NANCHITAL, VER. – “Me siento muy contento de ser así, porque, aunque no lo sabía pues creo que aprendo rápido y eso me gusta”, dice sonriente Williams Emanuel, de 11 años y originario de Nanchital con un coeficiente intelectual de 130, algo que lo hace un “niño genio” entre sus conocidos.
La madre de Williams, Lizbeth, cuenta que desde antes de su nacimiento supo que daría a luz a un niño especial, debido a que pudo sobreponerse a dos amenazas de aborto.
Conforme el pequeño crecía, mostraba un aprendizaje diferente al de su hermano mayor y de sus primos. Aprendió a caminar a los nueve meses, lo cual fue sorpresivo para sus seres queridos.
Hijo de madre soltera, solía buscar alguna actividad para entretenerse, pues de lo contrario se desesperaba. Libros, juegos de lego, cubos de Rubik, rompecabezas y robots armables eran los principales pasatiempos de Williams.
Pero no todo ha sido fácil para el menor veracruzano. Al ingresar al nivel preescolar comenzaron los problemas. Él fue diagnosticado con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) lo que le causó bullying de parte de sus compañeros de clase.
“Siempre estaba haciendo ruido, emulando un sonido; o sino separaba de las mesitas y aunque las maestras le decían que se sentara no lo hacía, por lo que mi niño comenzó a ser rechazado por su comportamiento, pues era difícil de controlar”, cuenta la madre.
En una ocasión, Lizbeth cuenta que se enfrentó a un problema con la directora del jardín de niños donde William estudiaba, pues debido a su comportamiento, le pidieron que ya no lo llevara a clases.
“La verdad sí me dio mucho coraje, porque cómo era posible que me lo discriminaran por su actitud”, acusa Lizbeth.
Pero William no solo enfrentó rechazo de profesores, también de algunos padres de alumnos que compartían clases con él. “En la primaria algunos niños le pegaban, y luego entre varios lo encerraban en los baños para patearlo, era algo que no podía tolerar”, dice la madre.
“Yo creía que era de juego los golpes, porque recuerdo que los niños me decían que me aguantara porque los molestaba”, dice Williams mientras lee a un costado de su madre.
Cansados de la discriminación, Williams y su madre encontraron una escuela donde podía cursar la primaria con respeto y tolerancia, donde hoy cursa el sexto grado de primaria.
En busca de explicaciones descubrieron sus habilidades
La vida del compositor y pianista austriaco Wolfgang Amadeus Mozart es un caso conocido en el mundo por las hazañas que pudo alcanzar un niño prodigio, quien al cumplir los cinco años dominaba el teclado y el violín, y además andaba de gira por cortes europeas.
Mozart escribió su primera sinfonía a los ocho y a los 12 compuso su primera ópera cómica. La curiosidad interminable y su rápido aprendizaje son características que lo acompañaron hasta el fin de sus días. Sin embargo, Mozart murió sin saber que era un niño superdotado.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a una persona superdotada como “aquella que cuenta con un coeficiente intelectual superior a 130”.
Este ejemplo, fue suficiente para que Lizbeth se diera cuenta que su hijo Williams no era “malo” como le decían padres y maestros, pues en muchas ocasiones respondía sus exámenes sin estudiar ni poner atención directa.
“Un día la maestra les dijo que leyeran un cuento y que después cerrarán el libro, tenían que escribir lo que recordaban y Williams recordó más del 90 por ciento de la historia, aunque la maestra no le creyó y le rompió la tarea, argumentando que había copiado”, cuenta todavía con molestia su madre.
Un examen que cambio la vida de William
Entre los psicólogos y especialistas que atendieron a William, uno de ellos recomendó a su madre buscar una escuela especial para el menor.
Fue así como conocieron la Escuela de Atención Al Talento ubicada en la Ciudad de México, donde vía telefónica le informaron a la mamá que William podía presentar un examen para medir su nivel de coeficiente intelectual.
“Sin pensarlo ahorramos y me fui a la Ciudad de México con mi hijo y sin saber llegamos a esta escuela, andábamos cansados y sin comer, pero llegamos a tiempo y aunque William estaba cansado sí presentó el examen”, indicó.
“Yo estaba nervioso, porque eran muchas preguntas; de hecho, tardé más de tres horas, pero lo respondí todo”, dice Williams.
Semanas después Lizbeth recibió una de las mejores noticias: “Williams mostraba un coeficiente intelectual de 130 y era un niño prodigio”.
Desde ese momento la vida del menor cambió, pues le ofrecieron estudiar en esta institución debido a sus resultados.
“Al enterarse de ello, muchos maestros nos buscaban para felicitarlo y ofrecer su ayuda; ahora mi hijo pasaba de ser discriminado a ser admirado en Nanchital”, expresa con emoción Lizbeth.
“Quiero ser ingeniero en mecatrónica”
Aunque estudiar en la Escuela de Talento representa un gasto difícil de pagar para la familia de Williams, no descartan la posibilidad de llevarlo a la Ciudad de México.
Pero Lizbeth espera encontrar en Veracruz alguna institución que no le cobre tanto por ayudar a su hijo o que su historia sea conocida por las autoridades y lo apoyen con una beca.
Williams sueña con ser ingeniero en mecatrónica. “Me gusta armar robots, figuras de lego y conectar cables. una vez fui a una escuela de mecatrónica y el maestro se sorprendió porque armé un prototipo en dos horas y le dijo a mi mamá que no había tenido un alumno así”, dice Williams.
Ajedrez, música, natación, basquetbol, lectura, creación de figuras, son las principales actividades del niño que aprende algo nuevo todos los días, y no deja de soñar.
“Creo que Dios me dio algo nuevo y aunque no me gusta presumirlo se siente bien ser superdotado”, concluye Williams.