Lo ocurrido esta semana en el Senado entre Gerardo Fernández Noroña y Alejandro “Alito” Moreno no es un episodio menor, es el retrato descarnado de la burla en que se ha convertido la política mexicana, ver a dos actores, uno desde la presidencia de la Cámara Alta y otro desde la oposición más maltrecha del país, cruzar empujones y manotazos, habla más de la decadencia de las instituciones que de la pasión política.
El gobierno en el poder debería comprender que la figura del presidente del Senado exige mesura y altura de miras, no desplantes de cantina, un cargo de tal envergadura no puede rebajarse al terreno de los gritos y golpes sin dañar la imagen del propio Estado. Noroña ha hecho de la estridencia su marca personal, pero ahora se juega con fuego al trasladarla al corazón de la institucionalidad parlamentaria.
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PRI
Del otro lado, el PRI y su dirigente “Alito” Moreno no pueden presumir nada distinto. La que fue alguna vez la maquinaria política más grande de América Latina hoy apenas sobrevive como comparsa, recurriendo a escándalos mediáticos para disimular su falta de estrategia, de agenda y de credibilidad, seamos sinceros si la oposición cree que a manotazos logrará recuperar terreno político, el saldo será peor, golpes que no mueven leyes, pleitos que no generan confianza y, sobre todo, una sangría de votantes que parece ya irreversible.
Pero si de absurdos hablamos, nada supera lo protagonizado por la senadora panista Lilly Téllez, quien acudió nada menos que a Fox News, si, el canal favorito del presidente estadounidense Donald Trump, para declarar que “todos los mexicanos queremos y damos la bienvenida al apoyo de los Estados Unidos para ayudar al pueblo mexicano contra los cárteles”, en otras palabras, solicitó abiertamente la intervención extranjera en México y lo hizo adjudicándose una voz nacional que nadie le otorgó; ni su investidura como senadora ni su militancia partidista la facultan para hablar en nombre de 130 millones de mexicanos.
Haciendo zoom…
Ese es el escenario triste de nuestra política, el partido en el poder, representado por un presidente del Senado cargado de arrogancia y estridencia; mientras la oposición se destruye a sí misma, entre golpes en la Cámara y declaraciones entreguistas en la televisión extranjera. ¿Quién gana con todo esto? Nadie ¿Quién pierde? El pueblo mexicano, la ciudadanía que merecería debate serio, responsabilidad de Estado y altura política, pero que recibe, a cambio, un espectáculo de golpes y despropósitos.