NAOLINCO, VER.- Las mejores flores de cempasúchil, las que son más grandes que el resto, se apartan en una caja y se dejan secar; según el método tradicional para seleccionarlas, de ellas pueden salir las semillas que servirán para mejorar la cosecha del próximo año.
Con la ayuda de otros trabajadores, el campesino Juan Pérez Landa corta ramo a ramo una de las hectáreas que sembró en San Pablo Coapan, en el municipio de Naolinco, del estado de Veracruz.
Como los productores de la zona, cultiva y defiende la flor mexicana “tagetes erecta”, aunque sin un método especializado para perfeccionarla.
“Vamos haciendo los rollos y de la misma flor ocupamos la más bonita, la más llena y esa se guarda para la semilla del próximo año. Se ponen a secar y quedan los pistilos.
“Ya va a ser hasta junio del año que entra cuando se siembra la semilla y en agosto se trasplanta al campo para la cosecha de octubre, así se hace cada año”, explica el productor y añade que se trata de una actividad de temporada. El resto del año Juan se dedica a la cría de animales de granja.
Biólogos y agrónomos advierten que, con investigación y desarrollo, México sería una potencia mundial en la producción de semillas de cempasúchil con fines ornamentales y agroindustriales. Sin embargo, la flor para la temporada de Día de Muertos que adorna altares y ofrendas en todo el país genera poco interés de las autoridades y son países como China y la India los que poco a poco van adueñándose del mercado.
Aunque esta flor se estima como un símbolo para esta tradición con medio centenar de distintas especies, de las que el 60 por ciento se encuentran en México, de forma sorprendente en el país y en Veracruz no se fomenta la producción de sus semillas, exponen los expertos
URGEN VARIEDADES MEXICANAS
El biólogo Enri Ricárdez Zapata y el agrónomo Sergio Carlos Moctezuma Muñoz, quienes laboran en el vivero Primavera del parque “Doña Falla” en Xalapa, coinciden en que urge la producción de semillas de cempasúchil para crear variedades mexicanas que puedan competir con las de otros países.
Señalan que el principal problema de la flor “tagetes erecta” consiste en que no puede sembrarse en macetas o con fines ornamentales. Las personas prefieren comprar las flores extranjeras porque gracias a su pequeño tamaño sirven para adornar espacios públicos, casas y oficinas.
En contraparte la especie mexicana se vende por rollos. Por sus tallos grandes, algunas personas optan por adquirir el cempasúchil “marigold” que fue modificado en China y tiene tallos pequeños.
Otra de las principales características de la variedad asiática es que sus semillas no pueden germinar. Generalmente estas flores están a la venta en supermercados en los que se ofertan pequeños botes o macetas.
Debido a estas características, quienes cultivan la variedad “marigold” tendrán que comprar semillas año con año, lo que eleva los precios de producción y genera un mercado para los extranjeros, explican Ricárdez Zapata y Moctezuma Muñoz, quienes añaden que incluso para esta temporada la diferencia de precios entre ambas variedades es notoria.
Este 2021 una maceta con unas 5 flores de cempasúchil chino llega a costar de 32 pesos a 50 pesos; en cambio, un racimo con unas 30 flores con la variedad “tagetes” se vende en 50 pesos en San Pablo Coapan.
“Desafortunadamente en México no se cuenta con producción de semillas para el cempasúchil. La flor original desafortunadamente no es para venta de macetas, esta especie es alargada, que es la que generalmente se vende en ramos.
“Los productores de semilla que nos están ganando son de China y la India, que son los que están vendiendo en México (…); yo todavía podría ponerlo que está mitad y mitad el mercado; la gente sigue comprando el cempasúchil mexicano y también el del extranjero”, expone Ricárdez Zapata.
Por su parte, Moctezuma Muñoz reconoce que quienes se dedican a este cultivo generalmente apoyan a la flor mexicana, como en San Pablo Coapan. Sin embargo, subraya que en el país existen condiciones para mejorar las variedades nativas.
“Si hubiese apoyos para poder generar la propia semilla estaría excelente y México podría ser el primer lugar en generar ese tipo de cempasúchil. Más que decirle a la gente que compren lo local, aquí se deberían de crear variedades enanas; faltan nuestras propias variedades.
“Hay que mejorar nuestras plantas, llegar al mercado de maceta en México. Es necesaria investigación, hacer bancos de germoplasma natural, porque no lo hay en el país. En las diferentes regiones no hay estudios de mejoramiento genético para esta planta”, señala el agrónomo.
Agrega que el gobierno del Estado también puede fomentar la investigación e incluso esto podría hacerse en la Universidad Veracruzana (UV) y el Instituto de Ecología (INECOL), aunque para ello es necesario el financiamiento.
“Cada estado del país tiene sus variedades de cempasúchil y se podría hacer todo un trabajo de investigación, el problema es que te quieren dar una bagatela para que te dediques a estudiar, investigar y trabajar”, refiere.
Advirtieron que fuera de la temporada de Día de Muertos, el cempasúchil se usa como colorante de alimentos y textiles; para repelentes e insecticidas, así como para medicamentos y como alimento, de ahí la importancia de generar una industria local.
PLAGA PEGÓ A PRODUCTORES
Juan Pérez Landa sostiene que todos los productores de San Pablo Coapan siembran la variedad criolla nativa de México. Explica que para cosechar una hectárea se requiere una inversión de unos 12 mil pesos y este año al menos espera recuperar su capital.
Lamenta que en Naolinco la plaga de “gallina ciega” mermó la cosecha, lo que se hizo visible en cada campo con grandes extensiones en las que no crecieron flores de cempasúchil.
La jornada de Juan y los 3 hombres que contrató para la pizca comienza desde las 07:00 de la mañana y concluye prácticamente 12 horas después. La temporada no da tiempo para descansos porque ocasionalmente van llegando visitantes y compradores para llevarse los ramos que ellos van preparando a la orilla de la carretera.
“Aquí sembramos una hectárea y la gallina ciega se comió la mitad. Es una baja fuerte porque desapareció la planta prácticamente. Esto pasó aquí, en los campos de San Pablo.
“Es común que esta plaga afecte algunas plantas, pero que se vaya a la mayor parte del cultivo es poco común y eso pasó este año”, explica Pérez Landa.
El pequeño productor reconoce que a partir de la pandemia de covid-19 bajó considerablemente el número de turistas y visitantes en la zona, así como las ventas.
“Antes había más movimiento, más turismo y gente que venía (…); este año ha estado tranquilo, pero con suerte se compone, todavía confiamos que así sea. Con la pandemia y la plaga se espera poca ganancia, pero seguramente se recuperará lo invertido.
“Para una hectárea se invierte unos 12 mil pesos, con la sembrada y la limpia, todo lo que conlleva. Nosotros queremos trabajar y dar nuestro producto “ni muy muy, ni tan tan: tratamos de que el cliente se vaya contento”, refiere.
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