Hace unos días escribí que el Carnaval 2025 se nos “ahogó en la lluvia”, la frase parecía hiperbólica, pero los hechos dan fe de ello pues solo bastó una semana de aguaceros intermitentes para obligar al Comité a desmontar el escenario de la Macroplaza, adelantar el arranque de los desfiles a las 17:00 horas y refugiar la coronación, junto con los “grandes conciertos” en el World Trade Center de Boca del Río y a decir verdad, esta decisión, nos guste o no, confirma que el “carnaval más alegre del mundo” naufragó otra vez en su Talón de Aquiles, esa incapacidad de planear con el cielo nublado.
Entre el desorden meteorológico y la indefinición política quedó claro que la próxima administración tendrá que elegir, pronto, a un nuevo timonel y aquí es donde vale la pena recordar lo que anticipé hace unos días, que Rosa María Hernández Espejo, alcaldesa electa, ha decidido rodearse de perfiles vinculados al turismo y al comercio de la zona conurbada pero no se trata de un capricho, sino de una lectura pragmática, el Carnaval dejó de ser un asunto meramente “cultural” para convertirse en el mayor producto turístico de la región, responsable de la ocupación hotelera, la derrama gastronómica y la narrativa mediática que vende la postales de un Veracruz que sonríe, baila y sobre todo, cuando la nube lo permite, brilla al sol.
ÚNETE A NUESTRO CANAL DE WHATSAPP. EL PODER DE LA INFORMACIÓN EN LA PALMA DE TU MANO
Te podría interesar
En ese tablero sobresale un nombre, el de Ricardo Cuevas Segura quien se alista para ser postulado como nuevo presidente del Comité de Carnaval no solo por el sector restaurantero, sino hasta se dice por la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (CANIRAC). Cuevas no es un improvisado, es propietario de la cadena El Jaibón y miembro activo de varias cámaras empresariales, lleva años combinando la gestión de proyectos turísticos con un incesante activismo social, este mismo diciembre recibió un reconocimiento público por su aportación al desarrollo económico del puerto y su labor altruista.
Sus aliados subrayan, además, su experiencia política y su militancia en Morena, partido que gobernará el municipio a partir de enero. Con ese pedigrí, las cámaras empresariales preparan una carta de apoyo que llegará al Palacio Municipal antes de que termine julio. El problema es sencillo, si la próxima alcaldesa quiere un Carnaval menos dependiente de los caprichos presupuestales y más cercano a la iniciativa privada, nada mejor que poner al frente a alguien que entienda de patrocinios, logística y, sobre todo, reputación corporativa.
Quienes critican la candidatura de Cuevas advierten un riesgo, afirman que se convertirá la organización de la fiesta en un club de “Tío Rico”, aseveran que el Carnaval pertenece a la gente de los barrios, a las batucadas que ensayan fuera del Zócalo y a las comparsas que venden rifas durante meses para pagar sus trajes; temen que los restauranteros conviertan el desfile en una pasarela de marcas y claro que la preocupación no es menor, pero olvida que el modelo “popular” ya no sostiene por sí mismo a un evento que cuesta, sólo en logística, casi 100 millones de pesos.
Lo que realmente está en disputa es otra cosa, gobernanza, pues durante años el Comité fue un feudo al servicio del grupo en turno. Si Cuevas termina en la silla, su legitimidad dependerá de abrir las compuertas de la transparencia, contratos publicados en tiempo real, reglas claras sobre la venta de gradas y un padrón de proveedores auditable, en pocas palabras, profesionalizar sin privatizar.
Por eso el nombre que defina Rosa María Hernández Espejo no será sólo un coordinador de fiestas, será el interlocutor entre las cámaras, los artistas, Protección Civil y, sobre todo, los ciudadanos que han convertido la ceremonia del Mal Humor en un ritual identitario, pues si Cuevas consigue el respaldo formal, su primera tarea será demostrar que los restauranteros pueden, además de vender jaibas a la vizcaína, anclar una logística a prueba de huracanes y auditorías.
Haciendo zoom… El reloj corre, pues es en enero cuando la administración entrante tendrá que lanzar convocatorias para la Corte Real y las comparsas; en febrero debe comenzar la contratación de artistas y, en marzo, la venta de gradas, cada día sin Comité es un día que se evapora de un calendario que ya enfrentó, este año, su bautizo de agua fría y ahí está la ironía, el Carnaval que se ahogó en la lluvia puede salvarse, justamente, con un salvavidas empresarial.
