OPINIÓN

No es liderazgo, es control

Los Ojos de Temis

Créditos: LSR Veracruz
Escrito en VERACRUZ el

Esta semana, Javier “Chicharito” Hernández compartió un video que ha encendido un debate nacional. En él, afirma que las mujeres “están fracasando”, que deben “aprender a recibir y honrar la masculinidad”, y que “ser lideradas por un hombre” es parte de su felicidad. También llama a que “encarnen su energía femenina cuidando, nutriendo, limpiando y sosteniendo el hogar”.

En otro momento del mismo video dice:
“Entonces quieres a un hombre proveedor, pero para ti limpiar es opresión patriarcal… interesante”.

Esa frase no es solo desinformada; es profundamente deshonesta. Porque desconoce las décadas de lucha por el reconocimiento del trabajo doméstico no remunerado y caricaturiza la crítica feminista como si fuera un capricho incoherente. Es una burla a millones de mujeres que han sostenido hogares enteros sin salario, sin descanso, sin reconocimiento.

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Podríamos desestimar sus palabras como una opinión personal, un intento fallido de mensaje de autoayuda por parte de una figura pública sin formación en derechos ni perspectiva de género. Pero no debemos. Porque lo que dice no es solo una opinión: es una síntesis peligrosa de los estereotipos que han sostenido la desigualdad durante siglos.

Cuando un hombre con millones de seguidores afirma que las mujeres “están fracasando” por no ajustarse a su idea de lo femenino, está disfrazando el control de afecto. Es un mensaje que aparenta buscar equilibrio, pero que perpetúa mandatos obsoletos. No es amor. No es liderazgo. Es imposición.

¿Fracasamos por no querer ser lideradas por un hombre? ¿Fracasamos por salir del hogar a trabajar, a votar, a ocupar espacios públicos y políticos? ¿Fracasamos por no encajar en la visión que algunos tienen sobre lo que debe ser una mujer?

No. Lo que ha fracasado es la visión de una masculinidad que necesita subordinar a las mujeres para sentirse válida.

Durante demasiado tiempo, el hogar ha sido sostenido por mujeres sin reconocimiento, sin salario, sin descanso. No nos digan ahora que ahí radica nuestra misión esencial, como si la historia no nos debiera miles de horas invisibilizadas.

Libre elección sí, imposición nunca

Por supuesto que no está mal que una mujer decida —libre y conscientemente— dedicarse al trabajo del hogar. Lo que está mal es que esa elección sea la única opción impuesta, romantizada o desvalorizada. Lo que está mal es que ese trabajo, esencial para sostener la vida, no sea reconocido ni social ni económicamente.

La crianza, el cuidado, el sostén del hogar son tareas dignas. Pero deben ser asumidas en libertad y en corresponsabilidad. Y, sobre todo, deben dejar de ser una condena para las mujeres y un privilegio para los hombres.

Por otro lado, es hora de que las mujeres que decidimos salir al mundo laboral dejemos de ser cuestionadas o señaladas. No somos menos femeninas, ni peores madres, ni esposas “rebeldes” por querer autonomía, realización o independencia económica.

Trabajar fuera de casa no nos aleja de nuestra esencia. Nos acerca a nuestras aspiraciones. La maternidad, la pareja, la familia, no tienen por qué estar peleadas con el crecimiento profesional o con la participación pública. Porque la corresponsabilidad es de ambos: el hogar es de ambos.

Ser mujer no puede seguir significando renuncia. Renuncia al descanso, al desarrollo, a la opinión, al sueño propio.

Ni energía masculina, ni permisos para liderar

Una de las ideas más absurdas del discurso de Hernández es suponer que cuando una mujer lidera, piensa, actúa, transforma, está actuando “desde la energía masculina”. Como si la fuerza, el pensamiento crítico o la capacidad de decidir fueran cualidades que nos son ajenas por naturaleza.

No. Las mujeres no necesitamos permiso para liderar.

Ser fuerte, valiente o determinada no nos arrebata la feminidad. La expande. Porque lo femenino también es creación, firmeza, inteligencia, liderazgo y rebeldía. Decir que la “verdadera” energía femenina está solo en obedecer, cuidar, callar y recibir, no solo es una mentira: es una estrategia.

Una estrategia para que las mujeres no incomoden, no interrumpan, no decidan.

Pero ya es tarde para eso.

La justicia también se construye desde el lenguaje

Desde la manera en que pensamos, en que hablamos, en que educamos. Por eso no podemos normalizar discursos que romantizan la desigualdad. Porque cada vez que una mujer es reducida al rol de “cuidar y sostener”, se ignoran siglos de lucha por autonomía, por voz, por presencia.

Temis, con los ojos abiertos, no puede callar ante un mensaje que perpetúa los mandatos que tanto daño han hecho.

No exageramos. No nos victimizamos. Estamos señalando lo que durante demasiado tiempo se ha ocultado tras frases bonitas: el deseo de que sigamos obedeciendo, en silencio.

Pero eso ya no va a pasar.

lm