De pronto se prendieron las luces y el público miró en el piso a Mario Tenorio, muerto por herida de bala. Las crónicas policiacas de la época (1943) narran que “Carlos Ignacio llegó al segundo piso del cine Orfeón y dijo a su víctima: ¡Levántese!; entonces se oyó un disparo que perforó el corazón del indefenso civil”.
Así se lee en el archivo del periódico La Prensa el acontecimiento que marcó la historia del entonces Cine Orfeón, un majestuoso edificio art decó que fue inaugurado en 1938 y que tenía butacas para más de 4,000 personas.
El cine Orfeón está ubicado en la calle de Luis Moya, muy cerca de la Alameda Central a la altura del Hemiciclo a Juárez. En su marquesina se anunciaban los estrenos de las más grandes películas de la época de oro del cine mexicano.
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Esa marquesina fue lo primero que perdió, en la década de los 60, cuando el cine tuvo un primero golpe por una remodelación. El diseño original fue de los arquitectos John y Drew Eberson, especializados en la construcción de “foros ambientales”, un concepto según el cual, el lobby se convertía en un “lugar con vida propia”, independiente de lo que había en la calle.
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El Orfeón perdió no solo la marquesina, también la galera con su nombre. Ya en decadencia, el cine Orfeón resintió un último golpe con el terremoto de 1985, lo que provocó su cierre. Dentro de sus puertas quedó la historia de aquel asesinato cometido durante una de las funciones.
¿Qué asesinato sucedió en el Orfeón?
El cantante Carlos Ignacio Ruffino, obnubilado por los celos, llegó hasta el cine en busca de su esposa Mercedes Villaverde, cantante que había comenzado a ser muy popular debido a un par de apariciones en el cine. Ruffino, al hallar a Tenorio en el segundo piso del Orfeón, le gritó “levántate” y le disparó seis veces.
Mercedes estaba ahí. Ruffino le preguntó: “¿Me mató?” Pero no lo hizo: los policías José Flores y Evaristo Negrete lo presentaron ante la Sexta Delegación, de acuerdo también con el archivo del diario La Prensa.
El cine Orfeón ha estado en constante tragedia desde 1985, cuando cerró sus puertas y quedó en el olvido. 12 años después, en 1997, la naciente empresa teatral Ocesa lo recupera, remodela y adecua para convertirlo en teatro.
Ahí se estrena Bella y Bestia, producción musical que significa el ingreso de los grandes musicales de Broadway a los escenarios mexicanos. Con Lolita Cortés y Roberto Blandón, el glamur volvió a la calle de Luis Moya mientras estuvo en cartelera.
Pero luego comenzó una disputa por el inmueble que afectó la inversión que había hecho Ocesa. La empresa finalmente se retira del teatro, decide no renovar el contrato para su manejo y uso por lo que nuevamente el Orfeón queda en el abandono.
Así ha estado desde entonces hasta hoy, que está en ruinas y protegido apenas en su entrada por unas laminas que tratan de evitar que se vandalice.
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