.
“Ya después de pasar la etapa de no saber qué hacer, de estar perdida en el limbo, dije: yo sé hacerlo (albañilería)”, relata.
El padre de la joven dedicó su vida a la albañilería, por lo que desde temprana edad ya estaba en contacto con obras de construcción. Con su exmarido le ayudaba como chalán y a conseguir clientes.
En medio de esta crisis por pagar gastos, la madre lo vio como un “empujoncito” para emprender su negocio como albañil. Primero con trabajos sencillos, como poner lozas y tazas, hasta ahora hacer construcciones. Asegura que ver a sus hijos con hambre o antojos de dulces, fue su principal motivación para conseguir dinero con un trabajo honesto.
“Me pasó algo muy curioso… hay una señora que se llama Rocío, que en un inicio cuando estaba como perdida, que no sabía qué hacer, ella y una amiga me dieron un esmeril y un martillo, un cincel, y me dijeron ‘órale, échale ganas’ y esa fue mi primera herramienta propia.”
El gusto por la construcción Saredi lo describe como una pasión. “Si yo hubiera estudiando seguro hubiera sido ingeniería o arquitectura”, dice.
INDEPENDENCIA: MALABARES ENTRE ALBAÑILERÍA Y MATERNIDAD
“Él tomó una postura de decir: bueno, si nos separamos, a ver si puedes tú. Ya estuve con ustedes, ya los mantuve 13 años, pues ahora te toca a ti.”, describe Saredi sobre su exesposo, desde que se separaron se ha hecho cargo por completo de sus hijos.
La albañilería es un trabajo sin horario fijo, por lo que la joven no puede atender sola las tareas del hogar. Narra trabajos de hasta las 3 de la mañana, en los que apenas y puede convivir en casa.
“Su brazo fuerte”, es su hijo de 14 años, quien tomó una postura de responsabilidad sobre sus otros hermanos.
“A veces pesa, porque son niños. Ellos deberían de estar sin preocupaciones de este tipo, pero en vista de lo que tenemos aquí está lo que vivimos. La verdad no sé qué haría sin él.”
Saredi ha logrado la independencia económica gracias a clientes que la recomiendan y los grupos de Facebook en los que sus hijos la ayudan a anunciarse. Sin embargo por falta de tiempo entre quehaceres del hogar y el trabajo, muchas veces se le dificulta administrar todos los mensajes y presupuestos requeridos.
Entre las dificultades para ejercer su oficio, en ocasiones personas han subestimado su trabajo por ser mujer; prefieren solo que se les haga un presupuesto y no confían en Saredi para continuar con el trabajo.
”EL SOL SALE PARA TODOS”
“Level up the love (súbele al amor)” se lee en la blusa de Saredi, que viste para trabajar con sus pantalones de mezclilla y botas. La joven asegura que en el año que lleva como albañil independiente se acumulan más las experiencias buenas que las malas.
Personas le han regalado herramientas, y nunca ha sufrido acoso por parte de clientes ni compañeros. Su trato es mayormente con las amas de casa donde labora, lo cual crea un ambiente agradable, pues ella tiene conocimiento de las necesidades que existen en los hogares cuando se es madre, lo que la diferencia del trabajo que cualquier otro albañil hombre pudiera ofrecer.
Otro diferenciador de su trabajo, es que al trabajar en obras, la persona que contrata debe abrir las puertas de su hogar, en donde muchas veces habitan niñas o mujeres, y al ser ella la que supervisa habría más confianza.
“El 10 de mayo lo trabajé y el cliente con el que estaba trabajando y su esposa tuvieron el detallazo de comprarme una caja de chocolates, y de darme una blusa”, narra.
Saredi dice que siempre es un constante aprendizaje de albañilería. Sabe de fontanería y está muy entusiasmada por aprender electricidad. Su sueño a futuro es poder ofrecer un paquete completo de servicios para el hogar, desde la construcción de cimientos hasta los acabados.
Su aspiración es ser dueña de una empresa, que de empleo a trabajadores de su confianza, y ella administrar que todas las obras estén en orden.
“Como mujeres no enfrascarnos en decir ‘no puedo’, ‘qué van a decir’, porque le pensaba yo mucho, como que me daba penita al principio. Pero cuando vi que mis hijos estaban mejor, eso es, por qué me daría vergüenza, al contrario, me siento orgullosa de mi trabajo”, asegura Saredi.
La madre soltera no descarta el plan de retomar un grupo de apoyo entre mujeres que tenía. Otras madres se acercaron a ella en busca de ayuda y trabajo, y Saredi les enseñaba albañilería, mientras ellas le muestran otras habilidades como cocina y costura.
Comenta que en próximos meses le gustaría retomar ese grupo y ampliarlo para que más mujeres aprendan sobre albañilería, fontanería o actividades que están catalogadas para los varones, como cambiar un tanque de gas, o construir un baño.
Saredi abre la invitación a todas las mujeres que quieran iniciar en la albañilería, que a ella la sacó de una crisis: “Vente conmigo. Yo te enseño. Pintar herrería, sacar detalles, recortes de pintura, les digo: ahí vas aprendiendo.”
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