Es el mismo tiempo en que el propietario de la panadería “La flama”, ubicada en el puerto de Coatzacoalcos, elabora y comercializa los panes de muerto, a partir de la última semana de octubre de cada año.
Mientras trabaja, hace un espacio para narrar parte de su historia, pues a sus casi 50 años no deja de trabajar frente al horno. “Yo empecé en la panadería hace 35 años, primero como trabajador y ahora con mi propio negocio que aquí lo vamos jalando”, expresó muy optimista.
Este 2020 a pesar de la pandemia del covid-19, se le observa trabajando en su negocio, donde prepara la harina, moldea los panes y mete a cocerlos.
Miguel no duda en compartir su receta, aunque guarda el toque secreto que es el que llama a sus clientes a buscarlo cada año sobre otras panaderías e incluso producto que se vende en centros comerciales.
“Los panes que yo elaboro llevan mantequilla, lleva huevo, azúcar, canela, te de azar, esencia de naranja y todo es se mezcla, en total se lleva un proceso de elaboración de cinco horas, para una costalilla o una plancha, aunque lo que más tarda es la cocida en el horno”, explica.
Moldea dos tipos de pan de muerto
Su local se ubica sobre la avenida General Anaya en el centro de la ciudad, en la parte de frente están los exhibidores de panes y atrás el taller de trabajo.
Cada año, en vísperas de la celebración de Todo Santos, Miguel elabora dos tipos de panes: los redondos o de corona como algunos le conocen, y aquellos con forma de una persona. Aunque los primeros, son los más pedidos por sus clientes.
“Hacemos esos dos tipos, y pues de diferentes tamaños de lo que depende su precio: hay de 8 pesos, 13 pesos y de 25 pesos; también tenemos los grandes de 40 y el familiar de 80 pesos. Los de 40 y 25 son los más comprados”, reitera.
Dedica hasta 12 horas a su trabajo, que disfruta a cada momento pues, aunque es el jefe, mete la mano en todas las partes de elaboración y más en estas fechas, donde hay un poco más de panes que elaborar.
Es fácil notar que está trabajando, su pantalón y playera están inundados de harina, su rostro y cabello no se salvan, hasta el cubrebocas se ve blanco.
Por la pandemia se quedó con un sólo ayudante
Entre el ruido de la amasadora y el horno, Miguel le da instrucciones a Nestor Flores, el único ayudante con el que se ha quedado, pues por la crisis económica provocada por el confinamiento, la venta de pan bajó y tuvo que mandar a descansar al resto de sus empleados.
Nestor tiene 10 años de conocer y trabajar para Miguel, a quien ya considera un amigo y para quien trabaja con gusto. Su agradecimiento se basa en qué aprendió a moldear panes gracias a don Migue.
“El me enseñó a hacer los panes de muerto: me dijo que, para hacerlos, se hace una bolita y los huesitos se le da forma con la mano dependiendo lo que le quiera poner pueden ser 4 u 8 y el muertito se le va dando la forma con la mano”, señala Nestor.
Juntos trabajan y a cada uno le toca hacer un tipo de pan, pero cuando Miguel tiene que ir a entregar Néstor se queda solo, aunque no siempre ocurre eso pues ya no de vender como antes.
Atrás quedaron los años en que Miguel y sus ayudantes vendían miles de piezas de pan de muerto. Antes preparaban hasta cinco costalillas de harina y ahora menos del 50 por ciento.
“Si amigo, ya pasaron esos tiempos donde se vendía el pan demasiado, antes se hacían 4 o 5 costales y salían, hoy s hace un costal y medio nada más, y este año es menos por esto de la pandemia, además de que la gente cada vez come menos pan”, lamenta Miguel.
Aun así, no se da por vencido, y optimista prepara las primeras piezas con azúcar y esencia de naranja que, asegura, le dan un sabor único a los panes de muerto que él vende.
Los clientes llegarán el fin de semana donde hay pedidos por entregar. Pues el panadero sabe que, aunque poco, pero tendrá un ligero repunte en sus ventas gracias a una de las tradiciones más arraigadas en nuestro país.
"No nos damos por vencido y no pensamos cerrar aún con la crisis porque de eso vivimos y tenemos que seguir haciendo panes de muerto".